Así llamó a Colombia el presidente Gustavo Petro en su discurso en la ONU: “Miles de especies multicolores en los mares, en los cielos, en las tierras… Vengo de la tierra de las mariposas amarillas y de la magia. Allí en las montañas y valles de todos los verdes, no solo bajan las aguas abundantes, bajan también los torrentes de la sangre. Vengo de un país de belleza ensangrentada”.
Sangre derramada por la terquedad en destruir la planta de coca “una planta amazónica… planta sagrada de los Incas. El fracaso de ese empecinamiento, su costo en muertes y deforestación, la emergencia climática, también en gran parte ligada a él, y la urgencia de la paz fueron los ejes de su alocución.
Su tono fue siempre desafiante: llamó a los países consumidores hipócritas, porque en aras de combatir el narcotráfico están llenando de muerte tanto a los suyos como al nuestro. Aquí, directamente por la guerra, y allá por las sobredosis. Por ello pidió a Estados Unidos que se uniera a esta cruzada y corregir el rumbo para evitar la muerte de 2 millones 800 mil de sus jóvenes por fentanilo, que no se produce en nuestras selvas. Porque la persecución se centra en la cocaína y no en otros venenos que matan a su juventud.
“¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder… No toquen con sus venenos la belleza de mi patria, Ayúdennos sin hipocresías a salvar la Selva Amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta”, dijo.
Llamó la atención sobre los campesinos que siembran coca porque no tienen otra manera de subsistir: “A ustedes mi país no les interesa sino para arrojarle veneno a sus selvas”. Nosotros solo les interesamos como pretexto para ocultar la realidad de sus fracasos que los lleva a sumirse en las drogas, mientras nos piden más y más carbón, más y más petróleo para paliar su consumo desaforado.
Afirmó que cuando ese consumo desenfrenado les pide más y más, en vez de formar una sociedad más solidaria, más humana se inventan cada día una guerra y que si quieren que los inmigrantes disminuyan no les sigan destruyendo sus hábitats. Enfatizó en que “el desastre climático no lo produce el planeta, lo produce el capital”.
Una de sus afirmaciones más polémica fue la de que el petróleo y el carbón son más nocivos que la cocaína, porque ahí -en un arrebato lírico, siguiendo el tono de su discurso- “el dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis, y más por las mezclas que provoca su clandestinidad dictaminada, pero, en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad”.
No se quedó en las quejas, hizo una propuesta a apoyar la cual convocó a toda Latinoamérica: que Estados Unidos, si no tiene cómo financiar la revitalización de las selvas que ha contribuido a destruir, reduzca la deuda externa para que nosotros mismos la hagamos. Es cambiar deuda por vida.
Una de las reacciones más fuertes provino del expresidente Andrés Pastrana, quien dijo que Petro se había convertido en defensor de la cocaína. Este es apenas otra acusación suya, enmarcada en la urticaria que le produce la propuesta de paz total de Petro, como antes se lo causó el éxito del Acuerdo de Paz con las FARC logrado por el expresidente Juan Manuel Santos, en contraste con su fallido intento de proceso de paz con esa guerrilla, a la cual le despejó de presencia de ejército y poderes públicos 42 mil kilómetros cuadrados que las FARC aprovecharon para secuestrar y prosperar en su narcotráfico.
Una senadora del Centro Democrático dijo que ese discurso exaltaba la lucha de clases.
Por supuesto, también ha habido críticas sensatas, entre ellas la de la analista política Sandra Borda, quien dijo que “el diagnóstico del discurso de Petro en Naciones Unidas puede ser parcialmente acertado, aunque tiendo a distanciarme siempre de la insistencia en definir a un Norte global victimizado y un Sur global victimizado. La cuestión siempre es más compleja que eso (no las ve)… como punto de inicio de un proceso global en donde se gesten soluciones reales al problema de las drogas y el ambiental”.
En el país la reacción en general ha sido favorable, de un cierto orgullo, porque al fin un Presidente de la República se haya atrevido a avanzar en caminos ya antes transitados, entre otros, por el expresidente Santos, quien había decretado el fracaso de la guerra contra las drogas; esta vez lo hace el Presidente en un tono más vehemente, desafiante, desde un escenario global, en el propio territorio del país al que más directamente atribuye la culpa de la tragedia ambiental y la desgracia en muertes y le señala que la solución está en sus manos.
El exministro del Interior, Juan Fernando Cristo, del partido Liberal, dijo que había sido “un discurso claro y coherente”.
El senador, exvicepresidente y jefe negociador del Gobierno en el Acuerdo de Paz con las FARC, Humberto de la Calle, dijo: “Celebró que Colombia alce la voz para llamar la atención al mundo sobre modelos que deben replantearse y hoy exigen esfuerzos conjuntos”.
La reacción del embajador de Colombia ante la OEA, Luis Ernesto Vargas, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia, resume el ambiente general ante el discurso del Presidente: “Después de esta (intervención) Petro se ha graduado “como el gran líder mundial al cantar las verdades en Naciones Unidas".