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Guillermo Fabela QuiñonesApuntes

Es muy cierto que “se recurre a la fuerza bruta cuando no se tiene la razón”, como afirmó el presidente López Obrador al referirse al vandalismo que ha sufrido nuestra Máxima Casa de Estudios, sin que nada lo justifique. También es verdad que mientras un régimen no actúa con la suficiente voluntad en su propia defensa, deja libre el camino a sus enemigos para que le salten al cuello, como está sucediendo.

Es preciso puntualizar tal axioma porque los conservadores no se cansarán de propiciar actos que favorezcan la desestabilización del Gobierno federal. El propio mandatario reconoció que “hay mano negra” detrás de los embozados que cometieron actos vandálicos en edificios de la UNAM: “Siempre hay quienes mueven la cuna y hay que lamparearlos para que no anden ahí en los sótanos”, afirmó.

Sin duda continuarán en los sótanos mientras no sean frenados, no con represión como en el pasado, sino con inteligencia y firmeza en la aplicación de las leyes en defensa del Estado de derecho. A final de cuentas de eso se trata, de apuntalar la legalidad con la fortaleza de las instituciones. No es necesario recurrir a la violencia, caer en las provocaciones de los conservadores, sino utilizar la inteligencia con la habilidad y eficacia que demanden las circunstancias.

Es tiempo de que se avance en esa dirección, antes de que la reacción se envalentone más aún y entonces no haya más recurso que enfrentar la violencia irracional con la fuerza bruta, pero legítima, del Estado. Así de simple es la ecuación, pero muy complejo ponerla en práctica si el propio régimen se pone piedras en su camino, como está sucediendo en estos días con la división del partido Morena.

La coyuntura de altos riesgos para la estabilidad del país es una señal significativa de la necesidad de que el mandatario ponga orden en su partido: lo fundó y bajo su organización logró el triunfo que lo condujo al Palacio Nacional. No sería un acto censurable sino de legítima defensa para evitar su desmantelamiento, una probabilidad incierta en el corto plazo, pero que tendría resultados negativos para el proyecto de nación enmarcado en la Cuarta Transformación.

Sería suicida no atajar a tiempo las embestidas de los conservadores que anhelan la venganza, no sólo contra el Presidente sino contra el pueblo que lo llevó a la victoria electoral en el 2018. ¿Acaso hay algún compromiso oculto que impide la legítima defensa del régimen a fin de que salga del Palacio Nacional en un sexenio? Porque de seguir como va, sin actuar con voluntad política y firmeza en defensa de su gobierno, el mandatario estará dando muchas facilidades a la reacción para seguir avanzando.

Los enemigos de la democracia y del progreso del pueblo no escatimarían recursos para lograr su cometido, es mucho lo que están perdiendo con el combate a la corrupción; no perderán tiempo para obstaculizar, lo más posible, los compromisos que López Obrador tiene con la sociedad mayoritaria. Los está cumpliendo, eso es lo que espanta a las cúpulas reaccionarias, en las cuales está incorporada la tecnocracia apátrida que vendió los más jugosos bienes de la nación.

Los avisos de que los conservadores no pondrán límites a sus ambiciones son muy claros. Es muy atípica la violencia en el país, lo cual hace suponer que son ellos los que “mecen la cuna” diabólica que nos puede llevar al sótano de la ingobernabilidad.

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