La pasada semana, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, que, apoyado por la OTAN, la Unión Europea y la solidaridad de 193 países que el pasado 12 de octubre, en la Asamblea General de la ONU votaron a su favor, fue a Washington y de ese modo se sumó al club integrado por Franklin D. Roosevelt, Joseph Stalin y Winston Churchill, que en medio de la guerra viajaron al extranjero, no para buscar la paz, sino para procurar cómo ganar.
Zelenski viajó a Washington para agradecer el respaldo material y político de los Estados Unidos que, según trascendidos, en nueve meses de guerra ha traspasado a Ucrania la descomunal ci fra de 100 mil millones de dólares en armas, equipo y dinero, y a solicitar más de todo eso, objetivos que parece haber logrado. Lo que falta por saber es cómo llegó allí.
La cuenta regresiva para el largo viaje de unos 8 mil kilómetros, aunque no exento de riesgos, básicamente seguro por transcurrir sobre cielos y espacios amigos y protegidos, comenzó cuando entre el pasado 11 y 14 diciembre, en secreto se concretó la invitación, se fijó la fecha y se concluyeron los preparativos.
En la madrugada del 21 de diciembre, acompañado por la embajadora de los Estados Unidos en Kiev, en tren, Zelenski viajó a Polonia, a donde llegó por la estación de Przemysl, a unos 100 kilómetros de Leópolis. Allí fue recibido por funcionarios polacos y por el embajador de Estados Unidos en Varsovia. La televisión polaca cubrió la llegada. Desde allí, en automóvil, se trasladó al aeropuerto polaco de Rzeszów a unos 100 kilómetros de Shehini, donde abordó un avión Boeing 737 C-40B, del Gobierno de los Estados Unidos. Se trata de un aparato de pasajeros modificado para misiones especiales que cuenta con sistemas de protección y comunicación, y que algunos consideran como una especie de Air Force Two.
Antes de partir, usando redes sociales, el Presidente informó: “Voy camino a los Estados Unidos para fortalecer la resiliencia y las capacidades de defensa de Ucrania...”
Durante el vuelo sobre Europa, el aparato fue escoltado por cazas de combate F15 de la OTAN con base en Alemania, formación que fue relevada por aviones de combate de Estados Unidos que asumieron la custodia sobre el Mar del Norte. Según trascendidos, todo el recorrido fue monitoreado desde bases de la OTAN y buques de Estados Unidos en el área. La seguridad fue total y el viaje sin contratiempos hasta el aterrizaje en la Base Andrews cerca de Washington.
Con la seguridad de la Casa Blanca reforzada y la Avenida Pensilvania cerrada a los peatones, Zelenski se instaló en Blair House, tradicional alojamiento de invitados y comenzó a cumplir una agenda, exclusivamente de trabajo.
Sucesivamente fue recibido por el presidente Joe Biden, ofreció una rueda de prensa, se entrevistó con Nancy Pelosi, presidenta saliente de la Cámara de Representantes, y habló ante una sesión de ambas cámaras del Congreso de los Estados Unidos. Según se afirma, es el segundo mandatario extranjero que lo hace desde que en 1942 lo hiciera Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, entonces en guerra con Alemania.
Además de obtener 45 mil millones en ayuda militar y una batería de misiles interceptores Patriot, Zelenski, que también pidió tanques Abrams y cazas F-16, cosechó los mayores elogios del Presidente Biden, así como de los líderes congresionales y el beneplácito de la prensa, realizando una campaña de relaciones públicas, a favor de Ucrania y por la demonización de Rusia, cuyos círculos oficiales fueron predominantemente indiferentes al evento.
Como regalo para Biden y para Nancy Pelosi, Zelenski llevó sendas banderas ucranianas autografiadas, según afirmó, por soldados y oficiales en el frente de Bajmunt, a los cuales visitó la víspera del viaje. El mandatario estadounidense recibió además una medalla que había sido otorgada a uncapitán ucraniano de una batería HIMARS, cohetes proporcionados por Estados Unidos.
Con las reservas del caso, tras una breve visita, el regreso de Zelenski a Kiev, más predecible y menos secreto que la ida, fue realizado también sin contratiempos, aunque con escoltas aéreas sobre mar y tierra. Desde Washington voló a Varsovia donde se entrevistó con el presidente, Andrzej Duda, y de ahí, nuevamente en tren a Kiev, desde donde emitió un comunicado: “Estoy en mi oficina. Seguimos trabajando por la victoria”.
Cuando Zelenski dejó Washington el fin de la guerra no estaba más cerca que cuando llegó. Lo más frustrante de la visita es que no se habló con seriedad de paz, no hubo ideas al respecto y mucho menos compromisos. Si a este tácito acuerdo para la continuidad de guerra entre Washington y Kiev sumamos los de la OTAN y el de Rusia, es preciso admitir que existe consenso para la barbarie y la matanza y que, lamentablemente, la paz está lejos. Mala señal.