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Opinión

Armas nucleares pequeñas

Las primeras armas nucleares eran demasiado grandes, pesadas y caras. La utilizada en Hiroshima medía 4.5 metros de largo y pesaba cinco toneladas. Para fabricar las tres primeras bombas atómicas Estados Unidos necesitó casi cinco años, empleó 130 mil personas e invirtió 2 mil millones de dólares de 1940.

La primera bomba atómica se trasladó unos mil 500 kilómetros desde Nuevo México hasta San Francisco, California, donde fue embarcada en el USS Indianápolis, que navegó unos 9 mil kilómetros hasta la isla Tinian, en el Océano Pacifico, donde fue instalada en un bombardero B-29 adaptado para utilizarla, en el cual viajó otros 2 mil 300 kilómetros hasta Hiroshima.

En total más 12 mil kilómetros. Resueltos los enigmas teóricos y los problemas prácticos en los campos de la física, la química y las matemáticas, así como los temas de ingeniería, metalurgia, balística y otras disciplinadas asociadas a la fabricación de la bomba atómica, el reto tecnológico fue miniaturizarlas para hacerlas suficientemente pequeñas como para acoplarse a un misil o convertirla en una granada de mortero, bazuca o torpedo. A eso se refieren las armas nucleares tácticas.

Las armas nucleares tácticas son pequeñas ojivas destinadas a ser utilizadas en el campo de batalla o en un ataque limitado contra objetivos específicos, tales como concentraciones de tropas, aeropuertos, campamentos, emplazamientos, grandes buques o edificios. Las más pequeñas pueden ser de un kilotón o menos (mil toneladas de TNT). Se estima que ya en los años 50 la Unión Soviética detonaba pequeñas bombas atómicas, lo cual abrió el camino para la creación de municiones nucleares tácticas.

Por su parte, en el 1961 Estados Unidos creó su primera ojiva nuclear de ese carácter, la W54, que se utilizó hasta el 1971. Sus dimensiones eran 40 cm de largo, 27 de diámetro y 23 kilogramos de peso. Su potencia equivalía a 10 toneladas de TNT. Existen referencias creíbles de que alrededor del 1956, la Unión Soviética creó bombas atómicas suficientemente pequeñas como para acoplarse a misiles y torpedos. Si bien las armas nucleares tácticas nunca han sido utilizadas, entre sus ventajas operativas figuran el hecho de que debido a su tamaño un avión o buque puede utilizar varias, no requieren combustible, no es preciso desplegarlas o emplazarlas, son difíciles de detectar y, al no generar hongos atómicos, sus efectos pueden confundirse con explosiones convencionales.

Según la inteligencia de Estados Unidos, Rusia tiene unas 2 mil armas nucleares tácticas, un número equivalente a las que presumiblemente poseen las fuerzas armadas norteamericanas. Estaría por ver qué ocurre si alguna de las potencias en conflicto utiliza pequeñas armas nucleares para batir objetivos específicos o si las transfiere a algún aliado, cosa que hasta ahora no ha ocurrido, aunque existen altas probabilidades de que suceda.

En el 1945, el presidente estadounidense Harry Truman cruzó el umbral nuclear impunemente. ¿Se repetirá la historia? El 27 de febrero, tres días después del inicio de las acciones en Ucrania, el presidente Putin declaró: “Altos funcionarios de la OTAN se permiten realizar declaraciones agresivas sobre nuestro país... y ordenó poner las fuerzas de disuasión del Ejército Ruso en alerta máxima de combate”. No obstante, voceros rusos han reiterado que “Rusia sólo usará armas nucleares si existe una amenaza existencial”.

Según comenta el exteniente general retirado Pedro Pitarch, según la doctrina nuclear, actualizada en el 2020, las armas nucleares de la Federación Rusa solo tienen carácter disuasivo por lo cual el Presidente, en su condición de Comandante en Jefe, puede ordenar su empleo, solo cuando estén presentes las siguientes condiciones: (1) Existencia de datos confiables sobre ataques al territorio de Rusia y/o sus aliados. (2) Uso de armas nucleares u otro tipo de armas de destrucción masiva contra la Federación Rusa y/o sus aliados. (3) Ataque contra objetivos gubernamentales o militares críticos de Rusia. (4) Agresión contra la Federación Rusa con el uso de armas convencionales cuando la existencia misma del Estado esté en peligro.

Según Pitarch, el cuarto punto es el más crítico, pues no es un criterio objetivo ni fácilmente medible: “¿Cuándo pudiera decirse que la existencia del Estado está en peligro?”. Desde la Crisis de los Misiles en el 1962 no existía un peligro de empleo de armas nucleares como hoy. Ojalá, como entonces, sea posible desactivar la crisis.

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