Como periodista tengo sentimientos encontrados ante la última andanada de recriminaciones de Andrés Manuel López Obrador a comentaristas y articulistas que, a juicio del Presidente, atacan a su Gobierno motivado por razones deleznables. Y digo sentimientos encontrados porque, a pesar de que no siempre coincida con algunas decisiones de la 4T o con el estilo confrontador del mandatario, sigo convencido de que el país tenía que hacer una modificación al modelo de crecimiento rapaz y socialmente irresponsable, e impulsar un proyecto orientado a beneficiar a la mitad de la población dejada atrás, como se lo ha propuesto el nuevo Gobierno. Sigo pensando que en un país en el que las élites han operado en primera instancia a favor de sí mismas, es un pequeño milagro que haya llegado a Palacio Nacional un hombre cuya prioridad es ayudar a los pobres. A pesar de que a ese hombre a ratos parece ganarle la frustración y el resentimiento acumulado de tantos años bregando contra el status quo y contra lo que él considera sus personeros, es decir, las celebridades del periodismo.
El viernes pasado en la Mañanera fustigó de manera especialmente severa a conductores de radio y televisión por la manera en que reportaron la noticia dada a conocer por la Auditoría Superior de la Federación, según la cual el Gobierno había gastado tres veces más de lo originalmente reportado en la clausura del proyecto de construcción del aeropuerto en Texcoco. Al Presidente pareció molestar mucho más el manejo que hicieron los periodistas a la nota, que el equívoco de parte de la institución auditora que horas más tarde se corregiría a sí misma. Si bien AMLO envió una carta a la presidenta de la Cámara de Diputados, a la cual está adscrita la ASF, para exigir una investigación no solo por el error sino por lo que él considera una acción deliberada para lastimar a su Gobierno, parecería asumir que el verdadero daño fue causado por los periodistas que dieron a conocer la noticia.
Para mostrarlo, AMLO proyectó en la Mañanera un video preparado por su equipo en el cual se extracta la grabación de 10 colegas hablando de la nota en cuestión. Algunos de ellos hacen comentarios críticos sobre la 4T derivados del despilfarro que habría implicado el gasto tan exorbitado publicado originalmente por la ASF. El titular de este organismo, David Colmenares, pondría en duda la cifra al final del día (y por consiguiente pondría en duda la integridad de la propia ASF, aunque esa es otra historia). Pero todo indica que los audios de los conductores fueron recogidos antes de esa corrección, por lo cual ellos estarían dando cuenta de una información que en ese momento se daba por cierta, considerando que fueron presentados por una institución que hasta ahora había gozado de una más que aceptable reputación. En particular los casos de Francisco Zea (a quien se oye decir: “En más información, la Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades en el gasto público por 67 mil 498 millones de pesos durante el primer año del Presidente López Obrador”) y de Denise Maerker (“Este sábado, la Auditoría Superior de la Federación dio a conocer los resultados de la fiscalización de la Cuenta Pública 2019 y entre los principales hallazgos que dieron a conocer destacan que la cancelación del aeropuerto en Texcoco habría superado los 332 mil millones de pesos, más del triple de los 100 mil millones que el Gobierno aseguró había costado”). No sé si en la transmisión original alguno de los dos dijo algo más, pero lo cierto es que en el extracto mostrado por el Presidente no hay absolutamente nada reprochable: que el Gobierno hubiese gastado en un proyecto 10 mil millones de dólares más que lo reportado habría sido noticia en cualquier país del mundo, independientemente de la posición que tenga un periodista sobre su Gobierno; más aún si se considera que el dato salía de una institución que hasta ese momento estaba libre de sospecha. Recordemos que la ASF es un organismo autónomo emanado de la Cámara de Diputados, actualmente dominada por el partido oficial.
Es cierto que en los extractos de los otros ocho presentadores se aborda la noticia entre comentarios críticos, algunos con adjetivos catastrofistas. Entre ellos se encuentran algunos de los oponentes mediáticos más enconados del Presidente, como Carlos Loret, Ciro Gómez o Héctor Aguilar Camín. Pero nada que salga del guión habitual de comentaristas que no ocultan su animadversión a las propuestas ideológicas y a las políticas del régimen, sean por las razones que sean. Llama la atención la inclusión por vez primera de Jesús Silva Herzog, un intelectual con quien la mayor parte de las veces estoy en desacuerdo en las mesas de análisis en las que solemos compartir, pero de quien aprecio el talante tolerante y la disposición a escuchar y razonar argumentos contrarios a los suyos (algo cada vez menos usual en nuestro polarizado ambiente). En particular encuentro fuera de lugar el comentario que en esa Mañanera hizo el Presidente al abuelo de Silva Herzog, con el propósito de disminuir al nieto; una alusión que no cabría en alguien quien, como AMLO, ha exhortado a no utilizar a los miembros de la familia en el debate político.
Puedo entender la frustración del Presidente frente a una crítica que, a sus ojos, cada día deshace o enloda lo que hizo su Gobierno en las últimas 24 horas. También encuentro explicable su deseo incesante de dar a conocer su propia versión de los hechos, en respuesta a lo que considera una distorsión deliberada de sus acciones y sus dichos. Está en su derecho, pero podrían resultar contraproducentes estos obsesivos recuentos de agravios; la exhibición de listas negras de periodistas puede fácilmente ser interpretado como cacería de brujas y hostigamiento deliberado del Gobierno a la prensa crítica. Algo que no le conviene a nadie.
Pero más allá de eso, está la verdadera tarea. Me preocupa que el Presidente gaste tanto tiempo, energía y preocupaciones en debatir todos los días con columnistas e intelectuales, sean orgánicos o no, cuando hay tanto por hacer y tan poco tiempo. El país es mucho más vasto y hay problemas infinitamente más urgentes que enterarnos de lo que el Presidente piensa de lo que dijo Loret el día anterior. Sin proponérselo el propio mandatario hace gigantes a sus adversarios. Peor aún, desperdicia recursos en la cuenta regresiva que va disminuyendo día a día la enorme oportunidad histórica que significa haber llegado a Palacio con un proyecto social que este país necesita.
@jorgezepedap
Por: Jorge Zepeda Patterson