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Opinión

El misil de la discordia

En un ambiente crispado, donde apenas caben nuevas tensiones, Rusia acaba de realizar un ensayo espacial mediante el cual destruyó con un misil balístico un satélite propio ubicado en una órbita alejada. La polvareda levantada es enorme. Cuando formaba parte de la Unión Soviética, Rusia no impresionaba por su ciencia, su economía ni por su capacidad innovadora, tampoco lo hace ahora, excepto en los ámbitos de la cohetería y en la conquista del espacio, en lo cual ha figurado siempre a la vanguardia. Los rusos Konstantin Tsiolkovsky y Serguei Koroliov fueron precursores y forjadores de los cohetes espaciales que elevaron los primeros satélites y llevaron al espacio al primer cosmonauta y, en 1963 a la primera mujer; ambos soviéticos transportaron a la órbita a la primera nave multiplaza, uno de sus cosmonautas inauguró las caminatas espaciales y en 1971 instaló la primera estación orbital. Con la legendaria estación MIR (Paz), que permaneció quince años en el espacio, recibió a 104 astronautas y dio 86 mil 331 vueltas alrededor de la Tierra; la URSS realizó su más grande hazaña espacial.

En una demostración de fuerza militar y eficacia tecnología, con pleno dominio de la balística espacial, el pasado día 15, con un misil lanzado desde el cosmódromo de Plesetsk, Rusia destruyó un viejo satélite de la era soviética. Acertar un blanco del tamaño de un pequeño automóvil de unas dos toneladas de peso, situado a unos 500 km de distancia es toda una proeza balística. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, calificó la prueba como “imprudente e irresponsable” pues, entre otras cosas, a juicio de sus expertos, puso en peligro a la Estación Espacial Internacional (EEI), a bordo de la cual trabajan siete astronautas (cuatro estadounidenses, un alemán y dos rusos) que, durante cuatro horas se refugiaron en dos naves, listas regresar a Tierra. Según el general estadounidense James Dickinson, jefe del Comando Espacial del Pentágono, los fragmentos resultantes de la explosión, serán peligrosos para las actividades espaciales durante años, por lo cual, según afirmó Bill Nelson, director de la NASA, la agencia monitorea los escombros que también pueden representar amenazas para la estación espacial china en construcción. 

Por su parte, la agencia espacial rusa Roscosmos minimizó el peligro alegando que el movimiento de la tripulación de la EEI hacia las naves de evacuación, fue parte de procedimientos estándar de seguridad, subrayando que la estación espacial está en “zona verde”. Serguei Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, respondió a las acusaciones de Washington: “Decir que Rusia crea riesgos para el uso del espacio es como mínimo hipócrita. No han presentado pruebas”. Subrayó el jefe de la diplomacia del Kremlin quien propuso: “Dialogar en vez de lanzar acusaciones falsas”.

El incidente ha hecho recordar que en 1959 Estados Unidos destruyó un satélite, operación repetida en 1985, cuando un avión F-15A abatió un artefacto espacial empleando un misil. En 2007 China destruyó un satélite meteorológico propio situado 870 kilómetros, al año siguiente Estados Unidos liquidó otro mediante un cohete lanzado desde un buque, en marzo de 2019; India derribó un satélite que el propio país había colocado en órbita y en pasado mes de octubre, Rusia probó un misil antisatélite. Algunos expertos se preguntan: ¿si tanto Rusia como Estados Unidos y China disponen de la tecnología necesaria para destruir satélites en órbita, la cual ha sido fehacientemente probada, por qué se realiza ahora esta extemporánea prueba que, entre otras cosas no prueba nada que ya no se conociera? Si la intención era enviar un mensaje: ¿Cuál es el mensaje? Obviamente el recado no es de paz.

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