Como civilización hemos llegado a un umbral que no podremos traspasar sin una reflexión y acción radical que transforme principios y prácticas que están poniendo en riesgo la propia sobrevivencia de la especie. El término radical espanta a quienes quieren mantener el estado de las cosas y, en muchos casos, porque no se entiende su significado. Radical no significa más que enfrentar un problema desde su raíz que es donde se encuentran sus causas, es decir, no quedarse en los efectos. En el umbral de crisis civilizatoria que nos encontramos, implica cambiar de raíz aspectos centrales de las prácticas económicas sustentadas en principios ideológicos insostenibles por los daños que están haciendo al planeta y a la humanidad en su conjunto.
Si partimos de la actividad más esencial de cualquier especie, la de alimentarse para sobrevivir y reproducirse, podemos ver claramente la necesidad de transformar de fondo la manera en la que el modelo agroindustrial produce parte de nuestros alimentos, el tipo de alimentos que se elaboran para su consumo y los desechos que este modelo genera.
El Acuerdo de París sobre cambio climático de 2015, el más avanzado hasta ahora, establece medidas para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Como parte fundamental de este proceso llevado en Francia, varias naciones firmaron la iniciativa conocida como cuatro por 100, reconociendo la necesidad de modificar la forma de producción de alimentos.
El sistema agroindustrial basado en grandes extensiones de monocultivos con uso intensivo de plaguicidas, herbicidas, fertilizantes químicos y maquinaria, ha convertido los suelos agrícolas en tierras infértiles, contaminado suelos, aire y agua, desplazado a los pequeños y medianos productores, impactado en ecosistemas, dañado la diversidad biológica y se ha convertido en una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero.
La iniciativa cuatro x 100 está dirigida a que la agricultura se transforme de emisora a capturadora de gases de efecto invernadero, que pase de contribuir al cambio climático a ser una actividad para mitigarlo. Es un ejemplo entre muchos otros en que el pensamiento radical se vuelve necesario para enfrentar las causas de un sistema que ha afectado al planeta y la humanidad. La iniciativa se explica así:
“Cada año, el 30 por ciento de las emisiones de bióxido de carbono (CO2) es recuperado por las plantas gracias a la fotosíntesis. Después, cuando las plantas mueren y se descomponen, los organismos vivos del suelo, tales como las bacterias, hongos o gusanos, las transforman en materia orgánica. Esta materia orgánica rica en carbono, es esencial para la alimentación de los seres humanos porque retiene el agua, el nitrógeno y el fósforo, indispensables para el crecimiento de las plantas. Los suelos mundiales contienen dos a tres veces más carbono que la atmósfera. Si este nivel de carbono aumentara en un 0.4 por ciento, o cuatro por ciento por año, en los primeros 30-40 cm de suelo, el aumento anual de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera se reduciría significativamente”.
¿Cómo convertir al sistema agrícola de emisor a sumidero de gases de efecto invernadero?
1.– No dejar los suelos desnudos, no permitir su erosión, restaurarlos, regenerarlos. Aumentar su riqueza orgánica.
2.– Establecer cultivos y policultivos rotativos en suelos nutridos con compostas orgánicas.
3.– Restaurar los pastizales, los bosques deteriorados, combatir la desertificación y erosión de suelos.
4.– Plantar árboles y vegetación en general.
5.– Captar el agua bajo las plantas.
Se estima que existen más de 570 millones de granjas en el mundo y más de tres mil millones de personas viviendo en zonas rurales con la capacidad de colaborar en estas labores.
Combatir la degradación de los suelos no sólo es obligado para mitigar el cambio climático, es condición para enfrentar el hambre y garantizar alimento para nueve mil 800 millones de personas en el año 2050. Se trata de una lógica en la que la agricultura se desarrolla entendiendo todos los elementos naturales que interactúan para favorecer la producción sin sacrificarlos, todo lo contrario a la visión mercantil de la tierra en la que se ignoran estas interconecciones para abordar la producción a partir de insumos químicos con el fin de lograr la mayor producción al menor costo, sin considerar los efectos.
Se estima que el 70 por ciento de los alimentos que consumimos a escala planetaria son provistos por pequeños y medianos agricultores que deben ser los actores principales de esta regeneración de la tierra. El programa cuatro x 100 explica:
“Nuestra capacidad de alimentar nueve mil 800 millones de humanos en el 2050 en un contexto de cambio climático dependerá, entre otras cosas, de nuestra capacidad de conservar los suelos vivos. La producción agrícola está altamente correlacionada con la salud de los suelos, cuyo principal indicador es la tasa de materia orgánica. Suelos productivos y estables favorecen directamente la resiliencia de los agricultores hacia los desajustes climáticos”.
En México, en la actual administración, se conformó el Grupo Intersectorial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad (GISAMAC), con la participación de diversas dependencias de Gobierno y las secretarias de salud, agricultura, medio ambiente y economía. El GISAMAC se planteó como objetivo “construir un marco institucional que permita desarrollar iniciativas transversales para impulsar un sistema agroalimentario justo, saludable, sustentable y competitivo”. El propósito es coordinar una serie de acciones de diversos sectores del Gobierno para favorecer la agroecología, los mercados regionales, la alimentación saludable, favoreciendo las economías locales. Desgraciadamente, existe un sector dentro del Gobierno opuesto a GISAMAC y que defiende los intereses de las grandes corporaciones agroalimentarias. Ese sector juzga a GISAMAC como ideológico.
El pensamiento radical no es ideológico, como es juzgado por las grandes corporaciones y sus aliados, parte de un análisis de la realidad. Ideológico es defender un sistema alimentario insostenible por sus graves consecuencias para el planeta y la población global. Estamos en un umbral que solamente podremos traspasar.
Por Alejandro Calvillo