Kenia López Rabadán
Durante esta denominada “legislatura de la paridad”, se han aprobado diversas modificaciones constitucionales y a leyes secundarias para que las mujeres, en igualdad de circunstancias, accedan a puestos de decisión en el gobierno.
Esta década es esperanzadora para las mujeres mexicanas, es la década en la que por fin veremos materializados los derechos de las mujeres en nuestro país. Desafortunadamente, a pesar de los logros alcanzados, del rompimiento de paradigmas y de una visión de Estado paritaria, vemos con desaliento que desde el Ejecutivo Federal se apuesta por el retroceso.
Lo anterior, ya que estas dos semanas han sido muy lamentables para las mujeres en el poder. Primero, la renuncia de Mónica Maccise Duayhe, titular del Conapred, también la salida de Assa Cristina Laurell, Subsecretaria de Integración y Desarrollo de la Secretaría de Salud, para culminar esta semana con la renuncia de Mara Gómez Pérez, titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.
Sin duda, esto nos debe llevar a diversas reflexiones sobre la expectativa y la realidad de las mujeres en el ejercicio de sus derechos.
En el Congreso de la Unión se han dado debates muy enriquecedores para lograr que las mujeres ostenten el poder, hemos legislado para que mujeres empoderadas tengan acceso a cargos públicos, pero la realidad es que a pesar de los nombramientos realizados, de que las mujeres están al frente de distintas instancias de gobierno, se les da el nombramiento pero no se les da ni el poder, ni los recursos necesarios para ejercer su encargo.
Como ejemplo, tenemos a la CEAV, cuya titular se atrevió a denunciar que se había recortado el presupuesto de esa Comisión y no tenía dinero para hacer frente a las demandas de las víctimas de nuestro país, es más, no tenía recurso ni para pagar la renta del inmueble que ocupan sus oficinas. Lo que hizo el Presidente López Obrador fue abrumador: provocó su renuncia.
Parece que en este país, el Ejecutivo Federal en lugar de generar las condiciones necesarias para que las mujeres ejerzan el poder, hace todo lo posible por desacreditar su labor si se atreven a alzar la voz.
Pero, ¿qué se puede esperar de alguien que cree que el rol de las mujeres es cuidar a los padres? No debemos tener el rol de cuidadoras, ni por tradición ni por costumbre, dejando a los hombres excluidos de esa responsabilidad. Hoy las mujeres tenemos acceso a los cargos de decisión de nuestro país y es un derecho que no se nos puede negar.
La forma es fondo y no basta con nombrar a una mujer para cubrir un espacio en el gobierno. Se necesita que esa mujer tenga condiciones óptimas para ejercer, cuente con personal, con presupuesto, con respaldo público y sobre todo, que no se le castigue por exigir esas condiciones, de lo contrario, nos encontramos ante una simulación y demagogia pura.