Cuando la evidencia científica es suficiente para parar las prácticas comerciales de las grandes corporaciones por los inmensos daños que están creando a la salud de la población o al medio ambiente, la resistencia de estos enormes poderes económicos lo impiden. Éste es el caso de la historia negra de Nestlé cuyos intereses han prevalecido violando las propias recomendaciones de las Naciones Unidas.
Esta historia se remonta a hace 150 años con el inició de las actividades de Nestlé produciendo sustitutos a la leche materna que fueron introducidos al mercado para, “supuestamente”, sólo aquellos casos en los que los bebés no pudieran ser amamantados
En 1867 Henry Nestlé lanzó su “harina láctea” con la combinación de leche de vaca, harina de trigo y azúcar para ser consumida por niños que no podían ser amamantados. Lo que debería haber sido un producto sólo a la venta bajo prescripción médica, ha sido comercializado como una opción para todos los recién nacidos y bebés desde sus primeros días hasta sus primeros años. Promovida su venta en el tercer mundo a través de mujeres vestidas de enfermeras, con muestras gratis entregadas en los hospitales, con campañas publicitarias millonarias y con la complicidad de trabajadores de la salud, logró hacer pensar a las mujeres que estos sustitutos eran una mejor opción a la lactancia materna. Esto trajo como consecuencia el aumento de enfermedades y muerte entre los pequeños.
No sólo se trata de que estos productos nunca van a tener el valor nutricional de la leche materna, ni que con su consumo bajan radicalmente las defensas de los bebés ante muy diversas enfermedades, se trata de que los pequeños estaban y están sufriendo infecciones, incluso, mortales a causa de la preparación de estos productos. Si en las naciones ricas ya se presentaban problemas para mantener la higiene en la preparación de estas leches en polvo, en la calidad del agua y en la esterilización de las mamilas; en las comunidades del resto del mundo, en las regiones pobres a donde ha llegado Nestlé con todo su poder, la falta de higiene y calidad del agua es una condición común, aumentando exponencialmente los riesgos de infecciones. Infecciones, que en el caso de los niños pequeños, son una de las principales causas de muerte en estas naciones.
Cicely Williams, pediatra que trabajó en África durante años, pronunció una conferencia en 1939 en el Singapore Rotary Club titulada “Milk and Murder”, sobre el impacto de estos sucedáneos de la leche materna. En ella comentó: “Si su vida estuvieses amargada como lo está la mía, al ver día tras día esta masacre de inocentes por una alimentación inadecuada, creo que ustedes entonces sentirían, como yo siento, que la propaganda engañosa sobre alimentación infantil debería ser castigada como la forma más criminal de sedición, y que estas muertes deben considerarse como un asesinato”. En 1948 la doctora Williams se convirtió en la directora de la división de salud Maternal e Infantil de la Organización Mundial de la Salud.
Entre lo que la doctora Williams documentó como parte de las estrategia de la industria para desplazar la lactancia materna, destaca la entrega de muestras gratis. Esta práctica, aún común, busca que las madres den este producto a sus hijos, sabiendo que si lo hacen, aunque sea en un periodo corto de tiempo, dejan de estimular sus glándulas mamarias, lo que las lleva a dejar de amamantar. Es así como esta corporación y otras se hacen de una parte importante del presupuesto de las familias pobres.
Al tiempo de este impacto económico, se da un impacto en la salud de los infantes a través de sustituir la leche materna con un producto que nunca podrá tener las cualidades de nutrición y de inmunoprotección que tiene la leche materna. Cicely Williams describió estas prácticas antiéticas como una masacre de inocentes.
Diversos especialistas comenzaron a denunciar estas prácticas, sin embargo, los años pasaban, se convertían en decenios, y los daños continuaban aumentando entre más penetraba Nestlé en las poblaciones de los países de bajos ingresos de África, Asia y América Latina.
En marzo de 1974 fue publicado en Londres el documento “The Baby Killer” (“El asesino de niños”) por la organización War on Want escrito por Mike Muller. El documento fue retomado por la organización suiza “Grupo de Trabajo del Tercer Mundo”, cambiándole el nombre a “Nestlé asesina bebes”. Nestlé, que tiene su casa matriz en ese país, demandó a la organización argumentando que era inocente ya que en las latas de sus productos advertía como deberían usarse. La compañía dio una conferencia de prensa en la que argumentó que no tenía responsabilidad en el hecho de que las madres no supieran leer y que no hubieran condiciones higiénicas en esos países. El pleito se prolongó de 1974 a 1976 dando muy mala publicidad a la empresa hasta que la organización fue condenada a pagar una suma simbólica de 300 francos suizos bajo el argumento que el cambio de nombre al documento era difamatorio, al tiempo que la sentencia le señaló a la empresa que debería modificar su estrategia de mercadeo y comercialización en los países que vivían esas situaciones.
Las críticas a Nestlé se recrudecieron y surgió en Estados Unidos una campaña para boicotear a la empresa. La campaña de boicot llegó a Europa a principios de los 80 y se extendió a muchos otros países.
Tuvieron que pasar 40 años desde la conferencia de la doctora Cicely Williams para que la Organización Mundial de la Salud y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (OMS-Unicef) realizaran reuniones conjuntas entre 1979 y 1981 en las que se prepararon diversos borradores para regular la publicidad y mercadeo de estos productos. Estos borradores fueron hábilmente interferidos por la industria en sus primeras versiones. Sin embargo, la evidencia y la presión internacional contra la influencia de la gran corporación se impuso y en 1981 se estableció el Código para la Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna. El Código se aprobó con el voto a favor de 181 países y uno en contra, el de los Estados Unidos.
Puede decirse que Nestlé se convirtió en la primera empresa que obligó a las Naciones Unidas a establecer un acuerdo internacional para evitar sus prácticas comerciales que significan enfermedad y muerte de niños pequeños, especialmente en las naciones de bajos ingresos. Como mencionamos, de la conferencia de la doctora Cicely Williams al establecimiento del Código tuvieron que pasar poco más de 40 años, y del establecimiento del Código hasta nuestros días han pasado otros 40 años, en total más de 80 años. A pesar de que han pasado más de 80 años, Nestlé sigue con gran parte de estas estrategias en las naciones de bajos y medios ingresos, como reporta periódicamente la International Baby Foods Action Network en un reporte avalado por la OMS y Unifec.
El Código establece una serie de medidas para prohibir la publicidad y promoción de los sucedáneos, teniendo como eje central el derecho de los infantes a una alimentación adecuada. El Código ha sido fortalecido por las resoluciones posteriores que son emitidas cada dos años por la Asamblea Mundial de la Salud y que comprenden regulaciones del etiquetado, la limitación expresa del uso de estos productos en los sistemas de atención de salud, prohibición de entrega de muestras gratis, prohibición de entregas en situaciones de emergencia, patrocinios a sociedades profesionales, entregas de regalos e invitaciones a estos profesionales, así como aspectos de aplicación y vigilancia del Código.
Como parte de este proceso de actualización del Código para proteger la salud de los infantes de las diversas estrategias de las corporaciones para promover el consumo de los sucedáneos, se establecen diversos criterios como el reconocimiento de los Hospitales Amigos de las Mujeres y los Niños. Estos hospitales promueven las prácticas adecuadas de la lactancia materna, establecen el alojamiento conjunto, el contacto piel a piel y prohíben la presencia de cualquier promoción de los sustitutos, reconociendo la importancia de esas primeras horas para iniciar el contacto de la madre con su bebé y la lactancia materna. Las condiciones de Hospitales Amigos de las Mujeres y los Niños deberían ser lo común y no la excepción. En nuestro país son la excepción.
Sabemos bien que es una práctica común separar al recién nacido de la madre, llevarlo al cunero, separarlo toda la noche de la madre para que ella “descanse”, periodo en el que, comúnmente, se les da a los recién nacidos leche de fórmula, complicando el inicio de la lactancia materna en ese periodo clave. En México, las madres que desean tener a sus hijos con ellas en el cuarto de hospital y amamantarlos deben emprender una fuerte batalla con el personal. Las prácticas en los hospitales de nuestro país están hechas para complicar la lactancia materna y favorecer las condiciones ambientales que promueven el uso de los sucedáneos de la leche materna.
El Código establece: “El apoyo financiero a programas y a profesionales no deben crear conflictos de interés. La investigación sobre alimentación del lactante y del niño pequeño debe contener una declaración relativa a los conflictos de intereses y ser sometida a examen por expertos independientes”. Otra recomendación plantea: “No solicitar o patrocinar reuniones de profesionales de la salud o reuniones científicas” por existir claramente un interés comercial. ¿Y quién patrocina a las asociaciones de pediatras de nuestro país?, ¿quién financia a instituciones como la Fundación Mexicana para la Salud de donde han salido secretarios de salud de nuestro Gobierno y otros funcionarios?
Treinta siete países de 59 prohíben actualmente a los productores y distribuidores financiar reuniones de profesionales de la salud y de científicos. El conflicto de interés es central en el Código: muestras gratis, leches artificiales en los hospitales, patrocinios de cursos académicos, de reuniones de asociaciones profesionales, regalos a profesionales de salud, viajes, cenas, visitas médicas, investigaciones científicas.
Lo anterior incluye la prohibición de donaciones durante situaciones de emergencia donde las condiciones de higiene son más difíciles y donde el reforzamiento del sistema inmune de los pequeños debe fortalecerse con la lactancia materna, no lo contrario. Al inicio de la pandemia denunciamos un programa conjunto de Nestlé con Fundación Femsa en el que se distribuían sucedáneos de leche materna en comunidades vulnerables de Veracruz y estados vecinos.
Lo más grave del asunto es la penetración de esta empresa en los profesionales de la salud. Encuestas realizadas en América Latina encuentran que la mayor parte de las mujeres que dan sucedáneos lo hacen bajo recomendación de los profesionales de la salud y un alto porcentaje de las madres que dejan de amamantar lo hacen por recomendación, justamente, de un profesional de salud. Los profesionales de la salud son los primeros capturados por las corporaciones, incluso, desde los programas de estudio en los que se formaron.
Algunos reportes internacionales dan cuenta de la impunidad con la que Nestlé y otras corporaciones que producen sucedáneos han venido actuando después de 80 años de haberse denunciado estas prácticas. La International Baby Foods Action Network publicó en 2017 su reporte “Rompiendo las Reglas” exponiendo las violaciones al Código de 28 compañías en 79 países. Ese año, la organización Changing Markets publicó el reporte “Ordeñándolo: cómo las compañías de fórmulas lácteas ponen las ganancias por encima de la ciencia”, en el que exponen una larga serie de declaraciones de salud en las etiquetas que son insostenibles científicamente en productos para niños menores de 12 meses. En 2018, otra organización internacional, Save the Children, lanzó el reporte “No Promuevas Eso” que destaca cómo las empresas de sucedáneos de la leche materna mienten en su publicidad dañando la salud de los niños, dañando la lactancia materna y evitando que las familias reciban información clara y basada en evidencia sobre la alimentación infantil.
Más de 80 años han pasado desde esa conferencia de la doctor Cicely Williams y 40 años desde que se estableció el Código para tratar de proteger la lactancia materna y evitar los daños que provoca la comercialización antiética de los sucedáneos de la leche materna. Y poco se ha logrado en naciones como México, donde se mantienen las prácticas de regalar estos productos, de influencia en las prácticas hospitalarias con las madres y recién nacidos, con la influencia de esta industria en las instituciones académicas y las asociaciones de profesionales de la salud, con los médicos promoviendo los sucedáneos.
En la mayor parte de las comunidades de nuestro país, como en la mayoría del mundo, la lactancia materna es una garantía de sobrevivencia ya que fortalece el sistema inmunológico de los bebés. Por otro lado, en estas comunidades las condiciones de higiene para garantizar la esterilización de biberones y la disposición de agua de calidad para preparar los sucedáneos no son comunes, son extraordinarias. Es algo inaceptable y representa una práctica criminal continuar con prácticas de promoción de los sucedáneos que han sido ya denunciadas por las propias Naciones Unidas que desde hace 80 años se ha demostrado que causan riesgos a la salud de los recién nacidos y los niños pequeños, incluso, la muerte.
Nestlé mantuvo una influencia determinante en la política pública de salud en México durante las pasadas administraciones a través de una serie de funcionarios e, incluso, secretarios de salud que pasaron por FUNSALUD, así como por la influencia directa de este organismo.
Ya es tiempo de que el Gobierno mexicano establezca el Código como ley en el país, y no como un acuerdo voluntario con los productores y distribuidores que sabemos muy bien que de muy poco sirven.
Por Alejandro Calvillo