Lo único que supera el placer de leer periódicos y revistas, es escribir para ellos y ser parte de un esfuerzo cultural trascendental. Estos medios influyen más que ningún otro elemento en el fomento del hábito de leer, están en la base de la cultura popular y contribuyen a la difusión de las ideas avanzadas y a la formación de los gustos más refinados. No existe ningún elemento de movilización social comparable a la prensa ni mejor instrumento para la denuncia y la protesta popular. Los periódicos y revistas son decisivos en la formación de los consensos sociales y políticos.
Los diarios son como el trigo y el pan que están en todas las mesas y, baratos y asequibles son consumidos con igual placer por ricos y pobres, jóvenes y viejos, mujeres y hombres gente de la ciudad y del campo, intelectuales y científicos, incluso personas que no saben leer y miran las ilustraciones y con ello se conforman. Un ilustre estadista dijo una vez que podía faltar el pan, pero no el periódico.
La plasticidad de la prensa escrita permite no sólo responder a las demandas del progreso cultural, sino proponer metas y abrir caminos. Si levantar noticias y mantener informada a la opinión pública, contar historias de vida y dramas humanos y poner de disposición de la sociedad análisis profesionales sobre todos los temas no fuera suficiente, la prensa es un servicio de bien público.
Al incluir las carteleras de espectáculos, informar los estrenos cinematográficos, así como los boletines meteorológicos e información sobre el clima, y la crónica social que, frivolidades parte, permite seguir la vida de famosos y notables y al cubrir los deportes, especialmente los más populares, el periodismo crea nexos con prácticamente todos los estratos sociales y un lazo con la juventud.
En ocasión del debate acerca de si los diarios debían o no admitir publicidad comercial, Adolph Ochs uno de los fundadores de la dinastía familiar que hasta hoy posee el New York Times declaró: “Las noticias informan de lo que la gente necesita, mientras la publicidad indica cómo pueden resolverlo...” El consumo y el confort no serían lo que hoy son sin la publicidad mediática.
Al incorporar notas culturales y carteleras de espectáculos y publicar obras literarias breves o por entregas, dar espacio a la información meteorológica, el clima y la moda, cubrir eventos deportivos, exaltar fi guras y resaltar liderazgos, la prensa aporta a la sociedad más que ninguna estructura social, entre otras cosas porque lo hace diariamente.
Al incluir tiras cómicas, crucigramas y acertijos, los medios dan espacio a formas populares y cultas del entretenimiento y, lejos de ser defectos, el sensacionalismo añade atractivos y la “crónica roja” además de informar sucesos extraordinarios, con frecuencia estremecedores, sirven para mostrar la degradación humana y las máculas de sociedades imperfectas.
Además de lugares de trabajo, los periódicos y revistas, así como las emisoras de radio y canales de televisión, son tribunas desde las cuales las vanguardias y los líderes, los intelectuales y los creadores y los ideólogos se comunican con las sociedades. La prensa de masas es la más formidable institución cultural de cuantas existen.
La posibilidad de multiplicar sus opiniones, juicios y valoraciones por las decenas o cientos de miles de ejemplares que las publican e invadir el éter y penetrar en los hogares por medio de la radio y la televisión y otros medios electrónicos y, de ese modo influir en la formación de la opinión pública, es la principal razón que condiciona la labor periodística y conforma el núcleo de la responsabilidad social de los trabajadores de la prensa.
La grandeza de la prensa, la universalidad de sus mensajes y la nobleza de sus cometidos pone de manifiesto la abyecta labor de los censores. Mutilar a la prensa es matar al mensajero. Definitivamente si ella no existiera habría que inventarla. Allá nos vemos.
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JG