Guadalupe Correa-Cabrera y Alexander Dunlap***
El viernes pasado, la Secretaría de Energía endureció las condiciones de operación para plantas eólicas y solares en México, supuestamente en aras de la “confiabilidad” del sistema. Hace un par de semanas, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), suspendió la entrada en operación de nuevas plantas eólicas y solares durante el período de emergencia sanitaria por la pandemia del COVID-19. Dichas medidas estarían encaminada a favorecer la producción estatal y fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Así, con una agenda de corte nacionalista, el Gobierno de la Cuarta Transformación (4T) parece apostarle al gas natural y al combustóleo en la generación de energía eléctrica.
Estas acciones han generado fuertes críticas por parte del sector privado, la oposición al Gobierno de la 4T y los partidarios de las energías renovables (también denominadas energías limpias). Asimismo, se generaron de inmediato roces diplomáticos con la Unión Europea y Canadá. No obstante lo anterior, la hostilidad frente a la expansión de las energías renovables ha encontrado eco en otros espacios y latitudes del mundo. Es en este contexto que vale la pena hacer una reflexión sobre el más reciente documental de Michael Moore y Jeff Gibbs, titulado El Planeta de los Humanos.
Este documental se encuentra accesible de manera gratuita en la plataforma de YouTube (https://www.youtube.com/watch?v=Zk11vI-7czE) y contiene una crítica fundamental a la industria de las energías renovables. Michael Moore, al igual que el Gobierno de la 4T, ha sido severamente criticado por atentar contra el desarrollo de las energías limpias que tanto apoyo han generado entre los círculos progresistas, las ONGs ambientalistas y los grandes empresarios. El Planeta de los Humanos ha enfurecido a un segmento importante de la izquierda en el mundo desarrollado y las críticas en las principales revistas de esta corriente –como The Nation o Jacobin Magazine– no se han hecho esperar.
Al documental se le ha tildado de peligroso, anti-científico, falso, anticuado, anti-humano, anti-clase trabajadora e incluso se le acusa de “adoptar un pensamiento de anti-civilización.” También se le compara con cualquier historia publicada por el portal de derecha Breitbart de la autoría de Steven Bannon –quien fuera estratega en jefe de la Casa Blanca al inicio del Gobierno de Trump– y cuyas ideas serían promovidas por la derecha extrema y aplaudida por los promotores de la industria de los combustibles fósiles y los que niegan el cambio climático. El malestar proviene de la crítica vertida en este documental contra uno de los pilares principales del pensamiento progresista contemporáneo que promueve las energías renovables. Incluso algunos han pedido que el video sea retirado inmediatamente del ciberespacio.
Pero, ¿qué tiene el documental que ha provocado la furia de la izquierda y grupos “progresistas” en el mundo desarrollado? ¿Qué han encontrado los grupos ambientalistas en ese trabajo que tanto les molesta? Es verdad que las aspiraciones y fundamentos ideológicos de algunas organizaciones defensoras del medio ambiente quedan fuertemente cuestionados en el documental de Moore y Gibbs. Sin embargo, el debate sobre el tema no es sencillo y se requiere de un análisis verdaderamente objetivo y honesto para calificar las críticas y el contenido de un trabajo relevantes, pero bastante controvertido.
Es importante destacar que algunas de las preocupaciones básicas de los críticos son correctas. Sin embargo, la mayor parte de las reseñas negativas tienden a ignorar o desestimar dos mensajes fundamentales comunicados en el documental. El primero destaca que la producción de energías renovables, de forma irónica, requiere de una extracción excesiva de minerales e hidrocarburos –al igual que en la industria de los combustibles fósiles. Y segundo, una gran parte del movimiento ambientalista se ha vendido a los grandes intereses corporativos y ha sido capturado, casi de forma completa, por los intereses capitalistas.
No obstante lo anterior, El Paneta de los Humanos presenta serias limitaciones que se deben considerar. El documental subestima la eficiencia y la capacidad adaptativa de las tecnologías eólicas y solares. Asimismo, brinda información no actualizada y las entrevistas realizadas son limitadas y parecen no ser representativas de todo el espectro de actores relacionados con las energías renovables. Lo que puede resultar más criticable quizás, es la falta de profundidad en lo que respecta a la discusión sobre el tema de la población, así como la visión malthusiana que parece dominar en algunas partes del video.
Es importante mencionar que el crecimiento poblacional no provoca una catástrofe ambiental por sí mismo. En realidad, el daño irreversible al medio ambiente lo provocan los patrones de producción y consumo exagerados. Un enfoque exclusivo en la crítica al crecimiento poblacional condenaría a “toda la humanidad” por ser responsable de la actual situación socio-ecológica que afecta al planeta. Por consiguiente, se estarían ignorando las consideraciones de clase, raza o género, y la culpa recaería en todos los humanos por igual. Esta visión desconoce el hecho de que algunos actores, empresas y clases privilegiadas son más responsables que otros del desastre ecológico que se registra en la actualidad. Dicha idea también descarta las limitaciones estructurales que diferentes personas o culturas enfrentan en su lucha por la defensa de sus tierras o la protección del medio ambiente.
No obstante las limitaciones que identificamos en el trabajo de Gibbs y Moore, el documental hace ciertamente contribuciones muy importantes al debate. Por ejemplo, nos recuerda que la distinción entre las llamadas energías renovables y los combustibles fósiles es falsa. Los combustibles fósiles son claves para la generación de energías renovables, es decir, ¡los combustibles fósiles son energía renovable! Es preciso reconocer que la generación de energía renovable requiere de hidrocarburos para extraer grandes cantidades de minerales y otros hidrocarburos necesarios para procesar metales, manufacturar varios componentes, así como para el transporte y operación de infraestructura de aprovechamiento de energía: eólica, solar e hidráulica.
De acuerdo con un reporte reciente del Banco Mundial, las tecnologías que producen bajas emisiones de carbono –particularmente la solar fotovoltaica, la eólica y la geotérmica– requieren para su producción de más minerales incluso que las tecnologías de combustibles fósiles. Esto da lugar a serios cuestionamientos sobre las energías limpias y representa un gran reto en materia de política ambiental. De acuerdo con un artículo de septiembre del 2019 en la revista Foreign Policy, el desarrollo de energía solar y eólica incrementaría de forma extraordinaria la extracción minera, fundamentalmente de cobre, plomo, zinc, aluminio y mineral de hierro. Al mismo tiempo se elevarían exponencialmente los niveles de extracción de neodimio, litio, plata e indio. Los desechos electrónicos, de vertedero e incineración, según lo documentan algunos expertos, también serían descomunales. Asimismo, es importante considerar el costo, en términos de energía, por los procesos, manufactura, transportación y provisión de seguridad personal para facilitar la producción de energías renovables.
Los críticos del documental, quienes señalan aspectos importantes que aún deben ser debatidos y examinados a profundidad, alegan que la “ciencia” está de su lado. Comprobar esta aseveración podría resultar más complicado de lo que se piensa. En realidad, verificarla requiere de un proceso de investigación serio, y es aquí donde la ciencia verdadera toma relevancia para hacer las preguntas adecuadas y elegir la metodología correcta para examinar –no todas, pero sí algunas de– las dimensiones de la industria de energías renovables.
Desafortunadamente, las obvias omisiones y limitaciones de El Planeta de los Humanos, así como su falta de claridad en algunas partes, distraen la atención del mensaje principal que quieren comunicar los directores. La principal crítica que se hace en este trabajo es cómo el movimiento ambientalista se ha corporativizado y ha sido tomado como rehén de los grandes intereses capitalistas. Figuras líderes en este movimiento, tales como Elon Musk, Al Gore y Bill McKibben, u organizaciones como El Sierra Club o 350.org, resultan fuertemente cuestionadas, y con mucha razón.
El caso de México se enmarca perfectamente en la discusión que abordamos sobre el documental de los legendarios Michael Moore y Jeff Gibbs. El desarrollo de las energías renovables, principalmente las eólicas en el Istmo de Tehuantepec, “renuevan la destrucción” y ponen en jaque los derechos y las tierras de gente vulnerable y grupos indígenas. Al mismo tiempo, estos megaproyectos supuestamente generadores de energías limpias parecen, de forma irónica, contribuir a la destrucción del ambiente. La decisión del actual Gobierno mexicano es bastante controvertida. Sin embargo, el argumento de que las acciones del Gobierno de la 4T ponen en jaque de manera definitiva al medio ambiente, parece no ser del todo correcto.
Conocemos ya los efectos del capitalismo rapaz en el ambientalismo. No hay defensa de los intereses perversos que ponen en riesgo los derechos y las tierras de los pueblos indígenas y de muchos otros mexicanos en aras de las energías limpias. Por último, cabe señalar que en el contexto de una agenda supuestamente nacionalista, tampoco se justificaría una política de generación de energía eléctrica basada en el fracking, que también dañaría severamente al medio ambiente y que beneficiaría a los consentidos del Gobierno de la 4T. En este escenario hipotético perderían los europeos y los canadienses (favoritos en sexenios pasados), pero se beneficiarían Poncho Romo (quien ha mostrado cierto interés en el sector) y sus posibles socios americanos (posiblemente algunos texanos).
*** Alexander Dunlap es investigador postdoctoral en el Centro de Desarrollo y Medio Ambiente de la Universidad de Oslo. Su trabajo examina críticamente las transformaciones policiales-militares, la conservación basada en dinámicas de mercado, el desarrollo de energía eólica y los proyectos extractivos en general, tanto en América Latina como en Europa. Dunlap es autor del libro Renewing Destruction: Wind Energy Development, Conflict and Resistance in a Latin (Rowman & Littlefield International, 2019).
(SIN EMBARGO.MX)