Guillermo Fabela Quiñones
Es incuestionable que la derecha está obsesionada en hacer fracasar el proyecto de nación del régimen que alcanzó la Presidencia contra todos los pronósticos. Era tal su confianza en continuar gobernando que no previeron la reacción popular ante los abusos de una burocracia corrupta, ineficaz y cínica. No le quedó de otra a sus patrocinadores en las altas esferas del poder real que aceptar el triunfo del candidato social demócrata, so pena de romper de golpe la simulación “democrática” y propiciar un ambiente de agitación social sin precedente en el país.
Los líderes verdaderos de la camarilla que cuida sus intereses y atiende puntualmente sus órdenes, están satisfechos de haber procedido con visión estratégica, no así sus operadores en las organizaciones empresariales, quienes se sienten frustrados porque nada los favorece por más intentos que hacen por hacer naufragar la Cuarta Transformación. Más lo están quienes participan en el Congreso como opositores con fuero, pues a pesar de que Morena, el partido mayoritario, carece de solidez ideológica e incluso aceptó infiltrados de la derecha, aun así no avanza como fracción opositora.
La inercia de una vida política favorable a una real transformación de las instituciones del Estado, ha sido el factor fundamental para que, no obstante la prudencia, a veces incomprensible, del presidente López Obrador, los conservadores no hayan encontrado eco en los más altos niveles del poder real, ni dentro ni fuera del país. Por más que gritan sus corifeos en las cámaras y en los medios de comunicación, no hacen mella en el proyecto magno del mandatario, que es impulsar un cambio por la vía pacífica que permita reducir la brecha de una desigualdad muy peligrosa.
Los súper magnates así lo han entendido cabalmente, saben que el Ejecutivo no puede ni quiere ir más allá de su proyecto social demócrata, y que las clases mayoritarias están conformes si no avanzara, pues en sí mismo es un avance importante contra los intereses de los “empresarios” acostumbrados a vivir del erario, los que han hecho todo lo que está a su alcance para que el Presidente asuma el compromiso de contratar deuda externa, o cuando menos que avale la que ellos acepten de los organismos internacionales, como la que contrataron con el BID.
Son éstos quienes impulsaron al presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos, para que diera una batalla frontal contra el mandatario y así tener méritos suficientes para seguir avanzando en sus ambiciones políticas. Consideraban que era la mejor alternativa ante los descalabros de la fracción neonazi representada por Felipe Calderón. Otra vez fallaron sus expectativas, pues las ambiciones y falta de sensatez de Gustavo de Hoyos, lo hicieron dar un paso al abismo con la designación que hizo del nefando Javier Lozano, maniobra que alarmó a quienes dentro de la camarilla conservadora mantienen algún grado de cordura.
Su apuesta a que se descontrolara la pandemia en el país también la están perdiendo, situación que los tiene al borde de la histeria. Este grave problema sanitario y social, con todo y sus dramáticas consecuencias, está bajo control como lo señalan reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS); lo mismo sucede con los pronósticos de organismos financieros globales, ante la evidencia de daños económicos similares en países industrializados, como Estados Unidos.
Esto permite diagnosticar que la responsabilidad para que siga adelante la 4T la tiene el presidente López Obrador. La coyuntura es propicia para que siga contando con el apoyo de su base social; pero sólo si pone en marcha políticas públicas que fortalezcan la economía popular y de las clases medias y no se dañe a sí mismo con acciones suicidas.
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