El Papa León XIII y Carlos Marx fueron contemporáneos, lo cual carecería de relevancia de no ser por las coincidencias conceptuales entre el fundador del socialismo científico y del arquitecto de la Doctrina Social de la Iglesia. Marx expuso su credo social en el Manifiesto Comunista y en El Capital, mientras el Papa lo hizo en varias encíclicas, entre ellas la Rerum Novarum (De las cosas nuevas), todavía el documento social más importante de la Iglesia católica.
Coincidir con el Sumo Pontífice no hizo de Marx un hombre de fe, ni concordar con el teórico del comunismo convirtió al Papa un fan del materialismo histórico. La dialéctica que lleva la convergencia funciona de otro modo.
El Papa León XIII no creó los contenidos de la Doctrina Social de la Iglesia que son parte de los fundamentos del Cristianismo, ni Marx generó los conocimientos que forman su doctrina. Lo ocurrido fue que, ante la realidad del “capitalismo salvaje” del siglo XIX en Europa, aunque partían de premisas diferentes, ambos pensadores, arribaron a conclusiones análogas y esencialmente compatibles.
Ocurre así porque la verdad no milita en ningún partido, no va a misa, no divaga ni especula, es neutral y es concreta. La verdad en todos los campos, incluida la política, se confirma en sí misma y no necesita ser certificada por presuntos elegidos.
La percepción de Marx sobre la realidad social contemporánea, condujo al sindicalismo militante, a los partidos obreros, luego llamados socialdemócratas y al comunismo, y las de León XIII desembocaron en la exposición de los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia y la democracia cristiana.
Entre las mejores obras de León XIII está haber orientado a los fieles católicos a salir de las sacristías e involucrarse en la vida política de sus respectivos países y más allá de ellos, organizándose en partidos políticos, organizaciones obreras y asociaciones fraternales de inspiración cristiana.
Las reflexiones de León XIII acerca de la realidad europea y de la situación de los trabajadores y los pobres parten de la teología asociada a los preceptos éticos y morales del cristianismo que desde Jesucristo se aproximan a los pobres y los explotados que en aquellas circunstancias eran los obreros. Marx llegó al mismo punto desde la historia económica y la economía política. La percepción honesta de la realidad es un “tronco común” que aúna las diferentes visiones sociales.
Sin comunicarse entre sí, las diferentes culturas y civilizaciones dominaron el fuego, inventaron la rueda, crearon y utilizaron lanzas y flechas, aprendieron a recolectar y a cazar, pescar y navegar, domesticaron a los animales, crearon lenguas y escrituras y realizaron los mismos inventos, porque la existencia de una realidad única, genera respuestas idénticas.
Lo mismo en Egipto, Persia y Babilonia que en América, donde aztecas, incas, mayas, cherokees e iroqueses, marchaban en la misma dirección y dejados a su arbitrio, aunque en diferentes momentos, hubieran llegado al mismo estatus civilizatorio. A eso se refiere la Teoría de la Convergencia.
Ya fuera creada por Dios o fruto de la evolución, la humanidad partió de un mismo punto y, aunque a diferentes velocidades, llegará al mismo lugar. Que algunos pueblos alcancen mayores niveles de desarrollo que otros, no lo hace mejores, sino que debería hacerlos pioneros.
Sin embargo, los mismos procesos mediante los cuales se gestan los altos valores humanos contenidos en los Mandamientos cristianos, los valores del liberalismo clásico y los postulados del socialismo, surgen también las aberraciones que los desmienten. No existe una cultura del bien y otra del mal, se trata de la misma dinámica que forma el devenir.
En los asuntos teológicos, León XIII fue conservador, condenó las ideas liberales, incluidas las libertades de prensa, conciencia y culto, fue contrario al laicismo y defensor del capitalismo, más en el plano humano y social fue, como Marx, un justiciero. Ambos reaccionaron ante la precaria condición de los trabajadores y sus familias e indicaron caminos liberadores. El cura apeló a la bondad y el perdón y el otro a la lucha. Ambos tuvieron más razones para coincidir que para confrontarse.
Al hacerlos trascender, una época y una cultura más tolerante y plural les rinde homenaje. Bienaventurados los precursores y forjadores de todos los credos.