Opinión

¿Grupos de paz contra el vandalismo?

Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

Los cambios históricos, en todos los tiempos y lugares del mundo, han sido precedidos por movimientos sociales con liderazgos muy firmes. Esta es una condición ineludible hoy por la complejidad de las relaciones sociales, económicas y políticas, que hacen inevitable el choque entre fuerzas antagónicas. Nuestro país experimenta una confrontación de cara al futuro, por el imperativo de enfrentar el pasado con soluciones que favorezcan un progreso que se concrete en hechos irreversibles.

En este sentido, es razonable el planteamiento del presidente López Obrador: como en el siglo XIX hay sólo dos corrientes políticas, la que se obstina en frenar el progreso, los conservadores y la que busca impulsar las transformaciones básicas para adecuar las relaciones políticas, sociales y económicas al marco demográfico y sociocultural del momento. De ahí lo enconado de las reacciones de quienes se aferran al pasado, las minorías privilegiadas, contra los cambios que con enormes obstáculos está generando el régimen.

Es muy claro el origen de los actos vandálicos que se registran en la Ciudad de México y otras urbes; su propósito es provocar una represión que sirva de pretexto a más campañas de los conservadores, tendientes a desarticular las acciones del gobierno, contrarias en todas sus partes a las de los conservadores. De ahí que, como en tiempos de la Reforma, se puedan agrupar dos grandes corrientes por encima de los partidos políticos: liberales y reaccionarios.

El problema para los partidarios del progreso, en sentido contrario al de los correligionarios de la etapa juarista, es que no hay firmeza ideológica entre los liberales de hoy, es decir los demócratas de diferentes signos y orientaciones ideológicas, como sí la hubo en el siglo XIX cuando el enemigo a vencer era sólo el conservadurismo apoyado en un clero radical y oscurantista. Hoy, los liberales provienen de distintas ideologías, que hacen aún más difícil la uniformidad de un liderazgo común a todos.

El problema se complica cuando quien encabeza la corriente del cambio progresista busca, por encima de cualquiera otra alternativa, un centro que por su propia naturaleza es inestable, como lo es una balanza que se inclina necesariamente a una u otra dirección, por mínimo que sea el peso recibido. Esto se advierte en la propuesta del Presidente, de formar “grupos de paz contra el vandalismo” como solución a las provocaciones del conservadurismo, las cuales subirán de tono en la medida que no se les frene. No se trata de reprimir, como así lo pretenden sus instigadores, sino de que la Secretaría de Gobernación cumpla su papel.

Es la instancia que cuenta con la capacidad para desactivar, con recursos de inteligencia, todo tipo de provocaciones. No hay necesidad de caer en la trampa que los reaccionarios quieren tenderle al mandatario. Lo inaceptable es permitir que continúe un vandalismo impune que deja mal paradas a las autoridades municipales y al propio gobierno federal, y propicia un sentimiento de ofuscación e impotencia entre la sociedad civil.

Los conservadores, es cierto, “quieren que haya encontronazo”, como señaló el Presidente. Lo habrá, sin duda, en la medida que pretenda mantenerse en una posición centrista inconsistente. Sería como caminar en un pantano que tarde o temprano acabaría tragándose al que pretenda cruzarlo sin las precauciones debidas. Es el momento de que consolide su liderazgo, los reaccionarios no lo ven como adversario sino como enemigo a vencer. No hay otro camino que fortalecer su base social, consolidar su partido con una depuración sensata, y poner fin a las presiones irracionales de la derecha golpista. Se trata de sobrevivir o sucumbir.

guillermo.favela@hotmail.com