Mauricio Meschoulam*
La crisis del coronavirus ha producido, paradójicamente, algunas repercusiones positivas en la región de Medio Oriente. Por ejemplo, un cese al fuego en Yemen, una distensión en las relaciones entre Hamás e Israel y un relajamiento relativo en las hostilidades de Irán con EU. Pero hay otros ámbitos en donde pareciera que la pandemia ha sido insuficiente para reducir la lucha de poderes. Ese era, hasta hace poco, el caso del choque entre Arabia Saudita y Rusia el cual, afortunadamente, está entrando en fase de tregua. Pero si pensamos que ello tenía sólo que ver con petróleo, estamos viendo sólo una pieza de algo más complejo.
En efecto, hace unas semanas, cuando a raíz de la crisis global, Arabia Saudita pedía a Moscú participar con la OPEP en recortes a la producción de crudo, resurgieron fuertes diferencias entre el Kremlin y Riad no solo en cuanto a la estrategia de corto plazo, sino en cuanto a la visión que Rusia tiene para el mercado petrolero hacia el futuro. Por lo tanto, Rusia, se negó a hacer los recortes que Arabia Saudita demandaba. Entonces, Mohammed Bin Salman –el príncipe heredero saudí que apodan “Mr. Everything” por el poder que tiene– explotó. Riad anunció una reducción drástica a su precio base de exportación y aumentos en su producción de petróleo, lo que desplomó los precios del crudo. De hecho, intentos subsecuentes para conciliar ambas posiciones habían fracasado hasta hace unos días. Pero, ¿qué es lo que hay detrás?
En realidad, se trata de una lucha de poderes que tiene mucho resentimiento acumulado y que frecuentemente termina por estallar. Detrás de esa acumulación está, primero, el rol que el Kremlin ha jugado en la guerra siria en donde Rusia se ubica en el mismo bando que los mayores rivales de Arabia Saudita. Más allá de eso, Moscú ha conseguido a lo largo de estos años, llenar en parte el vacío que ha dejado Estados Unidos tras su repliegue relativo de la región. Arabia Saudita ha tenido que adaptarse a una situación en la que no tiene otra alternativa que tratar con Putin.
El conflicto petrolero era, quizás, uno de esos puntos en los que Riad contaba con el peso y la fuerza necesaria como para librar una batalla equilibrada contra Moscú. Así, el conflicto fue evolucionando rápidamente y se convirtió en una oportunidad para disputar la fortaleza política que el Kremlin se ha ganado en la región, robar a Moscú un pedazo de su iniciativa y demostrar que Arabia Saudita sí podía doblegar a Rusia, al menos en este ámbito, y tal vez obtener concesiones en otros que le son relevantes. La cosa es que a Mohammed Bin Salman no todo le sale como lo planea. Putin decidió pelear y supo comunicar eficazmente que contaba con reservas suficientes y, sobre todo, con la determinación para llevar este conflicto hasta sus últimas consecuencias. La realidad es que estábamos ante una disputa que no iba a producir ganancias, sino distintos grados de pérdida, y eso terminó por propiciar un acuerdo el cual, por cierto, al momento de este escrito se encuentra en suspenso por la postura de México. Al final, como vemos, esta es una más de esas áreas en donde todo termina conectándose. En México lo sufrimos.
Nuestros ingresos y nuestra proyección financiera ya pagaron un costo extra a los que ya tendremos que pagar por la crisis económica que apenas inicia. Por consiguiente, resolver las disputas geopolíticas y económicas que varios de los conflictos en el mundo han generado a través de instituciones y mecanismos multilaterales de concertación son temas que importan.
@maurimm
*Analista internacional