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Opinión

Pandemonium

León García SolerA la mitad del foro

¿Cuándo es la Pascua? ¿Y cuándo es el informe de gobierno a la Nación? No hay calendario que precise el momento en que se disolverán los efectos de la coronavirus y se acepte el final de la era de las verdades alternativas de míster Trump. Lo del muy deformado informe del Presidente de la República sobre el estado que guardan los asuntos de la Nación, eso se disolvió en el vendaval que desmanteló las instituciones y mal pudo sostener los pesos y contrapesos en el vacío del Estado que dio paso a la violencia criminal armada por la impunidad endémica.

Hoy es domingo 5 de abril de 2020. Pero ya decretada la nueva era de la Cuarta Transformación, es el tiempo acelerado de la confusión de molinos de viento con avisos de cómo nace y muere un volcán. Podríamos convocar los cuadros impactantes y vitales del Doctor Atl. Pero este cinco de abril, que es primero de septiembre, llega después de la erupción brutal de la pandemia que paralizó al mundo entero: Anticipo de la crisis económica desde el capital concentrado en el 0.1% de la población, hasta los cientos de millones en lo más profundo de la barranca de la pobreza, de los que se levantan y se acuestan con hambre. El titular del Poder Ejecutivo de la Nación, rendirá hoy su tercer informe. Antes del primero, porque ya todo cambió, ya nada es como antes.

Quién hubiera imaginado el aterrizaje en Nueva York de un gigantesco Antonov An-124-100, avión ruso cargado con mil camas y 12 quirófanos; ayuda humanitaria, material médico para combatir los más de 200,000 casos de coronavirus que afectan al país más rico del mundo. Y todavía no llega la hora de la cacería de huevos de Pascua en los jardines de la Casa Blanca. Y todavía hay quienes difunden por los infinitos medios de comunicación de la era, las versiones de un complot o del inicio de una guerra espacial con el Covid-19 como arma mortífera. La marcha de los tontos hacia el abismo, que brillantemente expusiera la historiadora Bárbara Tuchman. Trump no es profeta aislado: “Parece que en abril, sabe, en teoría, cuando hace más calor, milagrosamente se va.” En la Gran Bretaña, Boris Johnson insistía en que seguiría estrechando manos, dos días antes de resultar positiva la prueba del virus que le hicieron.

En las alturas del poder político se produjo una fiebre de pasión reminiscente de las peregrinaciones medievales y los excesos de fieles, siempre conducidos por pastores religiosos y señores feudales. En Nicaragua, la vicepresidente, esposa del Presidente Daniel Ortega, encabezó el 14 de marzo una “marcha ciudadana” para combatir al virus: “El pueblo unido jamás será vencido”, coro revolucionario que niega los hechos de la ciencia que receta mantenerse a sana distancia, separados y en el aislamiento de ser posible. Nada altera la tozudez de un auténtico militante del nacionalismo de derecha extrema. Jair Bolsonaro, el burdo dictadorzuelo que se declara aliado de Trump, declara a O Globo, el 20 de marzo, que la pandemia es una “gripezhina”.

¡“Una gripita”! Y en el país del futuro. En Brasil, Bolsonaro declara que “se puede tirar a un brasileño a una atarjea, y saldrá de ella sonriente, inmune”. Libre de contagio, dicen unos. Mientras otros, como Victor Orbán, en Polonia, imponen silencio y estado ficticio de excepción para someter al pueblo, eliminar la pluralidad y consolidar la dictadura a la que llegaron bajo el manto indefinible del populismo. Porqué eludir la gravedad de un mal declarado pandemia por la Organización Mundial de Salud. Tendríamos que acudir a la fascinación con lo inexplicable y la obsesión con la virtud curativa de los reyes. O a la censura encubierta en protección de los pueblos, aplicada en Argelia, en Hungría, en Turquía, en Venezuela, donde hablar de la pandemia se declaró penado por la ley.

Hoy domingo, tendremos mayores y mejores razones para entender las contradicciones y las prisas por alterar el marco legal que nos rige; con estricto apego a lo establecido por la norma constitucional, o bajo la presunción de hacerlo conforme al dictado mayestático del vencedor del 1º de julio de 2019. No olvidar que se ha procedido ya bajo el decreto inapelable del voto apabullante, no en una elección, sino en una revolución declarada y aprobada por más de treinta millones ¿de votos?, ¿de sufragios?, ¿de confirmación popular de justicia a quien se combatió y se cometió fraude para impedirle recibir el mandato del pueblo bueno?

Mal anda Felipa que pura agua bebe, dicen que decían los campiranos de antaño. Los de ahora, no. Simple y llanamente porque los mexicanos del común no disponen de agua ni para beber. Ya no digamos para lavarse las manos con agua y jabón, durante dos o tres minutos de frotar una con la otra y confiar en que, según afirman médicos, bioquímicos y epidemiólogos, el temible coronavirus no sobrevive al efecto de la espuma jabonosa. No tienen agua los de esa mayoría pobre, paupérrima, a la cual demanda Andrés Manuel López Obrador atender primero, por el bien de todos. Y el virus de marras no respeta clases, ni etnias, ni cuentas de banco. Los Estados Unidos es el epicentro de la emergencia. Nueva York, capital del mundo, donde triunfar prueba que puedes hacerlo en cualquier parte, es la imagen de un pueblo abandonado: aumentan los enfermos, los muertos, y no dispone la sede de Wall Street de equipos de protección personal para los trabajadores de la salud.

Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, enfrentó un sistema hospitalario decrépito y deficiente en medicinas y del instrumental indispensable para la atención del mal respiratorio que acaba por paralizar los pulmones y matar. Cuomo es un político sereno, valiente y atento a resolver los asuntos en crisis; sin griteríos demagógicos, en contacto contante con los medios de información y dispuesto a negociar con empresarios de su tierra, o de la distante China para obtener los indispensables “ventiladores” que podrían mantener con vida a la mayor parte de los pacientes graves que “va a empezar a morir en el corto plazo”.

Imposible conseguir ese instrumental en el mercado de la globalidad comercial tan alabada. Y ahora tan angustiosamente denunciada por quienes mandan en las naciones más ricas y prósperas de la Tierra. Cuomo negocia con el Presidente Trump. Agradece lo que recibe y avanza con la política como convicción y medio para resolver los asuntos a su cargo. Ya ha iniciado un acuerdo con gobernadores de otros estados, que llegarán a la “cúspide” de la curva por aplanar, después de que llegue Nueva York. Y así, sumando y atendiendo al imperio del tiempo, al plazo dictado por el virus y su contención por medio del aislamiento de la población, en cuarentena y no bajo estado de excepción, podrán llegar a enfrentar la terrible recesión económica que ya impuso la pandemia.

Del plazo dictado por el virus, decía. Y fatalmente por la capacidad de no perder el tiempo. Menos todavía, de ignorar la realidad que se impone siempre. Sea la falta crónica de agua, impuesta por la desatención, desprecio y olvido de los derechos de esos pobres a quienes convocó AMLO a atender primero, por el bien de todos. Y así va a ser después del informe del calendario de la nueva era, sin nombre, ni orden, ni secuencia. Cuarta Transformación de la que estamos, dice el diputado Muñoz Ledo, en “el año cero”. Nunca ha existido tal año, ni calendario que lo señale: A las 12 PM del último día del último año de la era anterior, empieza el año uno de la nueva, en el primer segundo, o décima, centésima, milésima, diezmilésima de segundo. Hasta donde lo quiera la voluntad o el instrumental del que lleve la cuenta.

Hagan sus cuentas. Pero en este día y los que sigan las que se impondrán son las de la crisis económica, llegada en sentido opuesto por la pandemia, a depresión. A una larga y amarga crisis económica que no se altera por la voluntad inquebrantable del pastor al arribar a la Tierra prometida, ni se detiene a solicitud expresa del poseedor de un escapulario que proteja al portador que lo invoca.

Mal andaba nuestra economía en paro. Así tenga siempre otras cuentas el que manda. O calle humildemente el secretario de Hacienda que cumplió su deber y le quedó a deber al ánimo incontenible del jefe. Por ahora, nada más por los días de esta semana que no acabará en simplón domingo siete, tendrá que explicar el director chiapaneco del Instituto Mexicano del Seguro Social, porqué empezó hasta ahora a buscar y comprar “ventiladores” agotados o escondidos por los dueños del dinero y el desarrollo como los Estados Unidos de América, China, Alemania, Italia, España, Rusia y una larga lista de pobres más pobres que nosotros.

De las otras cuentas, que es bien sabido tiene su jefe, sabremos si estamos ante la medida del tiempo transcurrido desde la fundación de Teotihuacan, o ante la voluntad incontestable del personaje, Humpty Dumpty: “las palabras quieren decir lo que yo diga que quieren decir”.

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