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Opinión

Motivos de lobo o Las razones de la sinrazón

Jorge Lara Rivera

Se ha cometido un avicidio en Mérida y la noticia que en otras circunstancias habría pasado sin pena ni gloria –si es que se hubiera conocido- adquirió dimensiones de clamor. Bullentes las redes virtuales por estos días han comentado ampliamente el crimen perpetrado contra un ejemplar de “tucán real” en inmediaciones del fraccionamiento Francisco de Montejo, al noroeste de la capital yucateca. Según se supo luego, el ave, también conocida como “tucán pico de canoa”, había logrado evadirse del cautiverio que un “pajarero” oriundo de Dzityá le impuso tras entramparlo; y sus sobrevuelos en esta época de encierro por el área alegraba la vista de la gente que no se limitó a su contemplación sino que le procuró alimento y lo bautizó con el mote de “el Tukis”, llegando a ser en pocos días una figura familiar y estimable para vecinos del sector. Su malogro suscitó furor e indignación en aquéllos porque además resultó que la muerte del pájaro, tras vanos esfuerzos de veterinarios que lo auxiliaron para tratar de salvarle la vida, fue bastante grotesca y alevosa dado que la causaron 2 balines disparados irrazonablemente por el traficante para intentar atontarlo y recapturarlo. Como el ave pertenece a una especie protegida y en peligro de extinción y ante el clamor social vertido en Internet, personal de la Semarnat y la Delegación de Profepa se movilizó hasta dar con el culpable, quien deberá responder por su repudiable acto que encuadra en el ecocidio y el tráfico ilegal de especies protegidas, de acuerdo a las leyes ambientales.

Este encomiable celo social contrasta con el todavía generalizado desinterés usual por lo que ocurre con la contaminación y los daños ambientales producidos por las grandes empresas transnacionales y estatales de países altamente industrializados a lo largo y ancho del mundo, donde la gente pocas veces se detiene a considerar los efectos que por ésas tan irresponsables e irrazonables como impunes y muchas veces prepotentes, tendrán en la conservación de la vida y del planeta mismo, desentendiéndose en la mayoría de los casos de su atención y esclarecimiento. En nombre del ‘desarrollo’ económico y tecnocientífico, que no humano, gobiernos poderosos e insensibles defienden –cuando no patrocinan– esas acciones de depredación e ignoran las cada vez más frecuentes y multitudinarias protestas de los habitantes de la Tierra.

Los negacionistas del calentamiento global y del cambio climático que se desentienden de los terribles efectos de sacrificar la naturaleza por vil interés pecuniario cortoplacista en aras de la ambición y del lucro, los promotores de la caza “deportiva” y usuarios exaccivos de las especies animales tienen que enfrentar la realidad y refrenar sus perniciosas conductas que ponen en peligro nuestra supervivencia como especie y la de la vida –toda– en el planeta mismo.

El paro forzado generalizado y global, y sus posibles causas, ha abierto expectativas de mayor reflexión sobre nuestras relaciones con la naturaleza e incluso de rectificación de las políticas ambientales oficiales en el concierto de las naciones, pero sólo es una esperanza.

Y no obstante, la evidencia de su necesariedad es apabullante: la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero con la concomitante limpieza del cielo en ciudades donde la calidad del aire generalmente es mala y hay presencia masiva de partículas sólidas suspendidas, responsables de la proliferación de enfermedades crónicas de vías respiratorias; la contaminación por ruido en puertos, playas y costas debido al turismo y al tráfico por navegación de cruceros de gran calado ha permitido el retorno de especies que hacía años dejaron de avistarse, la regeneración espontánea del ozono en la zona del agujero que permanecía abierto sobre Australia, etc. He ahí una verdadera noble causa social. Lo mucho o lo poco que pueda lograrse hará la diferencia. Que la muerte de “el Tukis” no sea sólo pura “llamarada de petate”.

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