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Opinión

La innovación y lo políticamente correcto

A diferencia de las ciencias, las tecnologías y los oficios donde las innovaciones son bienvenidas, incluso premiadas, en los ámbitos políticos, suelen ser tenidas por herejías, deben enfrentar el conservadurismo y la reacción y en ocasiones son paralizadas.

La izquierda marxista-leninista acuñó el término “revisionista” y demonizó el reformismo, convirtiéndolos en actitudes “políticamente incorrectas”, lo cual llevó a la ruptura con el liberalismo, la socialdemocracia, la democracia cristiana y otras corrientes, mientras el ateísmo militante la apartó de los creyentes. Al añadir la exclusividad ideológica, se impuso la mentalidad sectaria que impidió al marxismo establecer alianzas y lo condujo al solipsismo político.

El área de la actividad social donde se registran menos innovaciones es la política. Es así por la naturaleza de procesos cuyas premisas históricas datan de siglos, incluso milenios. Hubo un enfoque entre cuyas innovaciones estuvo desterrar la fe e instalar el ateísmo, sustituyéndolo por la concepción científica de la historia, para lo cual sus promotores debieron enfrentar 3 mil años de historia y contradecir a miles de millones de personas.

El arquetipo de la innovación política son las revoluciones que debido a su complejidad y a la convulsión que originan, han ocurrido muy pocas, no más de una docena en la historia de la humanidad y no han sido como las panaceas que lo remedian todo. Unas no llegaron, otras se pasaron y algunas, después de mucho nadar, se ahogaron en la orilla. El equilibrio no forma parte de sus virtudes. Quien mejor las describió fue uno de sus promotores, Karl Marx:

 “Las revoluciones proletarias -escribió Marx- como las del siglo XIX, se critican constantemente, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, sólo derriban al adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas, entonces retroceden aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás...”

Para bien y para mal, las innovaciones políticas trascendentales implican intereses diversos, principalmente económicos, involucran a millones de personas, tienen lugar a escala de países y regiones y afectan a épocas completas. En occidente, las revoluciones cuyos efectos resultaron más trascendentales fueron las encabezadas por la burguesía que desplazaron del poder a la nobleza y a las monarquías, estableciendo modelos democráticos.

 En 1910, en México apareció un tipo de revolución social adaptada a las necesidades latinoamericanas donde la innovación consistía en sacudir las dictaduras oligárquicas que prosperaron al amparo de la independencia, en ese caso la de Porfirio Díaz que, como otras, antes y después, se incrustaron en el organismo social de las repúblicas iberoamericanas. La Revolución mexicana sirvió de inspiración a las desplegadas en el siglo XX.

En 1917, de modo confuso por ocurrir en el contexto de la Primera Guerra Mundial y cuando ya se había constituido el Gobierno Provisional de corte liberal, en Rusia debutó la generación de las revoluciones socialistas de las cuales fueron exitosas dos, la de Rusia capitalizada por los bolcheviques y la de China, todavía vigente.

La Revolución Socialista propuso innovaciones nunca antes concebidas, entre ellas: tomar el poder mediante maniobras inéditas, desplazar a todas las demás fuerzas políticas, y excluirlas definitivamente, promover la idea de realizar la revolución mundial e implantar un modelo político basado en la dictadura del proletariado. La idea de construir una sociedad enteramente nueva, incluso un hombre nuevo, por desmesurada resultó inviable.

En todas las áreas, incluida la práctica, la institucionalidad política y la movilización social, la innovación necesita racionalidad, ritmos apropiados y metas alcanzables. Las experiencias y sus resultados están a la vista.

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