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Fiscalía de Estados Unidos solicita cadena perpetua para Genaro García Luna

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Opinión

Por Zheger Hay Harb

Con este título no me refiero a la utilización de niños como escudos humanos en combate sino a una peligrosa ola populista y demagógica que en vez de ir al fondo de los problemas de la infancia utiliza un supuesto amor por los niños para aparecer como almas puras y tender una cortina de humo sobre su politiquería y corrupción.

Desde hace años venía discutiéndose en el Congreso un proyecto de ley de cadena perpetua para los violadores de niños. La senadora que enarboló esa bandera fue llamada con toda cursilería “la senadora de los niños” porque en vez de analizar las múltiples y sobre diagnosticadas causas y soluciones de los problemas de la infancia, hablaba generalidades sobre la belleza de los niños afirmando que son el futuro de la nación como si no fueran también su presente.

Esta congresista falleció y la reemplazó su hija por el único mérito de decir que era la hija de la senadora de los niños. Fue una utilización descarada de la ternura que despiertan los niños y el deseo sincero de la mayoría de la población de buscar su protección. Volvieron a presentar el proyecto de ley con el apoyo del gobierno y su partido de extrema derecha. De nada sirvió que los más destacados juristas explicaran que de nada servía aumentar penas si no se lograba abatir la impunidad; que las cárceles, algunas con hacinamiento del 300%, verdaderas escuelas del crimen, están llenas de imputados que no han sido condenados mientras muchos culpables están libres porque, entre otras, la Fiscalía es altamente ineficiente.

El fetichismo punitivo triunfó y lograron su aprobación. Antes de eso los delitos contra menores tenían muchos agravantes y no aceptaban rebajas de pena ni siquiera como en los otros casos cuando los imputados se allanaran a los cargos. Ahora, en cambio, los condenados por estos crímenes no sólo no pagarán cadena perpetua sino que estarán menos tiempo en prisión porque la ley quedó tan mal diseñada que se colaron beneficios que antes no tenían con lo cual acabarán pagando una condena menor a la actual. Pero los impulsores de la ley levantan los brazos en señal de victoria y de ignorancia y demagogia.

El fin de semana pasado el fiscal general viajó en compañía del contralor general a la paradisiaca isla de San Andrés en avión oficial con sus esposas que, como en esas parejas swingers que hacen intercambio, cada una detenta un alto cargo en la dependencia del otro: la esposa del fiscal es secretaria general del contralor y la de éste es fiscal delegada ante la Corte Suprema.

Se armó el escándalo porque viajaron en avión oficial, porque mientras todos estamos confinados en nuestras casas ellos violaron la cuarentena y porque el fiscal viajó con su hija pequeña y una amiga de ésta exponiéndolas al contagio.

¿Y cuál fue la estrategia de defensa del fiscal? Montar en santa ira porque estaban atacando a su niña (lo cual no era cierto) porque a él tan buen padre nadie podía prohibirle viajar con su nena (no dijo nada sobre la otra hija que seguramente también tiene un padre amoroso que no la acompañaba); que mientras fuera fiscal seguiría viajando con su hija, como si lo que se le estuviera reprochando no fuera el mal uso de los bienes públicos, el irrespeto a la cuarentena y el haber expuesto por ese hecho a su hija y a otra menor.

Y una periodista gobiernista puso como nota al final de su columna de prensa: “con la hija del fiscal no se metan”. ¿Habrase visto mayor utilización oportunista de la niña?

En cambio, cuando el fiscal y el gobierno tuvieron oportunidad de mostrar su preocupación y defensa de los niños en el caso de la atroz violación grupal de una niña indígena de 11 años por siete soldados ocurrida hace pocos días, no fue precisamente amor lo que afloró: la Fiscalía les imputó el delito menor de acceso carnal abusivo y no el más grave de acceso carnal violento como correspondía; una senadora del Centro Democrático –partido de gobierno- le pidió al fiscal que tuviera cuidado porque ese caso podía ser un falso positivo judicial impulsado por los enemigos del ejército, y el presidente de la República, para mostrar su amor por los niños, pidió que con este caso se inaugurara la cadena perpetua. 

Tuve que consultar el curriculum del presidente para corroborar que fuera abogado. Encontré que recibió el título pero no le alcanzó para saber que esa ley no puede ser aplicada todavía porque apenas inició su tránsito legal. Tal vez porque estudió en la misma universidad confesional y de extrema derecha donde se graduó el fiscal y medio gobierno, que acaba de sacar una promoción ofreciendo rebaja en la matrícula a los aspirantes del partido conservador.

La Iglesia –las iglesias- han hecho mutis por el foro. Algunos sacerdotes –no la Iglesia como institución- de regiones apartadas han denunciado que no es la primera vez que soldados violan niñas indígenas y han empezado a aparecer otras denuncias.

¿Y la “senadora de los niños” y los demás congresistas de derecha que apoyaron el proyecto de cadena perpetua? Parece que se les agotó el amor que pregonaban porque no se han manifestado.

Como siempre en Colombia, ante cada problema se expide una nueva ley que nadie cumplirá.

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