Carlos RamírezIndicador político
La crisis política, social y de gobernabilidad que ha planteado el paro femenino y hombres que los apoyan es de tanta complejidad que resulta sencillo: el gobierno federal tiene que ceder y aplicar la Ley para una Vida sin Violencia y atender el enfoque de género y la alianza centro-radicalismo opositora debe sentarse a negociar una agenda de género.
El problema se puede resumir con sencillez aplicando el método Sieyès:
1.- ¿Qué es el sector femenino? Todo: sin ellas no hay procreación y son las encargadas de centrar la educación de los hijos. 50.8% de la población total poblacional, el 51.5% del padrón electoral y el 52.7% de la población en edad de trabajar.
2.- ¿Qué ha sido hasta hoy? Nada. Ante la primera ofensiva de equidad de género en reparto de 50/50 de posiciones de poder, los hombres inventaron el modelo de las Juanitas para cederles lugares a los hombres.
3.- ¿Qué piden? Ocupar el lugar que les corresponde, sin restricciones ni trampas.
La agenda de género se resume en dos temas:
1.- Atender los delitos de género, un tercio de los totales, con el instrumental jurídico penal existente que hasta ahora no se ha aplicado por la incapacidad de la Secretaría de Gobernación dirigida por la ministra-profesora-senadora-secretaria-mujer Olga Sánchez Cordero. Si Gobernación hubiera cumplido con su mandato legal y político, la crisis sería menor.
2.- Replantear las exigencias no judiciales de las mujeres con posiciones de poder no regateadas, a partir del hecho de que las mujeres en el poder hoy son peores que los hombres en el enfoque de los problemas. La regenta Claudia Sheinbaum respondió a las marchas agresivas con batallones de mujeres policías que se dedican a agredir a las feministas.
El eje del problema se resume en una frase aquí ya desarrollada: el poder público permitió que el tema de los feminicidios derivara en un asunto de feminismo. Al convertir un problema judicial en un tema político, el margen de maniobra público se estrechó y escaló las exigencias. La convocatoria al paro del próximo 9 de marzo —inmerso en una protesta mundial, lo que señala que la agenda mexicana ya se articuló al feminismo mundial— era sencilla de atender, pero recibió las acusaciones de conservadoras.
Lo paradójico es que la derecha le quitó a la izquierda la bandera de los derechos de la mujer; al tratarse de mayores derechos y de liberación de la mujer de ataduras históricas, la izquierda tampoco pudo construir una opción de espacio político para las mujeres.
El problema se complicó cuando el tema se salió de los espacios políticos e ingresó a los de poder. López Obrador no es un machista ni niega espacios a las mujeres; sin embargo, el tema feminicidios-feminismo se transformó en un problema político, de bloques de poder, de distribución de fuerzas institucionales. El PRI tuvo la salida de usar al partido como un espacio de distribución de posiciones de poder y las mujeres supieron aprovecharla; en cambio, la inexistencia histórica de Morena como partido político —en un enfoque tipo José Revueltas en Ensayo sobre un proletariado sin cabeza— condujo de modo natural a trasladar el campo de batalla a la sala de conferencias de prensa matutinas en el Palacio Nacional.
Lo paradójico de la crisis de feminicidios-feminismo radica en el hecho de que las exigencias de las mujeres organizadas ya están en las leyes y no hay ninguna otra nueva demanda. Ahí es donde se fijan los nuevos espacios de la lucha política: doblegar al presidente de la república o vencer a las mujeres el 9 de marzo. Lo malo para las mujeres es que no existe oposición, los partidos están paralizados en el Congreso, los gobernadores están sometidos por decisión propia al presidencialismo y la violencia callejera se descuenta como costo político.
Los modelos de abordamiento de crisis tienen dos escenarios: el del conflicto de suma cero, en el que lo que pierde un sector lo gana en automático el otro; y el del conflicto ganar-ganar, en el que los sectores en pugna obtienen beneficios políticos. En el primero pierde la república porque deja un problema en crecimiento progresivo hasta las próximas cifras de feminicidios o la siguiente marcha violenta; y en el segundo hay reparto de conquistas a favor de la desactivación de un problema político.
La agenda feminista del PRI quedó inservible, la que capitalizó el PAN encarará el tema problemático siguiente del aborto y los derechos homosexuales, la del PRD-Partido Comunista nunca existió por el predominio machista de los camaradas y la de Morena depende del manejo presidencial. Estas circunstancias dejan el conflicto en un choque de trenes entre el movimiento feminicida-feminista-opositor y el presidente de la república.
Por lo tanto, hoy se percibe una salida suma cero: un sector perderá, el otro ganará y el conflicto escalará movilizaciones en las calles con aumento de la violencia.
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