Opinión

Antipolítica. Desigualdad social al desnudo

Rubén Martín

La tragedia de la pandemia de coronavirus ha provocado, como consecuencia indirecta, que las relaciones de nuestro mundo social sean más claras y más directas. Entre otros aspectos, nos permite mirar y percibir con más nitidez que antes que la moderna sociedad capitalista, basada en el antagonismo social, es una sociedad con una extrema desigualdad.

Y por supuesto que esta desigualdad provoca que la pandemia sea enfrentada de modo distinto, según la clase social a la que se pertenezca. Y de este modo estamos asistiendo a una situación extrema en la que si no se tienen los medios suficientes se puede quedar incluso sin aire para respirar, como ha escrito recientemente el filósofo político camerunés Achille Mbembe. Cientos de miles de personas en el mundo se están quedando, literalmente, sin aire para respirar.

En tanto, hemos leído notas de cómo algunos millonarios acondicionaron una habitación de sus residencias como salas de cuidados intensivos equipadas incluso con respiradores artificiales.

La desigualdad social brota visiblemente por todas partes. En la India, las medidas de confinamiento expusieron a cientos de millones de trabajadores pobres, que habían emigrado a las grandes ciudades, a retornar a sus pueblos en zonas rurales, en condiciones riesgosas y deplorables, según ha contado la escritora y activista Arundhati Roy.

En contraste, los ricos de Nueva York, apenas se conocieron los primeros casos de contagio por COVID-19, se fueron a la cara zona residencial de los Hamptons, como si se tratara de otra temporada vacacional. Algo semejante han hecho los ricos de París que se fueron a habitar pintorescos pueblos de la costa atlántica, provocando caos en las comunidades de acogida.

Mientras en el mismo Nueva York, el epicentro de la pandemia en este momento, los migrantes latinos o afrodescendientes mueren a tasas más altas justo porque no se pueden quedar en casa al ser parte de las fuerza de trabajo que sigue desempeñando los trabajos esenciales.

Esta migración de los ricos del mundo a lugares de recreo y poco habitados, donde presumiblemente es menor la posibilidad de contagiarse de coronavirus, recuerda a películas de ciencia ficción como Elisyum (2013), protagonizada por Matt Damon y Jodie Foster, en la que se relata un mundo distópico donde los ricos y acomodados del mundo ya no viven en un planeta tierra contaminado y lleno de enfermedades, sino en una mega plataforma que orbita alrededor de la tierra y donde el acceso a hospitales y medicinas aseguran la curación de todos los males. ¿Acaso esta historia no se parece demasiado al mundo actual impregnado por la desigualdad social?

La desigualdad social se revela también en el cumplimiento del mandato universal de “quédate en casa”. Mientras los ricos con alacenas y refrigeradores bien abastecidos pueden cumplir sin problema con el confinamiento, millones de personas de todo el mundo tienen que seguir saliendo a cumplir con tareas esenciales para el funcionamiento de la sociedad: repartidores de comida, cocineros, trabajadores de tiendas de barrio, mercados, farmacias, tianguis, recogedores de basura y otros puestos indispensables para que los demás sigamos funcionando. Pero esos puestos son asumidos por los más pobres, por los más marginados.

Las desigualdades sociales se palpan de manera lacerante en México y Jalisco. En estos días hemos visto fotos de estaciones del Metro de la Ciudad de México con las escaleras y andenes atestadas de personas y evidentemente sin poder cumplir las medidas de distanciamiento social.

A pesar de las medidas de confinamiento, el viernes pasado en Guadalajara salieron a protestar músicos de orquestas y bares, operadores de transporte y de turismo quienes desde hace un mes se quedaron sin trabajo y, por tanto, sin ingresos. Mientras más semanas de confinamiento pasemos, millones de personas se quedarán sin ingresos, sin despensas, sin alimentos.

Es evidente que la desigualdad social provocará consecuencias conforme a la clase social a la que se pertenezca. Y luego de la pandemia, la catastrófica crisis económica que se está cocinando, hará más evidentes las consecuencias para los distintos grupos sociales.

Sobra decir que la dura combinación de pandemia y crisis económica, acentuará las desigualdades sociales que existen en el capitalismo tras tres décadas de neoliberalismo. Lo que cabe esperar es un mayor aumento de desempleo, reducción de servicios públicos y seguridad social, lo que a su vez acentuará la pobreza. Millones migrarán de las zonas más pobres a las zonas ricas del capitalismo para buscar ingresos para la reproducción de su vida. Pero en medio de la crisis, la economía capitalista no dará más empleos. Por el contrario, en la lógica capitalista esta mega crisis es oportunidad para “desechar” al personal o zonas o áreas sobrantes desde la lógica de la acumulación de capital.

Millones de personas se considerarán desechables, pero al vivir el límite para tener ingresos para la reproducción de la vida, cabe esperar tensiones y antagonismo social que serán saldados mediante luchas sociales. Esos son los años por venir. Un duro período de luchas sociales y políticas para evitar que el capitalismo de desecho se imponga por sobre la vida de millones de personas en todo el mundo.

Como he escrito en esta misma columna, cuando pase la fase más grave del coronavirus, no podemos esperar ni desear regresar a la “normalidad” de antes de la pandemia. Tenemos que pensar en cómo construir relaciones sociales que no produzcan desigualdades sociales como las que ahora brotan indecentemente en medio de esta tragedia.

(SIN EMBARGO.MX)