Por Alejandro Calvillo
Como lo ha señalado la Organización Panamericana de la Salud y el Dr. López-Gatell, si algo convierte a la población mexicana en altamente vulnerable ante la Pandemia de coronavirus, aparte del desmantelamiento del sistema de salud y los altos índices de pobreza, es la epidemia de obesidad y diabetes que vivimos. Los datos son contundentes, la causa principal de estas epidemias a las que llega a sumarse la pandemia, es el cambio en la dieta de los mexicanos, en el hecho de que somos los mayores consumidores de comida chatarra y bebidas azucaradas en la región.
Desde pequeños, varias generaciones de mexicanos hemos sido inducidos al alto consumo de estos productos a partir de lo que nuestros padres nos ofrecían, a partir de lo que había disponible, a partir de la ingesta de productos altamente atractivos y de una publicidad que ha presentado a los padres estos productos como ideales para niños (cereales azucarados, bebidas azucaradas, postres azucarados, pastelillos grasosos y azucarados, botanas grasosas y con altas cantidades de sal, etc., etc.), enganchando con su publicidad a los niños a través de diversas estrategias, entre ellas, la más efectiva, a través del uso de personajes atractivos a la infancia.
Tras la publicación en el Diario Oficial de la Federación de la Norma 051 sobre el nuevo etiquetado en México, se despertó una serie de inquietudes respecto a la desaparición de los elementos persuasivos en los empaques de los productos que contengan algún sello por rebasar los límites establecidos de azúcares, grasas, sodio y calorías; o que porten alguna leyenda por contener edulcorantes no calóricos o cafeína. Es decir, a partir del 1 de abril del 2021, los empaques no deberán tener ningún personaje infantil, animación, dibujo animado, celebridad, imagen de algún deportista o mascota, así como elementos que inviten a realizar juegos interactivos o descargas digitales.
La evidencia muestra cómo los productos altos en azúcares, en sal, en grasas saturadas, provocan una respuesta del sistema inmunológico que se expresa en inflamación. La inflamación crónica, permanente, en personas con obesidad o diabetes, debilita el sistema inmunológico y eso nos hace más vulnerables a infecciones, ya sean bacterias o virus. Lo contrario hacen las frutas, las verduras, los granos enteros, fortalecen nuestro sistema inmunológico. Tienen propiedades desinflamatorias.
Es así como podemos ver de otra manera los efectos que los productos, que esos tiernos personajes publicitan, tienen sobre la salud, cuando dominan nuestras dietas. No sólo son causa de sobrepeso y obesidad, con todas sus consecuencias en salud, son causa de un debilitamiento del organismo.
En días recientes, muy seguramente, llegaron a ustedes noticias tituladas “Adiós al osito Bimbo y Chester Cheetos”, “El querido Oso se despide de toda una generación a la que marcó su infancia”, “Adiós a los queridos personajes” y más de ese estilo. Todas estas noticias despertaron una serie de reacciones en redes sociales que dejaban notar su nostalgia por el retiro de estos personajes que, tal como dice uno de los titulares, “marcaron su infancia”.
Es comprensible que se despierte cierta “nostalgia” tras la noticia, al ser ésta un constructo social que opera en la construcción simbólica de la añoranza y su materialización a través del consumo de alimentos en los contextos particulares en los que vivimos, sobre todo, en un contexto como el mexicano en el que hemos estado expuestos a este tipo de publicidad desde hace ya muchos años y en el que varias generaciones hemos crecido viendo a estos personajes como parte de nuestra infancia.
Pero precisamente de lo que se trata esta medida es de protección a la infancia y estas reacciones demuestran el éxito del tipo de etiquetado, como parte de toda una estrategia de mercadotecnia para “enganchar” a niñas y niños a las marcas. Así, ha sido frecuente que en los productos destinados particularmente para niñas y niños se utilicen personajes llamativos en forma de caricatura, colores brillantes, envasados divertidos, personajes y celebridades que atraigan más a la compra de sus productos.
Diversos estudios destacan que los niños expuestos a la publicidad pueden reconocer desde los tres años marcas como McDonald’s, Burger King y Coca-Cola. Un estudio publicado en Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine demuestra el efecto de la publicidad en las preferencias de los niños. Los investigadores dividieron una hamburguesa comprada en McDonald’s en dos porciones. Envolvieron una porción en un papel que tenía la marca de la hamburguesa y pusieron la otra porción en un papel similar, pero sin el logo de la marca; posteriormente se les pidió a los niños probar las dos porciones y decir cuál tenía mejor sabor. El resultado fue que más niños eligieron la hamburguesa envuelta en el papel con el logo de McDonald’s, quedando demostrado el gran efecto que tiene la publicidad y las marcas para influir en las preferencias de los niños.
La Organización Panamericana de la Salud establece que este tipo de estrategias se aprovechan de la “credulidad e inexperiencia” de niñas y niños. Como muestra, un estudio publicado en la revista Pediatrics, en el que se les pidió a niños de 4 a 6 años que probaran y evaluaran el sabor de dos botanas idénticas, pero con empaques diferentes, una envuelta con un personaje y otra sin el personaje. El resultado fue que los niños prefirieron el sabor de las botanas con el personaje. Este tipo de estudios no son aislados, una revisión por expertos de 123 artículos académicos destaca que la publicidad influye en las preferencias de los niños y la exposición a la publicidad para alimentos y bebidas chatarra, influye en la petición y el consumo de estos productos.
La industria de alimentos y bebidas usa este tipo de herramientas para aumentar la probabilidad de que los niños demanden a sus padres sus productos. Según la Encuesta Nacional sobre Obesidad del 2017, más de la mitad (51 por ciento) de los padres mexicanos mencionaron que sus hijos les piden “muy/algo” frecuentemente algún producto anunciado en la televisión o en otra publicidad cuando van a la tienda o el supermercado. El 45 por ciento de esos padres acepta sentirse fastidiado “muy/algo” frecuentemente por la insistencia de sus hijos al momento de la compra de algún producto. A este fenómeno se le conoce como el “factor fastidio”. En los años ochenta un despacho de publicidad hizo uno de los primeros estudios sobre este “factor” en el que concluyeron que del 20 al 40 por ciento de las compras de productos para niños, no habrían sido realizados si no fuera por las demandas de los niños.
El uso de personajes animados es una estrategia muy efectiva para promover el consumo de productos no saludables entre la infancia, y sus padres expresan frustración ante la dificultad de limitar su consumo y explicarles las razones por las cuales no son saludables, pues sus hijos asocian estos personajes como algo positivo al parecer tan inofensivos, amigables y llamativos. Sirva de reflexión profunda esta situación que está despertando las reacciones de “nostalgia” de las personas por despedirse de los personajes, pero no como reacción para abrir los ojos por la realidad de estos personajes que fueron creados únicamente con el fin de vender.
En esta sociedad de hiperconsumo en la que vivimos, podemos quejarnos más por decir adiós a un osito, a un tigre, a un conejo, etc., pero no para pronunciarnos a favor de nuestra salud. Como muestra, todos aquellos comentarios que tras la noticia insisten en que es una cuestión de educación o de responsabilidad de los padres, son el reflejo del discurso de las empresas para culpabilizar a las personas por su consumo desmedido y no por la falta de políticas públicas que regulen todo este ambiente que propicia la obesidad.
Por fin nuestro país está siguiendo las medidas recomendadas por los expertos en salud y por los organismos internacionales para frenar esta epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes que pone en riesgo a la población global, incluso, tras esta pandemia del COVID-19, se sabe que las personas que ya tienen una enfermedad crónica tienen mayor riesgo de tener complicaciones por este virus. Veamos esta medida como un paso adelante en la garantía de nuestro derecho a estar informados, de nuestro derecho a la salud y de nuestro derecho a la alimentación, no como una limitante de las marcas a sus ventas. Digamos adiós a todos estos personajes, pero con una nostalgia positiva, con una nostalgia que nos refleje el futuro de nuestras hijas e hijos, quienes ya no serán víctimas de todos estos personajes en los empaques y que tendrán la información de manera más clara y precisa para tomar decisiones sobre lo que consumen y sobre su salud.
(SINEMBARGO.MX)