María Teresa Jardí
Así como es diáfano que México fue convertido en laboratorio del imperio yanqui por apátridas mexicanos que aceptaron lo que se les fue ordenando por EEUU, que hoy ya queda claro que es esbirro de los dueños de ese imperio, cuyas grandes empresas globalizadas lo controlan todo. Las que quizá esparcieron el virus que se les descontroló, y, ¡oh sorpresa!, que mata también blancos y ricos. Empezando con Echeverría, en el caso de México, acatando la orden de bajar la educación escolarizada quitando la materia de filosofía de las ingenierías universitarias. Para llegar, que me conste, en Oaxaca, a entregar certificados a niños que habían acabado la primaria sin saber leer. Y no me refiero a no comprender. Hablo de ni siquiera saber juntar las letras para leer las palabras, pero a los que se había enseñado a poner su nombre en las listas de raya que era para lo que se estaba preparando a los modernos esclavos y por eso parecía un respiro la llegada de los neoliberales, que hoy queda claro que jugaron el papel de encubrir al enemigo de la humanidad que es el capitalismo. Capitalismo que se sigue aplicando en México y en buena parte del mundo.
No sólo la ética ha desaparecido del diccionario de los políticos. Tampoco se refieren al capitalismo ni siquiera los gobernantes que dicen que no son neoliberales. A pesar de la evidencia que merced al coronavirus parece estar despertando en los pueblos la identificación de ese enemigo común que es el sistema capitalista, que condena a muerte a millones de personas. Enemigo común que ha permitido enriquecerse de manera bestial al puñado de ricos, de entre los que, algunos, son empresarios “amigos” de la 4T y otros servidores de los Bayer–Monsanto, reconvenida la segunda empresa a manos de la primera igual de obscena.
Se dejó de convertir en buenas las leyes para convertir sus reformas siempre en perfectibles. Lo que tiene toda la lógica. A final de cuentas todos los partidos en México se van integrando por brincacharcos igual de oportunistas, sin importar el cobijo de colores y siglas. En México todos son iguales por eso están todos perdonados sin importar la justicia.
Implementar el Plan Puebla Panamá en medio de la tercera fase de la pandemia que significa el coronavirus es una canallada. Y no se hagan ilusiones los actuales de que van a ser perdonados por los que vengan. La crónica les anuncia el mal final que para el país y para ustedes va a tener el cumplimiento del capricho de un imperio en manos de un loco. Desoyendo el llamado de la naturaleza, que está diciendo que ya basta de destrucción, contaminación y despojo, ignorando a los pueblos originarios, con una falsa consulta y sin estudios de impacto, se establece, por decreto que va el Plan Puebla Panamá, condenando a México a seguir siendo colonia de europeos, yanquis y chinos.
Un tren para entregarlo todo, hasta la propiedad del tren, aunque mentirosamente se le concesione a Fonatur su gerencia por 30 años. Construcción en tiempos de pandemia para la historia de la ignominia. Un tren que de maya no tiene más que el nombre usado de manera despectiva. Crisis civilizatoria que encanta a los organismos internacionales y a los gobernantes. La misma condena que antaño convertía a México en ejemplo civilizatorio. Que nunca fue. Aquí no se dieron los golpes militares que en el Cono Sur se vivieron, pero eso no significó que la represión no se diera ni que la Brigada Blanca asesina de guerrilleros no existiera. Se repiten hoy las alabanzas de lo bien que se está haciendo. Sin cuestionar lo inaceptable que es la aplicación del Plan Puebla Panamá y el actual gobierno a la mexicana pasando a la historia coleccionando defensores del medio ambiente ejecutados. La telebasura continuando su trabajo colonizador y deseducativo. Pobre México: la condena sigue vigente y por lo visto es eterna.