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Opinión

Morena en la Ciencia Política y las Elecciones

Morena surge como movimiento político y social impulsado por el hoy presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, para apoyar su campaña presidencial de 2012. En noviembre de ese año, el denominado Movimiento Regeneración Nacional se constituyó como una asociación civil y en julio de 2014 obtuvo su registro como partido político nacional. Sorprendentemente, a partir de las elecciones presidenciales de 2018—con el triunfo avasallador de López Obrador—se convirtió en la primera fuerza política del país, ganando la Presidencia de la República y obteniendo la mayoría parlamentaria en las dos cámaras del Congreso de la Unión. En vísperas de las elecciones intermedias de este 6 de junio, vale la pena analizar el posible futuro inmediato de esta fuerza política y ubicarla dentro de la literatura de partidos políticos.

Ubicar a Morena dentro de la discusión académica en la ciencia política no resulta una tarea fácil debido a su corto tiempo de vida y a sus orígenes como movimiento social y político. Existen quienes dudan incluso de su futuro como partido político según las concepciones teóricas más tradicionales. Sin embargo, hay quienes explican su esencia y su ideología con mayor claridad basándose en los documentos fundacionales y en su historia como fuerza política. El Senador Martí Batres, por ejemplo, en un libro publicado en 2017, afirma que MORENA es un ‘partido político’, pero también lo describe como un ‘movimiento social’.

En la literatura académica se podría clasificar a Morena, de forma preliminar, como un partido “nuevo”, pero al mismo tiempo se identifican algunas características de partido “personalista” debido a los orígenes de esta fuerza política y al liderazgo que continúa ejerciendo en la misma el actual presidente de México. Es importante mencionar que los partidos personalistas proveen un vehículo para que el líder gane elecciones y ejerza el poder. Este tipo de organización política sirve más bien para resolver los problemas de los fundadores o líderes y no tanto para resolver problemas sociales fundamentales. En este tipo de partidos, la organización de los mismos no es lo fundamental o lo que los sostiene. El líder es la fuente de nominación de candidatos, actividad parlamentaria y resolución de conflictos internos, así como de todo lo demás que sería normalmente función del partido (Elias, 2018).

En el tema de la clasificación de Morena como un partido personalista no hay total claridad. Al día de hoy, para la mayor parte de los actores externos, no es posible apreciar nítidamente—y sin realizar especulación alguna—el poder real que ejerce López Obrador en Morena, en la elección de sus candidatos y en sus procesos internos. Pareciera ser que el Presidente de México tiene aún un gran poder informal para guiar al partido, pero a simple vista no se puede determinar su grado de influencia. Lo que sí es claro es que dentro del partido existen actualmente fuertes divisiones que se comenzaron a visibilizar y a intensificar en la reciente elección por el liderazgo de Morena. Al mismo tiempo, se han suscitado importantes críticas al interior del partido, y fuera del mismo, con relación a la elección de algunos candidatos para las intermedias—los casos de Guerrero (Félix Salgado Macedonio) y Nuevo León (Clara Luz Flores) son emblemáticos en este sentido, pero no son los únicos.

Parece aún prematuro enmarcar, con toda certeza, a Morena en una categoría definida de partido político. Lo que es más, aún existen dudas sobre si es—o si se convertirá—en un partido político. Pero suponiendo que es en efecto un partido político, MORENA posee actualmente características de los partidos personalistas, o quizás exhibe las peculiaridades de un partido “moderno” (o incluso un partido “hiper-moderno” como Podemos en España o el movimiento italiano Cinco Estrellas). Estos partidos no parecen poseer un programa bien estructurado o una ideología bien definida; más bien se enfocan en nominar candidatos y en hacer que ellos ganen las elecciones.

Morena es considerado por algunos como un partido nuevo, o un partido con algunas de las características de aquellas organizaciones políticas que podrían quedarse sin militantes. Y esto se complica al no poder resolverse la supuesta dualidad de estructura que existe entre el movimiento y el partido. El fenómeno de los partidos sin militantes se describe en un libro de Dalton y Wattenberg titulado Parties without Partisans (Oxford University Press, 2002) que “documenta la erosión a gran escala de las identidades partidarias del público en virtualmente todas las democracias industriales avanzadas”. También “demuestra cómo los partidos políticos se han adaptado al desalineamiento partidario (dealignment) a través de fortalecer sus estructuras internas organizacionales y de alejarse parcialmente de las fluctuaciones de la política electoral. Partidos centralizados, profesionalizados con horizontes de corto tiempo han reemplazado a los partidos de masa del pasado determinados ideológicamente”.

En resumen, no sabemos a ciencia cierta qué tipo de partido es Morena y algunos incluso cuestionan si se trata de un partido político en sentido estricto. El resultado de las elecciones intermedias del presente año (2021) será crucial para definir en qué tipo de partido se convierte y si se continúa institucionalizando o no. Veremos, además, si los que no lo consideran un partido cambian de opinión. El futuro inmediato de Morena como partido político se juega en las elecciones intermedias del presente año. La pregunta clave es si un eventual triunfo abona a la institucionalización y mejor organización del partido o no. Pero será después de las elecciones de 2024 en realidad, cuando sabremos si Morena se separa a sí mismo de la persona de López Obrador y si sobrevive como institución política sin su liderazgo.

Nota: Este texto está inspirado y basado, en parte, en la tesis de maestría de Emily H. Elias (George Mason University, 2018). Un agradecimiento y un reconocimiento a ella por su excelente trabajo.

Por: Guadalupe Correa-Cabrera

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