Opinión

Iván de la Nuez

En este mundo al revés en el que estamos inmersos, importan menos lo hechos que su impacto en los medios. Ya no hablamos tanto de la realidad como de la reiteración que ésta pueda tener en el tráfico de internet; en ese enjambre de “likes”, tweets y retweets que configuran el canon con el que se ha jerarquizado el mundo.

Es cada vez más difícil encontrar una buena crónica de los hechos y cada vez más fácil encontrar la valoración sobre éstos. Es por eso que hoy todos los ríos del periodismo van a parar al gran océano de la opinión. Acaso porque ésta sale más barata, es más relativa y siempre podemos cambiarla mañana. Es una verdadera pena que la mayoría de los periodistas más prometedores acaben en eso que hoy llamamos la “todología”, que consiste en hablar de cualquier cosa sin saber mucho de nada.

¿Arte, fútbol, política, una explosión nuclear? Nada humano ni inhumano le es ajeno a este estilo que hoy arrasa las redacciones. Esto, desde luego, no surge de la nada ni por amor al arte. Para llegar hasta aquí ha sido necesario un proceso de precarización de la profesión periodística, lo que ha llevado a los que la practican a ser verdaderos héroes de la supervivencia. Lo segundo, el golpe definitivo que esta sociedad contemporánea ha dado a las humanidades, que pertrechaban las páginas de opinión de las cabeceras con artículos propios de ese campo. Lo tercero, la propia crisis del periodismo tradicional y el estilo de las redes volcado en los diarios. Antes, una noticia se repetía en un tweet, hoy es un tweet el que configura la noticia.

¿Qué este es el signo de los tiempos? De acuerdo. ¿Qué no podemos hacer nada ante esto? Ahí no hay que estar tan de acuerdo. A fin de cuentas, la mayoría de los grandes medios no está siendo salvada por estas estrategias que, a lo sumo, están alargando un final que ya sabemos irreversible.

Morir con las botas puestas es importante. Y si es con la calidad puesta, mejor.