Opinión

Estados Unidos y el Coronavirus

Michael Vázquez Montes de Oca

Economía Popular

Siendo los Estados Unidos el motor principal de la economía mundial y América Latina y el Caribe tan dependiente del mismo, debe interesar lo que sucede allí.

El coronavirus ha afectado el caudal global, sigue propagándose por todo el mundo y el centro ahora es Estados Unidos, con el mayor número de casos confirmados y de nuevos casi tres veces más que en cualquier otro país y el número de muertes sigue aumentando.

El diario Washington Post señaló que la economía norteamericana deteriora más rápido de lo previsto, las medidas tomadas para frenar la pandemia mantienen a más de 84 millones de personas encerradas en sus hogares, ha provocado el cierre casi total de la mayoría de las empresas y la pérdida de trabajo de millones de sujetos, superando los esfuerzos del gobierno para afrontar la situación y Bridgewater Associates estimó que se contraerá en los próximos tres meses a una tasa anual del 30%, mientras que Goldman Sachs fija la caída en un 24%.

El mundo se enfrenta a una plaga paralela, la emisión de moneda, la desenfrenada impresión no está impidiendo que los mercados sigan cayendo y el problema está en la Reserva Federal y en el resto de bancos centrales, que mientras sigan optando por esa receta, no cabe sino esperar más catástrofes financieras. El disparo del precio del dólar estadounidense en las últimas semanas respecto a las demás divisas, no es más que un pequeño repunte antes del gran desplome.

El presidente Trump afirmó que su administración se ocupa actualmente en un plan para reabrir la economía y retornar a la normalidad en una fecha próxima, sin afectar la seguridad de la población por la amenaza. En su mundo imaginario, “todos” se refiere, en primer lugar, a sí mismo, y luego a un montón de ejecutivos que quieren que sus asalariados vuelvan al trabajo y les generen ganancias sin importar el impacto y los multimillonarios pueden temer que el daño del coronavirus provoque su derrota y aumentos de impuestos.

El mandatario agradeció el apoyo al mayor acuerdo de ayuda financiera en la historia ($2 billones de dólares) y la mejor noticia para sus planes vino de Wall Street, el Promedio Industrial Dow Jones tuvo una subida del 11.4 y el índice S&P 500 un 9.4%; en tiempos normales, las corporaciones obtienen favores especiales de Washington a cambio de generosas contribuciones de campaña y nadie se asombra (el recorte de impuestos de Trump, entregó $1.9 billones a las grandes corporaciones y a los ricos).

En esencia, el Congreso le está dando a la Reserva Federal la autoridad de proveer sumas ilimitadas de dinero en efectivo directamente a los bancos y corporaciones gigantes; aunque también los hospitales recibirán ayudas significativas; el objetivo final es mantener al sistema financiero en funcionamiento. Los legisladores más conservadores se oponen al acuerdo debido al gasto público que implica y algunos liberales se han expresado escépticos.

Se están realizando despidos permanentes y temporales a un ritmo más rápido que el registrado desde la crisis financiera global del 2009; hay más desempleados que durante la Gran Recesión y que después de desastres naturales de gran envergadura.

Se prevé que las cifras que el Departamento del Trabajo publicará van a romper el antiguo récord de mayor número de solicitudes de prestaciones, pero los datos oficiales no suman los que laboran a tiempo parcial y los cientos de miles de indocumentados que han perdido sus ingresos; en tanto algunos especialistas pronostican alrededor de 3 millones de nuevas reclamaciones y otros calculan que el paro superará los dos dígitos, con cerca de 18 millones. Hasta ahora, uno de los referentes más serios sobre lo que le ocurrirá al turismo fue el mega paquete de apoyos que le dio el Congreso (la espeluznante cifra de pérdidas estimadas en más de 355 mil millones de dólares para todo el año y 3.6 millones de trabajos directos). Nunca se había alcanzado tan astronómica cifra de subsidios, supera con mucho el anterior récord de 695 mil peticiones, en octubre de 1982.

Walmart, el empleador más grande de Estados Unidos con 500 mil personas, limita el tiempo libre remunerado por año a 48 horas y no da licencia por enfermedad pagada y tampoco lo hacen ninguno de los gigantes de la industria de la comida rápida (McDonald’s, Burger King, Pizza Hut, etc.). Y aquí está lo más irritante de todo: estas corporaciones se han asegurado que ellas y otras compañías con más de 500 subordinados estén exentas del requisito de que otorguen licencia pagada.

El Covid-19 ha puesto al descubierto las profundas divisiones de clase, para la actual Administración “ganar la guerra” contra la pandemia significa, sobre todo, restaurar las mejores condiciones para la intensificación de la explotación de la clase obrera. Este es un conflicto irreconciliable, la determinación de la elite gobernante para hacerle frente sin socavar el sistema de lucro capitalista que conduce al autoritarismo y a la guerra.

En Nueva York, California y Florida, los casos se han disparado, apenas disponen de medios de protección, kits de diagnóstico, ventiladores suficientes; el gobernador de Nueva York hizo un llamado a voluntarios médicos para que vayan a prestar asistencia en momentos críticos de abarrotamiento en los hospitales (necesitan alrededor de un millón de trabajadores adicionales), se han visto imágenes desgarradoras de cadáveres amontonados en las afueras de un sanatorio en el área de Brooklyn, cuerpos remolcados desde camillas situadas en la acera y se han estacionado remolques refrigerados para ubicar a los fallecidos.

En un período en que casi todos se sienten agobiados y temerosos, el uso del poder y el privilegio para explotar las debilidades y vulnerabilidades de los demás es moralmente intolerable. Está claro que a Trump no le interesa el destino de los más de 320 millones de estadounidenses. Le molesta la cuarentena, de la que ha dicho que “el remedio puede ser peor que la enfermedad”, lo ha calculado y hay evidencia de que lo ha hecho animado por la economía de los jerarcas de Wall Street y no la del pueblo; puede perjudicarse y también su reelección si continúan las bastante laxas medidas de distanciamiento social.

Se trata del país cuyo presidente estuvo minimizando durante semanas la amenaza y su letalidad, que ha mercantilizado a tal punto los servicios de atención sanitaria, que no dispone de un verdadero régimen de salud pública, como sí tienen, en sus distintas realidades, México, Argentina, Costa Rica, Venezuela o Cuba.

Estados Unidos tiene menos camas hospitalarias per cápita que Italia; un estudio de Imperial College London estimó que el saldo del Covid-19 sería de 2.2 millones de muertos y el principal experto en infecciones del gobierno e integrante del grupo especial para el coronavirus consideró que si no se logra mitigar la crisis, las muertes podrían oscilar entre 100 y 200 mil; Stephen Kissler, de Harvard, dijo que es probable que sea una parte perdurable de la vida por lo menos un año, pero ello no significa que la sociedad deba estar en un encierro continuo hasta el 2022, pero necesitaría estar preparada para hacer múltiples períodos de distanciamiento social.

Las personas con bajos ingresos serán las más afectadas, más de 27 millones carecen de seguro médico, 11 millones de indocumentados y sin ciudadanía no hay atención médica, otros porque a los empleadores no se les exige ofrecer licencia pagada por enfermedad.

Cuando llegó a la Casa Blanca, Trump prometió convertirse en el mayor desregulador de la historia y logró sacar adelante la mayor rebaja de impuestos. A menos de un año de la reelección, debe impulsar un plan de rescate para empresas y ciudadanos y activar incluso la Ley de Producción de Defensa, que permite intervenir las industrias para garantizar la fabricación de materiales necesarios.

El famoso American Dream (sueño americano), muestra su verdadera estampa y se convierte en la American Nightmare (pesadilla americana). Para frenar la “grave situación epidemiológica”, Rusia y China ofrecieron refuerzo, que ha sido aceptado “con agradecimiento” por el gobernante norteamericano, el cual dijo que deberían esperar dos semanas muy dolorosas hasta que alcance su punto máximo, pero Estados Unidos se empeña en mantenerse como líder en el mundo, desacreditando las noticias que llegan desde Rusia, China y Cuba, que colaboran auxiliando a los más necesitados y ya empieza a tergiversar la realidad para evitar que se perciban como vencedores en la lucha contra el contagio, necesita ocultar la realidad. De hecho, prima un control sobre la oferta médica, que se ve en los altos precios de una simple prueba del diagnóstico y en las restricciones que impone para evitar la formación excesiva de galenos, pero no es sólo una lógica económica la que finalmente determina la organización de salubridad doméstica, detrás hay un proceder siniestro que también tratan de imponer al mundo y ello se ve en su llamado a otros países para que no reciban colaboración médica cubana.

Atilio A. Borón manifiesta que la primera víctima fatal que se cobró fue la versión neoliberal del capitalismo, Washington, hoy tiene que vérselas con el gigante asiático y se suma la amenazante presencia de Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial. Su ascendencia política se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe; la extraordinaria gravedad de los efectos hará imposible una vuelta al pasado y ello provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a producir aún a sabiendas de que pone en riesgo su vida y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” o un experimento híbrido, se han movido las placas tectónicas del capitalismo. Además, nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes”.

Las pandemias son catalizadores de cambio. Los ataques del 11 de septiembre de 2001 concentraron el mundo en el antiterrorismo, acaso luego del Covid-19 la atención pase a la salud pública y consecuentemente podrían proteger al mundo de la próxima epidemia.