Cristóbal León Campos*
Notas desde el confinamiento
Una de las primeras cuestiones que resaltaron en la escena mundial al declararse la pandemia por la propagación masiva del coronavirus, fue la endeble situación de la existencia de millones de seres humanos a lo largo del mundo, esto, debido a que las condiciones económicas de empobrecimiento, explotación y marginación se incrementaron con los años, la desarticulación de los derechos sociales como la salud y el trabajo, manifiesta su repercusión agudizada con los efectos de la pandemia que ahora sobrellevamos, los países europeos considerados desarrollados ven evidenciada la carencia que en ellos existe, por ejemplo, el caso de España, que desde las crisis pasadas en la economía planetaria, vio reducirse de manera abismal el empleo para su población arrojando a cientos de miles a las calles, situación que para la realidad latinoamericana conocemos muy bien, debido al azote que ha significado la política neoliberal impuesta durante décadas, no olvidemos que una de sus repercusiones primarias fue la reducción de la responsabilidad del Estado en torno a los derechos humanos, los recortes en asuntos de salud y trabajo despojaron a millones de sus empleos y de la posibilidad de jubilación o pensión, así como de recibir un servicio de salud digno, o en el peor de los casos, al menos recibirlo aunque fuera reducido. La disminución del presupuesto en salud deterioró en todos los sentidos los bienes públicos, priorizando la privatización y con ella marginando a quienes no tienen el recurso para pagar por el cuidado necesario en la vida diaria como en situaciones excepcionales de pandemia, epidemias o desastres naturales y sociales.
La vulnerabilidad a la que hemos sido condenados, en las próximas semanas alcanzará niveles de repercusión sumamente alarmantes, ya de por sí la situación es por demás difícil, la cuarentena recomendada para evitar que los contagios del coronavirus se maximicen, resulta una medida desigual, pues si bien se sabe que en términos ideales es lo mejor para el bienestar de todos y todas, también se sabe que en términos reales no es factible para millones de personas que por mantener sus trabajos tienen que romper la cuarentena y salir a ganar el sustento diario, además, poco a poco, van dándose a conocer una serie de atropellos a los derechos de trabajadores y trabajadoras en diversos sectores de la industria y los servicios, tan sólo en Yucatán, una maquiladora con más de 300 trabadores y trabajadoras, decidió cerrar sus puertas violentando los derechos laborales de sus empleados e incrementando el riesgo de crisis social que por naturaleza de la pandemia se visualiza, sin pena alguna, los inversionistas retiraron sus recursos económicos, liquidaron a algunas personas y dejaron a la deriva la economía familiar de todos y todas.
Un panorama similar se ve a nivel nacional, en donde empresas como Starbucks, anunció que durante el tiempo de la cuarentena no pagará a sus empleados y empleadas en México, no obstante sí lo hará en países como Canadá y Estados Unidos (un acto claro de discriminación), estas medidas en conjunto representan la actuación de la operadora Alsea en medio de la crisis que pasamos, pues como se sabe, Alsea coordina una serie de restaurantes y cafeterías de comida rápida: Domino’s, Starbucks, Burger King, Vip’s, entre otros, en todos estos comercios han “solicitado” a los trabajadores y trabajadoras que acepten realizar una “ausencia voluntaria” durante 30 días sin goce de sueldo, lo cual a todas luces viola todos los derechos laborales y humanos de cada una de las personas que en esas empresas trabaja, una muestra lamentable del desprecio que sienten los patrones por los trabajadores y trabajadoras quienes son en realidad los que sostienen con su fuerza de trabajo cada una de las empresas y del propio país. Es notoria la necesidad de la organización de clase para hacer frente a estos atropellos y violaciones sistemáticas.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas