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Opinión

Cristóbal León Campos

Inmensidad que deslumbra y nos impregna de calma, el compás de su cuerpo atrae las miradas, sus colores son más bellos al atardecer, se acompaña de los astros en el silencio de los siglos, es madre de vida y resguardo de memorias, a su orilla nacen los pueblos, de noche vela por el viajero, insectos incontables y leyendas memorables, en su seno nace la vida como se crean los sueños, es inspiración de sirenas y profecía de dioses, su manto cubre la tierra otorgándole la generosa bondad de sus profundidades, con la lluvia en armonía baila y con la Luna habla, el tiempo en ella transcurre en otras formas, es continuo, es fugaz, es permanente, con su sonrisa la calma nos ofrece; la mar nos llama a renacer cada vez que la sentimos, en cada instante junto a ella, la mar es la profunda caricia de quien nos ama.

La cadencia de sus olas desfigura las caderas del alba ¿Cuántos enigmas calla con su oleaje? ¿Cuántos recuerdos despierta en las orillas?, sabiduría milenaria que del tiempo ha hecho su virtud y el oculto saber que nos comparte, ¿Cuántas caricias nos ofrece en cada ola? ¿Cuántas almas cura en los veranos?, las rizas se escuchan mejor a sus pies, del azul y el verde la armonía surge para mirarnos, la observamos para encontrarnos, ante su grandeza el más soberbio se arrodilla, la brisa nos lleva su esencia, caricias, almas, la mar es vida porque nos da su alma. Espíritu de intensa savia, vino salado en los festines de la risa, la tranquilidad que nos ofrece es la que nace en su inmensa belleza.

Espíritus solitarios buscan consuelo en su cuerpo, las heridas más profundas sanan con el roce de sus versos, la mar es el enigma que nos cura, al viajero perdido conduce a la orilla de su vida, renacemos al tocar sus olas, al sentir sus secretos llenarnos de energía, bebemos de su sal la fortaleza de los siglos, con el Sol nos nutre de esperanza y con la Luna nos cura las nostalgias, escucha las voces que le hablan para expresarles el deseo de sus ansias. ¿Cómo no imaginarnos otros mundos al mirarla? ¿Cómo podríamos evitar enamorarnos al mirarla cuando el Sol la baña de su luz al atardecer o la Luna resplandece en su reflejo? Sus sonidos son la música de los sueños, como el piano o el violín nos entona las melodías más humanas, la mar es el sacramento más puro de la naturaleza.

Misteriosa calma, tormenta impredecible, otorga vida como la toma, fuerza desbordante, húmeda mañana en que el tiempo pasa y ella se mantiene, a veces fría como la montaña, a veces cálida como el desierto, en la geografía de su hondura florece el universo, océanos paridos con el rayo divino del siervo enaltecido, la gracia de su aroma baña los cuerpos de ilusiones, renacemos al tocar la mar, el simple sonido de sus olas a la distancia puede devolvernos la vida, en la arena la admiramos, a su orilla nos postramos, se venera aquello que admiramos, su belleza nos cautiva como su misterio nos encanta. Las sirenas cantan para que amemos las estrellas, del azul nace el fuego y del verde la memoria.

Ritmos, cadencias y sombras, ¿a quién no inspira la mar?, sordas la voces acalladas, la gaviotas pescan de ella en las mañanas, vientos y olas, recuerdos y alegrías, la mar lleva lo que trae para dejarnos sus íntimas baladas, sus olas danzan, sus olas renacen, en cada orilla una nueva historia, en cada noche una pasión que las derrama, no hay muros ni fronteras, para ella los límites son inexistentes, las barreras son de los humanos porque de la naturaleza es la vida, para la mar dar es otorgar, sentidos y palabras que nombran elegías, la mar revierte los dolores para darnos nueva vida.

Al mirar la mar de frente, sintiendo el roce de la brisa que nos baña, comprendemos lo simple del nosotros, el universo es tan grande y la humanidad tan compleja, las figuras que las olas forman asemejan los contornos de nuestras vidas, somos la arena que le rodea, somos el pez que nada en la corriente, en la mar habitan las sonrisas que buscan unos ojos para iluminar, las sirenas entonan cantos cada madruga con el sueño de que un día sean escuchadas, las voces se reúnen para alabarla y los niños juegan surcando en sus sombras. Inunda los sentidos, desborda las pasiones, océanos prófugos de la razón, somos nada cuando hablamos de ella, somos todo cuando residimos en ella, la mar es la esencia de la vida en la alborada. Con los ojos cerrados sentimos sus ofrendas, la brisa y las olas, los colores desbordantes, sonidos que transportan, caricias que reaniman, reconocernos ante la mar es un acto de humildad, fugaces destellos somos ante la nobleza eterna del enigma que nos cura.

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