Alberto Híjar
Una cosa es el comunitarismo eficiente de la falsaria gran familia productiva y otro es el crecido como preservación de la vida en situación precaria. Una cosa es el comunitarismo de costosos seminarios de liderazgo y productividad aderezados con meditaciones y rezos por la familia y otra es la autodefensa con policías comunitarias y comisiones, las fogatas como centros de reunión de los cuidadores de bosques, manantiales, cultivos sin fumigar y sin abonos nocivos. Viva la milpa.
La pandemia inesperada, obliga a la transición anticapitalista. Los compañeros organizados para el decrecimiento, denuncian los daños ahora evidentes para la tierra y sus frutos, la alimentación, la fauna y la flora, las fuentes energéticas, todo lo realmente esencial para la especie humana en el planeta Tierra. Basta de crecimiento medido por la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional. Basta a la dictadura del capital financiero.
Necesidades impuestas por el mercado capitalista imponen riesgos mortíferos: compra y venta incluyendo la salud pública, con riesgo de muertes. Ya prevén los estados capitalistas una larga duración de la pandemia con mutaciones virales y rebrotes contagiosos. Hay que correr el riesgo acuerdan, mientras llaman a la unidad para la cura.
Por el tianguis como venta directa del productor al consumidor, por el control comunitario del espacio público, los caminos y los centros de reunión, por la distribución justa de medicinas y equipos exigida por los trabajadores organizados, esos que no figuran en los informes de Estado diarios, es que nos pronunciamos.
Sin presencia de trabajadores organizados no queda más que el Estado y los patrones amenazados por narcotraficantes, contrabandistas con aduanas y puertos a su servicio apoyada por los marinos, tan eficientes como las policías participantes en el cultivo y distribución de drogas, en el cobro por uso del piso, en las licencias chuecas y las vigilancias para perjudicar a los más pobres y desamparados, desaparecidos si se resisten. Alrededor de 1,300 fosas llenas de cadáveres, están en todo México.
Economía informal llaman los estudiosos burgueses a quienes tienen por tienda y oficina la calle, el triciclo, la bicicleta. Son las víctimas de la descampesinización, compañera de los megaproyectos enemigos del valor del trabajo y de la urbanización antihumana. Migraciones forzadas por todo el mundo, llegan a países que cierran puertos y pasos por tierra, construyen muros y retenes militares, campamentos de concentración para los que cruzan con el tráfico de pasaportes temporales administrados por los traficantes de Estado, los paramilitares organizados con el Ejército, los policías, los ministerios públicos. Condenados de la Tierra sin más nada que la Tierra Prometida, integran una antinación haitiana, africana, hindú, oriental y medio oriental, centroamericana, sudamericana, despojada por el coloniaje imperialista insuficiente para impedir que ostenten banderas con barras y estrellas, en un gesto de degradación humana extrema.