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Si uno quisiera tener un ejemplo paradigmático de la magnitud de la crisis civilizatoria que vivimos en la que las necesidades humanas han sido sustituidas por la necesidad de mayores ganancias de las megacorporaciones globales, sin importar sus daños a la salud y el planeta, uno de los mejores ejemplos es Coca-Cola.

La marca global más reconocida por la humanidad, incluso, por los niños pequeños antes de hablar, es de una bebida cuyo consumo se vincula a la epidemia global de obesidad y diabetes. La evidencia científica es contundente al afirmar que el consumo regular de estas bebidas aumenta significativamente el riesgo de sobrepeso, obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes, varios tipos de cáncer y, por lo tanto, es asociada al incremento de muertes, como lo reporta el Global Burden of Diseases.

La predominancia de esta bebida en una gran parte de las naciones del orbe, en especial, naciones de ingresos bajos y medios, aparte de los propios Estados Unidos que le dieron origen, se debe a diversos factores entre los que destacan: el carácter adictivo de su composición (altas cantidades de azúcar y cafeína + la fórmula secreta), su multimillonaria publicidad, su omnipresencia (en México alrededor de 1.5 millones puntos de venta), y su enorme poder económico que influye y domina tanto al poder político como a un amplio sector de la ciencia y la percepción pública.

La historia negra de la bebida negra explica cómo llegó a esta posición a pesar de sus daños a la salud y su impacto en el medio ambiente (el mayor contaminador por plásticos). Uno de los factores centrales para lograr actuar con impunidad ha sido la compra de un sector importante de la ciencia para desviar la atención de sus impactos en salud, en especial, de su relación con el sobrepeso y la obesidad y las enfermedades que originan. Un objetivo bastante logrado ha sido desviar la atención sobre sus productos y dirigirla a la falta de actividad física como la principal responsable del sobrepeso y la obesidad.

Una serie de documentos confidenciales de esta megacorporación han salido a la luz revelando cómo esta empresa ha logrado generar esta percepción de que la principal causa del sobrepeso y la obesidad está en la falta de actividad física y en las decisiones personales. Recientemente fue publicada una investigación en el International Journal of Environment Research and Public Health (Int. J. Environ. Res. Public Health 2020, 17, 8996; doi:10.3390/ijerph17238996) que analiza una serie de correos electrónicos entre la vicepresidenta de The Coca Cola Company y figuras prominentes de la salud pública en relación a los Congresos Internacionales de Actividad Física y Salud Pública de 2012 en Sydney y el de 2014 en Rio de Janeiro. En sentido contrario a los compromisos públicos de esta empresa de actuar de forma ética, las comunicaciones demuestran claramente que los expertos que patrocinó tenían el objetivo en estos congresos de desviar la atención de la responsabilidad de sus bebidas en las epidemias de sobrepeso y obesidad y dirigirla a la falta de actividad física y a la responsabilidad individual.

El objetivo de la empresa ha sido utilizar la autoridad de estos expertos y los congresos para promover entre asociaciones de profesionales y redes de comunicación entre interesados en la salud, el mensaje de Coca-Cola. La práctica la podemos encontrar actualmente en nuestro país entre un grupo de profesionales y asociaciones, como la Federación Mexicana de Diabetes y algunos profesionales de la salud y de las ciencias sociales, que se oponen al etiquetado frontal de advertencia. Un grupo de ellas/ellos ha tenido vínculos con esta y otras empresas, convirtiéndose en sus aliados/as. Llama la atención revisar si estos profesionales hicieron alguna crítica pública al etiquetado frontal que introdujo Coca-Cola en 2010-2011 y que ni los estudiantes de nutrición entendían, como demostró el Instituto Nacional de salud Pública. No encontramos esas críticas, pero si al nuevo etiquetado de advertencia que, a diferencia del anterior, partió de las recomendaciones de la OMS, OPS, UNICEF, INSP, entre otros, y que fue probado y evaluado con consumidores mexicanos.

El análisis de las comunicaciones entre la Dra. Rhona Applebaum, Vicepresidenta y Jefa de Salud y Ciencia de Coca-Cola, y los expertos de diversas instituciones académicas de los Estados Unidos, revela las estrategias acordadas para imponer la percepción de la empresa. Destacan: la iniciativa de proveer materiales educativos con la visión de la empresa y bloquear o influir negativamente frente a la diseminación de investigaciones contrarias a sus intereses; contribuir a provocar la duda sobre la evidencia presentada para ligar el consumo de las bebidas azucaradas con la obesidad y la diabetes; establecer relaciones con lideres de opinión clave y organizaciones de salud; contribuir al establecimiento de relaciones y colaboraciones entre la empresa y el sector público, las llamadas iniciativas público-privadas que neutralizan a los gobiernos y generan complicidades.

La estrategia revelada va dirigida a fragmentar y desestabilizar la evidencia sobre el daño a sus productos criticando a los promotores de la salud pública, de forma personal y pública. Incluye la posibilidad de infiltrar, monitorear y distraer a los profesionales, grupos y organizaciones promotoras de las políticas de salud pública.

Un objetivo fundamental, como parte de la estrategia de la refresquera con mayor presencia global, es la de establecer en los puestos claves de las organizaciones de salud y los gobiernos a personas cercanas a la industria. En esto último, durante las administraciones pasadas la industria tuvo mucho éxito en México, logrando tener personas muy afines al frente de la Secretaría de Salud, al frente de Cofepris y de la Secretaría de Economía. En la administración actual, ese vínculo de cercanía con la industria, en esos puestos clave, se rompió. Sin embargo, con el nombramiento de la nueva Secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, llega al frente de esa Secretaría una persona que ha tenido vínculos con el sector empresarial de Monterrey, donde se encuentra la sede de la principal embotelladora de Coca-Cola en el mundo, FEMSA. Se verá en los próximos meses si la Secretaría de Economía continúa haciendo prevalecer los intereses de la salud y de los consumidores en un país donde se vive una de las mayores crisis de salud pública por el deterioro de la dieta de su población y donde el poder de las megacorporaciones habían establecido leyes, normas y reglamentos a su modo.

El reporte publicado en el Journal of Environment Research and Public Health establece la necesidad de instituir mecanismos que impidan esta influencia de los intereses privados en los espacios académicos, asociaciones profesionales e instituciones gubernamentales que deben velar por la salud pública. Varias naciones han avanzado en este camino tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo, debemos hacerlo ahora en México.

Por lo pronto, los profesionales de la salud que trabajan en temas de nutrición en México ya cuentan con la iniciativa del Código Nutricia que es un compromiso público de profesionales de la salud y nutrición para adoptar una conducta ética que favorezca el avance y acciones de políticas libres de conflicto de interés para combatir la malnutrición.

Por Alejandro Calvillo

 

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