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Opinión

La ONU no es neutral

No se necesitaba ser experto para de saber de antemano que la Organización Internacional de la Energía Atómica de la ONU (OIEA), bajo ningunas circunstancias daría la razón a algunas de las partes envueltas en el conflicto militar en torno a la planta electronuclear de Zaporiyia.

Entre otras cosas porque 14 expertos civiles, en cuatro días no estaban en condiciones de hacer tal cosa, son físicos y tecnólogos, no magos. La Organización de Naciones Unidos (ONU) no es una entidad neutral ni una “casa negociadora”, su arquitectura y su cometido fue diseñado por las potencias aliadas de la II Guerra Mundial: Estados Unidos, Unión Soviética y Gran Bretaña, a las que luego se sumaron China y Francia para crear una organización competente capaz de asegurar la paz mundial sobre la base de la igualdad soberana de los Estados, la independencia y la autodeterminación de los países, así como mediante la solución pacífica de las controversias.

No existe una organización tan cuidadosamente calculada, en cuya estructuración hayan tomado parte tantas mentes lúcidas ni que haya requerido tanto tiempo. Tampoco existe ninguna tan exitosa. La ONU ha sido el núcleo del marco jurídico que hizo posible el funcionamiento del modelo político que auspició la magnífica prosperidad el siglo XX, incluida la descolonización, el fin de las dictaduras, los portentosos avances de países como la Unión Soviética, China, India, los Estados emergentes y otros. Todo comenzó cuando, en épocas de la Primera Guerra Mundial el presidente Woodrow Wilson presentó su plan de 14 Puntos a partir del cual se creó la Sociedad de Naciones que, no pudo evitar la II Guerra Mundial.

Con la agresión hitleriana en marcha y Estados Unidos atado por las leyes de neutralidad, Roosevelt comenzó a tejer la eficaz red formada por las naciones aliadas que llamó “Naciones Unidas”. En 1941, 14 países firmaron la declaración del Palacio de Saint James en Londres y, dos meses después, los mandatarios de Estados Unidos y Gran Bretaña suscribieron la Carta del Atlántico, virtual borrador de la Carta de la ONU que fue respaldada por 26 Estados, entre ellos la Unión Soviética y China. Ese mismo año se dieron cita en Moscú altos representantes de las potencias aliadas para coordinar las acciones conjuntas y establecer una organización internacional basada en el principio de igualdad soberana de todos los estados.

En Teherán se dio el paso decisivo cuando se encontraron Franklin D. Roosevelt y Iosiv Stalin que junto con Churchill asumieron la conducción de lo que entonces se llamó “el mundo libre” para diferenciarlo del ocupado por el fascismo y las colonias.

En 1944, con éxitos militares en todos los frentes: Unión Soviética, Europa Occidental y África del Norte, llegó el momento de abordar con detalles la organización internacional, a tales efectos, los líderes se reunieron varias veces más en Crimea, Potsdam, Dumbarton Oaks, Washington, D.C, y finalmente en San Francisco. Así nació la ONU de espaldas a la cual, la OTAN, Rusia y Estados Unidos, violando los compromisos que contrajeron al monopolizar los puestos permanentes en el Consejo de Seguridad, libran una guerra absurda, evitable y sumamente peligrosa.

Pretender que la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), una agencia reguladora, técnicamente especializada les saque las “castañas del fuego” es demandar imposibles. Ignoro si la OIEA se los ha dicho por lo claro, cosas que pocas veces hace la ONU, pero apenas caben dudas.

En Zaporiyia solo se pueden hacer dos cosas: retirar las tropas de ocupación de la planta y sus alrededores, facilitar sus labores mediante la creación de entornos y ambientes apropiados y seguros y dos, decretar una amplia zona desmilitarizada y tratar de negociar la continuidad de las operaciones. De no hacerlo, nadie debería preguntarse si ocurrirá allí una tragedia nuclear de proporciones europeas, sino cuándo será.

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