Alberto Híjar Serrano
Nacer en medio de la catástrofe parece una temeridad, pero en realidad es un triunfo de la vida. Triunfo contra el terrorismo de Estado imponiendo el confinamiento y la sana distancia como solución al crecimiento de los contagios y las muertes. Cuando esto escribo, el lunes 13 de julio, México alcanza el cuarto lugar mundial en la desgracia para obligar a la modificación de la alegoría del semáforo para ponerlo en rojo y no en naranja, que es el color para permitir la asistencia a los grandes malls a comprar y vender aprovechando las baratas de lo más necesario en el cambio de estación: de peor a menos peor. Por ejemplo, una gran tienda ofrece baratos los huevos de Pascua, como prueba de generosidad empresarial. Los tianguis recuperan su función comunitaria.
En Bombay, donde es imposible lavarse las manos y ejercer la sana distancia en cuartos de hacinamiento de familias numerosas sin más servicios sanitarios que los compartidos con todo el muy poblado vecindario sin drenaje, los y las trabajadores de la salud han transformado escuelas y gimnasio de los ricos, en lugares donde se ofrece comida gratis y cubrebocas a cambio de la revisión de síntomas. El éxito sanitario prueba el buen juicio de paliar un poco la miseria, a la par de aislar los contagios por las buenas, de manera directa y sin los bancos voraces de por medio. Si a la par se explica lo bueno de una alimentación sana y lo malo de la comida chatarra y los refrescos azucarados en extremo, se ponen las bases de una vida que tendría que planearse sin fertilizantes como los seis más usados en México, pese a su prohibición en los países “desarrollados” como dicen las peroratas imperialistas. Asimismo, habría que cancelar los convenios para la explotación minera y para el desvío de ríos y el uso de presas en beneficio de los hoteles trasnacionales y de las refresqueras y cerveceras.
Todo remite al nominalismo que exige la historificación. Hilferding llamó fase superior del capitalismo a la expansión mundial del capital financiero, los monopolios asociados en consorcios y la desvalorización del trabajo reducido a la satisfacción de necesidades impuestas por el mercado con relaciones de producción en cadena con cronómetro. Hay que ver “Tiempos modernos” de Chaplin para conmoverse con la elocuente sátira del trabajador como parte de la máquina y su eficiente ritmo. Ya en la calle, el trabajador con su cuerpo que ya no le pertenece al repetir el movimiento en la cadena productiva, recoge una bandera roja caída de un camión y la levanta para regresarla, sin advertir que de inmediato tiene tras de sí a un grupo de trabajadores enardecidos, de esos que se levantan contra la injusticia para sufrir golpes de las policías y enfrentar demandas que pueden llevarlos a la cárcel como ocurrió con la abogada Susana Prieto, culpable de organizar y defender a los trabajadores de las maquiladoras del Norte de México, obligar a los patrones a cumplir el contrato colectivo, obligatorio por ley, y ganar aumento salarial y pago de una prima especial. Motín, asociación delictuosa y otras infamias del derecho muy chueco, la llevaron a la cárcel de donde salió con fianza y pancarta en alto, para ser confinada a su casa en Chihuahua, lejos de Tamaulipas donde están los trabajadores triunfantes por unos días. Imperio del caos llama Samir Amin a este “capitalismo tardío”. “Imperialismo catastrófico” lo llama John Bellamy Foster. Crisis de muerte del capitalismo, crisis de vida del socialismo define Althusser remitiendo a la alegoría del niño recién parido que exige una nalgadita para respirar con un gran chillido.
Afectados los que inician la vejez y anulada la vida social de los viejos, descubren semejanzas con los nuevos habitantes de la Tierra. Lo que en los viejos es atrofia, en los recién nacidos es reproducción del trabajo humanizador de la especie que aprendió a caminar erecta, a usar su pulgar oponible para valerse de herramientas facilitadoras de la subsistencia que exige correr, brincar, escalar, todo lo que cuesta gran esfuerzo a los ancianos y a los niños en sus dos primeros años de vida. Los unos se valen del bastón y la andadera, los otros del cuerpo construido por la necesidad real de asegurarse de la mano de los familiares que orientan y vigilan. Esta cualidad humanizadora socializante del trabajo, es la que obliga a revisar la fase histórica actual para nombrarla con propiedad que remita a lo viejo y a lo nuevo, a la muerte y a la vida.
Lenin adoptó la denominación de Hilferding, para concretarla en su dimensión colonial como proceso histórico de explotación extrema del dominio imperialista, ése que ahora moviliza en contra a millones de mujeres, negros y blancos, negras y blancas, centenares de palestinos y judíos socialistas, contra la explotación y los usos del cuerpo para construir justicia en libertad al encuentro de la armonía con la naturaleza para procrear relaciones de producción emancipadoras.
No a los cantos de esclavos en las plantaciones yanquis ni al silencio de los cortadores de henequén narrados por John Keneth Turner para marcar la diferencia. Más bien, los cantos y las fiestas de cimarrones de los esclavos liberados y refugiados en los campamentos del monte con todo y danzas con tambores y pitos. Gran asombro causó en un festival Carifesta que reunía las sobrevivencias africanas en el Caribe, un striptease colectivo explicado como danza de liberación contra los amplios vestidos obligados para la servidumbre por las matronas holandesas que así lograban ocultar los bellos cuerpos negros y mulatos insoportables para el puritanismo protestante incapaz de contener la música y el movimiento del soul y el gospell fundadores del free jazz.
La vuelta a los orígenes de los refugiados en cuevas donde las primeras lenguas fueron acompañadas por grandes pinturas y tallas en piedras, para apropiarse de la naturaleza, su fauna, su flora, el viento, el agua y por supuesto el fuego para avanzar de lo crudo a lo cocido, de la papilla al guiso complejo. Largos siglos construyeron la sabiduría politeísta constructora de relaciones sociales fundadas en creencias y usos y costumbres de reverencia a la sabiduría natural: los murciélagos garantes de la reproducción de las vidas vegetales y animales, los peces que viven a contracorriente, las águilas y cóndores capaces de volar a grandes alturas, el colibrí y su asombroso vuelo estático capaz de rápidos movimientos elusivos, el puma, el tigre, la serpiente y su apego a la tierra, los árboles y las hierbas curadoras, las serpientes y su veneno defensivo. Todo enlatado y procesado para su consumo en el mercado capitalista suspende el derecho humano a crecer y desarrollarse en armonía con la naturaleza.
Recién nacido, mi primer bisnieto irá reproduciendo todo esto de manera nada natural, sino con las disciplinas materna y paterna y una que otra intervención experimentada. Nos encontraremos ensayando el equilibrio erguidos, subiendo o bajando hasta dominar el uso de las rodillas y los brazos, aprendiendo a caminar sin tropiezos, a correr, a brincar sobre un charco y gozar el agua sin regaño de por medio, para facilitar la invención de la vida. Tú en tu primer año y yo a punto de cumplir 85. Adelante marchemos compañero, como dijeron los sandinistas el 19 de julio de 1979 cuando el déspota criminal Somoza y su hijo El Chigüín salieron huyendo de Nicaragua hoy traicionada. Alguien te compartirá la historia de estos sufrimientos propios de la lucha entre lo viejo y lo nuevo, la muerte y la vida.