Ricardo Andrade Jardí
Decía el director de teatro Ludwik Margules que: “en tiempos de adversidad, en situaciones extremas, se conoce lo mejor o lo peor de cada persona”. Nunca como hoy mejor dicho. Lo mismo se puede decir sobre los gobiernos en épocas de crisis globales.
En medio de la pandemia mundial declarada por el coronavirus (Covid-19), que supera ya el millón de contagios y que suma la terrible cifra de medio millón de muertos por esa causa, el mundo ha podido ser testigo de las diferentes formas de enfrentar la crisis del contagio en cada país, algunos con un éxito aparente y otros donde las decisiones de gobierno han priorizado el capital Vs. la vida y han demostrado su fracaso y, peor aún, la deshumanización absoluta de sus sistemas políticos y económicos.
El capitalismo está en crisis y es una crisis civilizatoria. Y el virus no ha hecho otra cosa que acelerarla al tiempo que la hidra se desnuda de todas sus caretas mostrando sin disfraces sus verdaderos intereses.
En ejemplos como el de Italia, o como el de la monarquía medieval del Estado español, donde la muerte por contagios de coronavirus es más que dantesca, podemos ver cómo la rapiña franquista de la derecha española, que durante años desmanteló la sanidad pública, ahora pretende lavarse las manos y embiste contra el gobierno actual, en su patética lucha por el poder político, en tanto en los hospitales se dejan morir a las y los ancianos en un intento de salvar a las y los más jóvenes, hay que decirlo: no por una razón humanitaria sino por una razón de Estado ya que el día de mañana se requerirá de esa fuerza de trabajo esclava para salir de la crisis económica y para que la burguesía y sus monopolios industriales sigan manteniendo sus corruptos privilegios.
Por otro lado vemos cómo la Solidaridad cubana, país que ha sufrido más de 50 años la imposición de un embargo comercial criminal, que las “democracias” y monarquías del mundo, las mismas que hoy reciben la ayuda médica de la pequeña isla, han permitido impunemente, envía un ejército de médicos, sí, de médicos revolucionarios, por todo el mundo, principalmente a los lugares de mayor contagio como Italia, para prestar sus servicios y conocimiento científico frente a la emergencia sanitaria. Al tiempo que tristemente somos testigos de cómo la arrogancia y la estupidez de imperialismo yanqui han convertido al imperial país en el epicentro de contagios y pronto será, además, el país con el mayor número de muertos.
La solución del fantoche presidente Trump y su criminal gobierno, mercenario, a fin de cuentas, es robar aviones con los equipos e insumos médicos que Francia había negociado en su intento de controlar la epidemia en el país galo. Mientras despliega, una vez más, su flota militar por el Mar Caribe, con la intención de agredir a Venezuela y cercar a Cuba, para que la isla no reciba equipos médicos de China, ni de ningún otro país. Incapaces, los yanquis, para parar los contagios en Nueva York donde muere una persona cada 6 minutos por coronavirus.
No sería aventurado suponer que además de la agregación a Latinoamérica, el imperialismo yanqui, siendo el país de mayor contagio hasta ahora, busque esparcir el virus y acelerar los contagios por todo el Continente.
Tal vez lo que esta lógica de muerte del extractivismo capitalista no ha podido calcular, es que los muertos no son números: son abuelas, tíos, primas, amantes, esposas, hijos, amigas… personas del afecto de quienes sobrevivirán este desastre y que en algunos casos, esperemos que los más, sabremos convertir nuestros dolores y rabias en rebeldías que apuntalen el amanecer de otros mundos posibles. O de lo contrario la pesadilla extractivista nos impondrá un nuevo capitalismo de control fascista que ya se está ensayando en la obligada cuarentena.