Por Jorge Nuño Jiménez
La Organización de las Naciones Unidas celebró recientemente su sesión anual de la Asamblea General, destacando el 75 aniversario de su existencia y el día internacional para la eliminación total de las armas nucleares.
La Asamblea parecía un cementerio, evidenciando la crisis del sistema internacional, presagios de guerra e incertidumbre, mostrándonos que el mundo avanza a paso de cangrejo.
Contemplamos amenazas entre las potencias, parecía un pleito de callejón, un ring de lucha libre. El reto y el desafío están a la vista: la guerra o la paz.
Este es el momento para hacer un balance de las aportaciones de México a la ONU desde el nacimiento del organismo en 1945. El país, consciente de que la organización representaba el mecanismo ideal para mostrar al mundo nuestra vocación de no intervención, autodeterminación, solución pacífica de las controversias plasmados en la Carta de San Francisco y acordes con la tradición de nuestra política exterior. El naciente parlamento de la humanidad, garantizaba principios de respeto al derecho ajeno y la cooperación como un prerrequisito para la paz.
Las aportaciones de México a la ONU son muy diversas, como: La lucha por un “Nuevo Orden Económico Internacional”, la Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados (aprobada por la Asamblea General aquel 12 de diciembre de 1974, es la esperanza de la paz y justicia a países pobres y marginados y es el programa de investigación de esta institución). La descolonización de Asia y África. El Nuevo Derecho del Mar (que permitió al país duplicar su soberanía económica en un espacio marítimo y oceánico llamado Zona Económica Exclusiva, con más de 3.5 millones de kilómetros cuadrados. La codificación del derecho internacional para la paz. El desarme nuclear (como es el Tratado de Tlatelolco, sueño hecho realidad por un mexicano ejemplar: don Alfonso García Robles, campeón del desarme nuclear y premio Nobel de la Paz). El respeto a los Derechos Humanos. La reivindicación de los derechos de los trabajadores. Los derechos de la mujer y el niño. El derecho de asilo, entre otros.
Nuestro país ha sido un verdadero faro de luz en las Naciones Unidas en su lucha por la paz, la justicia y cooperación internacional, conducta que le ha otorgado un enorme prestigio.
Los retos del siglo XXI son enormes. Después de la reconstrucción de la posguerra, el pacto social, el optimismo para el desarrollo, el desmantelamiento del sistema colonial y la proliferación de nuevas naciones. El desafío es actualmente el banquete consumista de un “norte opulento y egoísta”, ante una pandemia, desesperación, pobreza y miseria del resto del mundo. Escuchamos rumores de jinetes del Apocalipsis que cabalgan de nuevo en estos tiempos de incertidumbre. Contemplamos el debilitamiento de los sistemas de bienestar y desarrollo.
Con nuestra presencia en el Consejo de Seguridad, lo deseable sería fortalecer a la ONU, el multilateralismo, el Nuevo Orden Económico Internacional y La Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados.