Opinión

Construir otro orden económico

Hugo Carbajal Aguilar

Economistas, politólogos, historiadores, ecologistas, medioambientalistas, antropólogos, sociólogos, poetas, teólogos, filósofos por supuesto, todos ellos desde su trinchera académica coinciden en la rotunda denostación contra el neoliberalismo.

Frei Betto, Dom Pedro Casaldáliga y Leonardo Boff, teólogos de nuestra Amerindia comprometidos con el mensaje evangélico de liberación, condenan sin más este capitalismo depredador y lo describen como un sistema de pecado en tanto que genera la muerte de los pobres y la destrucción de la naturaleza.

Adolfo Sánchez Vázquez, Enrique Dussel, Alberto Híjar, insisten en la transformación del mundo proponiendo un socialismo democrático, vamos, un comunismo, así sin más, sin ambages. Todo a partir de la reflexión filosófica.

Poetas como Mario Benedetti describen la globalización impuesta en desmedro de la vida.

De la descripción objetiva de este modelo económico se deducen natural y lógicamente las consecuencias que ha generado comportándose como una virulenta y letal pandemia global. Los propósitos de las empresas tienden a conservar ese mismo orden de miseria comportándose como los dueños del planeta y mostrando un absoluto desprecio por la vida, lucrando con la muerte, es decir, con el hambre y la salud de nuestros pueblos.

Bien lo expresó Federico Engels cuando dijo: Cuando vayamos a ahorcar a los burgueses, ellos mismos se van a pelear por vendernos las sogas. Su egoísmo clasista es inhumano e inmoral, además estúpido, pues suponen que no les va a afectar a ellos.

Es obligado en consecuencia, meditar con seriedad acerca de la construcción e instauración de un orden económico distinto, incluso radical, una economía solidaria que vaya edificando comunidad de intereses y de esfuerzos, un socialismo democrático.

¿Se perpetuarán y exacerbarán (aún después de subsanada la pandemia): el individualismo, el uso indiscriminado de los medios tecnológicos, la legitimación de la militarización de la sociedad, el desinterés y el olvido de los conflictos sociales (ilegítimas deudas externas, dictaduras, pobreza, conflictos ambientales)?

El aislamiento ha mejorado las condiciones ambientales, afirman algunos. ¿Consideraron acaso que esto sólo oculta la verdadera causa de los problemas ambientales? ¿Es decir, el modelo cultural de consumo-producción capitalista? ¿Reflexionaron en que la cultura es parte del ambiente y por ende las relaciones personales también lo son?

Al favorecerse el surgimiento de los supermercados o “shoppings”, ¿imaginaron que con ello acabarían con la tienda y el quiosco de barrio? Y al favorecer el monocultivo ¿con el pequeño productor y la agricultura familiar?

Se exacerba el individualismo y por ende la mayor dificultad para la agrupación social en defensa de derechos y reivindicaciones de clase. ¿Continuará la hegemonía cultural del Capitalismo? Tenemos pocas certezas y todas socialistas. Vamos adelantando conclusiones.

Exigimos:

* Fin al criminal bloqueo y continuas afrentas a Cuba y Venezuela.

* Restitución del legítimamente electo Gobierno de Evo Morales.

* No al cobro/pago de la ilegal e ilegítima deuda externa.

Eso, para empezar. Ya en Europa, específicamente en Holanda han manifestado su exigencia grupos de intelectuales y políticos así como economistas y de otras disciplinas científicas, humanísticas y sociales algunos fundamentales compromisos que deberíamos –a nivel planetario, es decir, globalizadamente– asumir.

Esto dijo Joseph Stiglitz citando a Ramhn Emmanuel jefe del gabinete del Presidente Obama: No desperdiciemos esta crisis. “Hay quien diga que la irrupción de este virus en el escenario mundial tiene un sentido, una necesidad: forzar a la humanidad a desacelerar, a reducir el crecimiento, a redefinir los modelos de desarrollo, a repensar la llamada globalización.

“Es verdad, por ejemplo, que lo que está aconteciendo también podría ser una oportunidad. En Amsterdam se anunció que se adoptará un modelo llamado Doughnut model (modelo buñuelo o bollito) propuesto por la economista Kate Raworth para redefinir el concepto de desarrollo después del coronavirus.

“Ese modelo tiende a superar la idea de que el crecimiento es el indicador más importante de una economía saludable y se concentra en la atención a las necesidades de las personas en términos ecológicos y en la prevención de la degradación ambiental”.

Precisamente del MANIFIESTO HOLANDES destaquemos algunos puntos que se basan en priorizar la vida, lo que implica el decrecimiento de sectores hasta ahora considerados clave. Exige:

1) Pasar de una economía enfocada en el crecimiento del PIB a una que sea capaz de diferenciar entre sectores que pueden y deben crecer de manera sustentable y que requieren inversión privilegiada: salud, educación, sectores públicos críticos y energías limpias. En la otra cara de la moneda los sectores que deben decrecer radicalmente: petróleo, gas, minería, publicidad...

2) Construir una estructura económica basada en la redistribución. Crear una renta básica universal, un sistema universal de servicios públicos, un fuerte impuesto a los ingresos, al lucro y la riqueza, horarios de trabajo reducidos y trabajos compartidos, y un sistema que reconozca los trabajos de cuidados de ciudadanos.

3) Transformar la agricultura y convertirla en una productiva y regeneradora, basada en la conservación y la biodiversidad, que sea sustentable y priorice la producción local y vegetariana. Condiciones de empleo y salarios agrícolas justos.

4) Reducción del consumo y especialmente de los viajes. Drástico cambio que prohíba los viajes lujosos y el consumo despilfarrador. Alentar sólo el consumo necesario y los viajes básicos, sustentables y satisfactorios.

5) Condonación de deudas. Especialmente la de los trabajadores y la de los dueños de pequeños negocios y cooperativas, así como la de los países del “Sur Global” (de todos los continentes).

Hoy demasiados gobiernos están en manos de políticos y no de estadistas –su preocupación es la próxima elección, no la siguiente generación– y muchos de esos gobernantes no están a la altura de este momento crucial.

Si hay una lección de esta pandemia es que debemos cambiar. Y pronto: mientras la humanidad avanza en territorios sin explotar, aguarda el siguiente virus inédito, amoral y abrupto. Podemos ya imaginar qué tipo de organización política, económica, social, cultural, espiritual requerimos.

Afirma Itzamná Ollantay: “…es urgente la concientización y organización política. Debemos repensar los Estados plurinacionales para que promuevan y garanticen la convivencia comunitaria. Para ello, estos Estados deben recuperar su rol protagónico en la economía ecológica. Deben reasumir su soberanía política, económica, alimentaria, energética, agrícola, tecnológica. Es tiempo de debatir con urgencia la situación de todos los servicios y empresas públicas privatizadas y plantear la nacionalización de los mismos”.

Los ultraderechistas se pasman sólo de escuchar estos planteamientos.