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Opinión

Violencia contra Civilización

Antes de que la OTAN se obsesionara por sumar a Ucrania a sus filas, sin escuchar los alegatos de seguridad expuestos por Rusia, que de tan razonables fueron endosados entre otros por Henry Kissinger y Angela Merkel, y Vladimir Putin creyera que podía obtener por las armas seguridad y territorios, el mundo global en construcción, aunque no era una panacea, marchaba bien.

Tan bien iban las cosas con la globalización que, atrayendo a los capitales Occidentales y ofreciéndole su fabuloso mercado interno, en unas décadas China, el segundo país comunista y el primero más pobre, se transformó en la segunda economía mundial y en una potencia en todos los órdenes.

Ese entorno absorbió el colapso del Socialismo Real que abarcó a Europa Oriental y la Unión Soviética, y que de tragedia se convirtió en transición que permitió el establecimiento de unos 25 Estados en los territorios exsoviéticos y el renacer de Rusia bajo el liderazgo de Putin. En apenas un lustro, unos 50 países protagonizaron el mayor ajuste geopolítico desde el descubrimiento de América, de un modo totalmente pacífico.

La economía global creó condiciones para el florecimiento de un numeroso grupo de países que pasaron de tercermundista a emergentes y se abrieron paso hasta las primeras fi las del concierto mundial, llegando a integrarse al G-20. En esa riada, aprovechando la oportunidad que apareció con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, el entonces presidente Raúl Castro, que impulsaba reformas en Cuba, con pragmatismo, audacia y sin prejuicios, negoció avances trascendentales que prosperaron hasta que la extraña combinación del primitivismo de Donald Trump y el predominio de tendencias conservadoras en la Isla, frenaron el proceso.

Aquel proceso, que no era todavía el “mundo bonito” pero lo anunciaba, fue tan fecundo que permitió una inédita aproximación de Rusia con Europa, auspiciando el diálogo y la colaboración económica conducidos por Merkel y Putin, una de cuyas expresiones más elocuentes fue la construcción Nord Stream 1 y 2. Los gasoductos Nord Stream que encadenaron los vastos yacimientos de gas de Rusia con los mercados energéticos europeos aportaron tres soluciones: (1) Dieron valor de uso al gas que sepultado en Siberia carece de todo significado. (2) Con poco esfuerzo y baja inversión proporcionaron a Rusia cuantiosos ingresos, y (3) Aseguraron el suministro a Europa de energía segura, ilimitada y barata.

Los avances civilizatorios que dieron lugar a la implantación del modelo internacional resultante de los consensos alcanzados durante la II Guerra Mundial que dieron lugar a la globalización han sido frenados por dos eventos excepcionalmente violentos: la guerra y el sabotaje a Nord Stream. En Ucrania, Rusia ataca, mientras en el Báltico es atacada.

Puede haber llegado la hora de parar porque de ocurrir una escalada se trataría de una tragedia global de proporciones planetarias. Nunca antes fue tan evidente que la guerra es antítesis de la civilización

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