Del 8° Congreso del Partido Comunista de Cuba, constitucionalmente la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del estado, emergió la mejor dirección que la continuidad puede ofrecer. Un colectivo de 126 personas, 77 hombres y 49 mujeres, agrupados en tres órganos de dirección: Comité Central (106), Buró Político (14) y Secretariado del Comité Central (6).
En teoría el Comité Central integrado por 126 personas (incluidos Buró Político y Secretariado) es el máximo órgano de dirección del Partido Comunista y del país, función que ejerce por medio de sus integrantes colocados en posiciones claves, (la llamada nomenclatura) y mediante “plenos” como llaman a las reuniones periódicas.
La condición dirigente del Comité Central, es mediada por dos hechos (1) el Partido se rige por el centralismo democrático, una norma según la cual “los organismos inferiores se subordinan a los superiores” y (2) el Comité Central depende en gran medida de su “aparato auxiliar” encabezado por el Secretariado.
Esta situación se deriva del hecho de que, tanto el Buró Político como el propio Comité Central, están formados por personas que no son profesionales del Partido, sino que tienen otros trabajos como presidente y vicepresidente de la república, primer ministro, ministros, presidente de la Asamblea Nacional, incluso una es secretaria del partido en la provincia de Artemisa.
Los miembros del Buró Político y muchos del Comité Central, apenas tienen tiempo para ocuparse de los asuntos específicos del Partido que por otra parte es una estructura vertical, rígidamente disciplinada y sumamente compleja formada por 14 comités provinciales, 168 comités municipales, y cerca de 50 mil organizaciones en las cuales militan unas 700 mil personas.
La mayor parte de las entidades partidistas son núcleos y comités que forman las bases del Partido que además posee periódicos y revistas, escuelas, empresas, finanzas y otras dependencias. La dirección cotidiana y operativa de este entramado recae sobre el Secretariado.
En los hechos la dirección estratégica y conceptual del Partido y del país, es tarea del Buró Político y de modo acentuado de su primer secretario, cargo que en 60 años han desempeñado tres personas, los hermanos Fidel y Raúl Castro y ahora Miguel Diaz-Canel Bermúdez que además es presidente de la República.
En el Buró Político se reiteran nueve nombres y debutan cinco, mientras en Secretariado solo uno conservó el cargo y cinco se inauguran. Todos son militantes experimentados con largas y exitosas trayectorias y son universitarios. No hay entre ellos nadie con antecedentes negativos, ninguno posee negocios ni riquezas y todos creen en lo que hacen. Ninguno tiene un proyecto individual, ni es ponente de corriente alguna, sino que actúan a partir de metas compartidas.
Me gustaría subrayar el hecho de que, a pesar de tratarse de estructuras nacionales cuyas sedes radican en la capital, alrededor de 50 de sus integrantes desempeñan labores en provincias y municipios y residen en el interior del país.
Entre otros son notables los ascensos de Rogelio Polanco, ex director del diario Juventud Rebelde, antiguo embajador en Venezuela y hasta hace poco rector del Instituto de Relaciones Internacionales para encabezar la “esfera ideológica”, lo cual lo convierte en virtual “ideólogo del partido” y Joel Queipo, un joven dirigente del partido en la capital, encargado de la atención al área económica, del cual existen excelentes referencias. Ambos cuentan con las herramientas necesarias para su labor.
Llama la atención la pobre representación del sector de la cultura. No están los principales funcionarios, no clasificaron los directivos de las organizaciones de creadores y los intelectuales y artistas están ausentes. Tampoco la prensa salió ganadora, lo cual se explica por las reiteradas críticas de que es objeto. La excepción es el meteórico ascenso de Humberto López, único caso de un joven periodista de filas que sin otros avales que su breve ejecutoria profesional, asciende tan rápidamente.
En la coyuntura más difícil, ante retos impresionantes, la nueva dirección cubana, doblemente encabezada por Miguel Diaz-Canel, se apresta a dar continuidad a las metas históricas del país. Al desearle éxitos no puedo dejar de aludir a la necesidad de la renovación. No importa cómo se presenten, las ideas y preceptos obsoletos, no son herencias, sino lastres.
Por Jorge Gómez Barata