María Teresa Jardí
Se dice que en tiempos de crisis se conoce a la gente y suele suceder con los amigos que cuando lo son de verdad son los que están en las enfermedades y al lado del que se encuentra preso.
Y, portentoso, desde mi punto de vista, es el cambio por lo que toca a la manera de informar y a lo que a través de la información se nos dice a los que seguimos las mañaneras presididas por AMLO y a las vespertinas conducidas por un médico bien elegido para enfrentar la pandemia producida por el coronavirus. Las crisis hacen aún más necesaria la lucha de la memoria, que es la que nos salva de la comisión de graves errores, de la desmemoria que es lo fomentado por la educación a la baja. Desmemoria de garrafales consecuencias que acaba por tornarse en contra de los que la deciden como forma de funcionamiento, pero sobre todo en contra de los pueblos que pagan las consecuencias. Tendría que haber bastado la memoria del contagio de la viruela negra para haberse respetado el sistema de salud a manera de elemental sobrevivencia incluso de los ricos, muy ricos, también afectados hoy por el coronavirus. Se obedecieron los mandatos de los impresentables organismos internacionales: FMI, BM, OMS, etc., al servicio de los dueños de los monstruosos capitales y se acabó con lo que jamás debió ser tocado por cuestión de elemental inteligencia.
Portentoso es el cambio por lo que toca al gobierno que hoy tenemos en México que baja el salario de los altos puestos de la administración pública y no le carga la pérdida a la baja a los que por años, injustamente, sufrieron el congelado salario mínimo. Y hasta se creen que pueden regresar para volver a convertir al erario en el cajón de la calderilla de la cocina del que se coge la limosna que se entrega al repartidor de pizzas.
Hay que reconocer que hay cambios notables en algunas cosas, los que de funcionar de manera correcta pueden sentar el precedente de rescate por lo que al sector salud respecta. López Gatell genera la confianza que da la certeza de que lo que se nos informa es cierto.
Aunque es lamentable que aún no se entienda que el enemigo es el capitalismo y que el cambio tiene que ser total a un sistema que no tenga como meta de vida el consumismo.
El cambio tiene que ser a un sistema que, priorizando la educación de calidad escolarizada y no permitiendo la deseducación televisiva tan absolutamente colonizadora y conductista, ayude a razonar otra vez como ejercicio inherente a la cualidad humana. Educación necesaria para no tolerar nunca más imposiciones como las que aquí se dieron sin que la sociedad protestara unida toda y de manera puntual.
Se acabó con la seguridad social y se entregó el derecho a la salud del pueblo a los ricos que convirtieron en negocio ese derecho. Así de grave es la cosa. Y no es que haya sucedido sólo aquí. España es otro buen ejemplo. Cualquier pretexto fue bueno para convertir en más ricos a los millonarios y en cómplices a los elegidos para desempeñar los cargos desde los primeros niveles de la administración pública afectando siempre a los de abajo.
Gobernar bien no es un mérito, es una obligación. Pero en medio de la crisis hay que reconocer la esperanza que despierta el anuncio de la baja a los salarios a los burócratas que ocupan los primeros niveles de empleos en la administración pública a manera de generar recursos para los más pobres. Antaño, repito lo que todos sabemos, se habrían subido los sueldos de esos primeros niveles aduciendo que “ellos saben más” aunque trabajen menos. Y con una pandemia como la que hoy afecta al mundo se habría descongelado el salario mínimo, por décadas congelado, para bajarlo aún más, para que no sufrieran, ninguna penuria, los que tenían sueldos millonarios y hacían pagar al pueblo hasta por la pasta de dientes que compraban para la familia.
Fue obsceno lo que se hizo en los últimos sexenios por los que controlaban el poder en nuestro país y todavía sueñan que van a regresar, calumniando lo que se está haciendo bien que es lo que les molesta a los del PRIAN. Lo del Tren Romo es obvio que les encanta para poder acabar de sacar el gas y cualquier cosa que le quede a la nación mexicana como bien propio.