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Fiscalía de Estados Unidos solicita cadena perpetua para Genaro García Luna

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A diferencia de otros condicionamientos que son circunstanciales, los de naturaleza geográfica son inmutables y eternos. En lugares como México y Cuba donde la relación estatal con los Estados Unidos tiene un origen asociado con graves conflictos de naturaleza geopolítica, el diferendo se hace perenne, obstaculiza la convivencia y las relaciones dificultando los entendimientos políticos.

Entre 1846 y 1848 se desarrolló la guerra entre Estados Unidos y México, en la cual el país azteca perdió 2 millones 400 mil 000 km2, la mitad de su territorio, y en 1902, Estados Unidos, que ocupaba militarmente a Cuba, le impuso la Enmienda Platt que cercenó permanentemente su soberanía y agrió para siempre las relaciones bilaterales. México y Cuba tienen en común que para ambos la relación con la superpotencia norteamericana es el factor más importante de la política exterior, marcada además por grandes asimetrías y, por el comportamiento imperialista de Estados Unidos, lo cual obliga a una permanente vigilia a fin de sobrellevar la vecindad, sin deponer la soberanía y los intereses nacionales.

Cuando, como ocurre con México, se trata de países con el mismo sistema social, el fenómeno se atenúa. No es así en el caso de Cuba que, a los motivos estrictamente nacionales, suma el rechazo de Estados Unidos a la decisión soberana de la Isla de asumir el sistema socialista y comprometerse en la alianza con la Unión Soviética, sostenida durante 30 años.

En el acomodo de la relación bilateral con Estados Unidos, la Isla carga con el hándicap del radicalismo que rechaza cualquier sugerencia de reforma política, considera hostil las posiciones centristas, y critica a quienes desean o promueven algún entendimiento con Estados Unidos. Otra línea de opinión, por cierto, equivocada, advierte de que, ya sea que gobierne Carter, Reagan, Biden o Trump, los riesgos son los mismos.

Asumiendo todas las complejidades, el general de Ejército Raúl Castro, aprovechó el reconocimiento del presidente Barack Obama, acerca del fracaso de la política norteamericana hacia Cuba para, con el respaldo latinoamericano, la colaboración de la Iglesia Católica personifi cada por el cardenal Jaime Ortega (†) y del papa Francisco, así como la cooperación del gobierno canadiense, negoció con Estados Unidos, logrando resultados históricos, incluidos el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y el inicio de la normalización entre ambos países.

En la presente coyuntura, cuando en Estados Unidos la nueva administración ha declarado que retomará las políticas de Obama, ante la administración del presidente Díaz-Canel, se abren nuevas posibilidades y desafíos, aunque también se levantan las reservas mencionadas. No obstante, la experiencia de Raúl, unida a la correcta lectura de la realidad de la que es capaz el gobierno cubano, así como el reconocimiento de la urgencia de avanzar en la atenuación del diferendo y del bloqueo que no se resolverá de una sola vez, la flexibilidad y la competencia serán decisivas.

Nadie dice que será fácil.

 

Por: Jorge Gómez Barata 

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