Opinión

Por Alfredo García

La mediación del presidente, Donald Trump, entre Israel y los Emirato Árabes Unidos, EAU, para normalizar las relaciones diplomáticas, sorprendió a todos. Los palestinos lo calificaron de “traición”, los aliados árabes de Washington lo saludaron con tibieza y los liberales norteamericanos no se atrevieron a cuestionarlo.

Tras el anuncio del acuerdo, varios medios especularon si la normalización de las relaciones entre Israel y EAU, estaba condicionada a la venta de aviones F-35 a los Emiratos, con el propósito de fortalecer la disuasión sobre Irán.  Los EAU son antiguos clientes de armamento estadounidense. La Fuerza Aérea de EAU posee unos 80 cazas F-16 y una diversidad de misiles aire-aire y aire-tierra, así como el sistema de defensa aérea Patriot.

Desde el comienzo de su administración, Trump, impulsó un plan estratégico en el Medio Oriente, iniciado con el retiro del acuerdo nuclear con Irán en 2015, como continuación del solapado sabotaje de la ultraderecha republicana e Israel contra la política del presidente, Barack Obama, período donde el vicepresidente, Joe Biden, recibió varios portazos en su cara por parte del primer ministro, Benjamin Netanyahu. 

El exabrupto internacional que dejó descolocado tanto a adversarios como aliados, fue seguido de una alianza militar con Arabia Saudita, Omán, Qatar, Bahrein, Kuwait, Jordania y EAU, bajo el eufemismo de “enfrentar el extremismo, el terrorismo y lograr la paz, la estabilidad y el desarrollo de la región”, para impulsar una guerra de baja intensidad en los países donde se sospechaba la existencia de milicias afines a Irán, siendo Yemen su primera víctima. La estrategia de Trump cerró con el llamado “Acuerdo del Siglo”, iniciativa colonizadora como solución del conflicto israelí-palestino, que contempla otorgar a Israel el control permanente sobre el 30% de Cisjordania y en el resto del territorio, una autonomía limitada para los palestinos.

La propuesta de Trump, sentencia a muerte la Iniciativa de Paz, aprobada en la Cumbre Árabe de Beirut en 2002 y ratificada en las cumbres de 2007 y 2017. La Iniciativa propone el pleno reconocimiento de Israel por parte de los Estados árabes a cambio de la retirada israelí de los territorios ocupados en la guerra de 1967, una solución justa para los refugiados palestinos y la aceptación israelí del Estado de Palestina.

La gran prensa presentó el “acuerdo tripartita” (EEUU-Israel-EAU) como un “hecho histórico” y una “contribución a la paz” de la región. Pero ni Trump tiene noción de la historia, ni es un hombre de paz. Entonces ¿qué persigue con el  fingido acuerdo internacional  a poco menos de 4 meses de las elecciones? ¿Será un guiño al complejo militar industrial, sobre la política de prohibición de venta de armas avanzadas al Medio Oriente? ¿Acaso un gesto hacia los evangélicos de derecha y los grandes donantes electorales proisraelíes? ¿Querrá enviar un mensaje subliminal al electorado, sobre la toma de grandes decisiones para un próximo mandato?