El Tribunal de Justicia Transicional fue creado en el Acuerdo de Paz con las FARC para llegar a la verdad real de lo ocurrido en estos años de guerra fratricida que pareciera no tener fin.
Esa instancia de Justicia Especial de Paz (JEP) ha profundizado en los hechos de la guerra con miras a determinar las sanciones que establece ese acuerdo, llegar a la verdad en las profundidades de su horror y determinar las sanciones que deban aplicarse a quienes delinquieron en esos años (guerrilleros, civiles y militares) según que se comprometan realmente con el relato de la verdad, pidan perdón a sus víctimas y se comprometan a no repetir sus delitos.
Gracias a las audiencias de la JEP se han conocido verdades de esa guerra que nos han llevado a mirarnos a nosotros mismos como país y a los exguerrilleros de las FARC a comprender la magnitud de sus delitos.
Una de las cosas de las cuales se tenía noticia sin entrar en profundidades, pero que ahora se han dado a conocer, es el caso de los niños que ingresaron a las filas guerrilleras por necesidad, por engaño o de manera forzada. También se han conocido los delitos que contra ellos se cometieron.
Es cierto que los parámetros que en el campo se usan para considerar a un muchacho como niño son muy distintos de los de la ciudad; en zonas rurales a los 15 un adolescente es un adulto, no es raro que las chicas armen parejas equivalentes a un matrimonio y un chico trabaja para mantener a su familia como cualquier adulto.
Pero para asumir la vida guerrillera una persona -de cualquier edad- necesita haber vivido experiencias que lo ayuden a asimilar la dureza de esa vida, mucho más si es un niño o adolescente. Eso se agrava si el niño está en la guerrilla de forma obligada.
El pasado martes, el periódico El Tiempo trae un extenso informe con base en decisiones de la JEP que nos permitieron ver ese abismo de la degradación guerrillera en el trato a los niños. Cuentan ahí de un muchacho campesino que no llegaba a los 15 años y que cada vez que la guerrilla pasaba por la casa de sus padres les decía que no quería estar ahí. Finalmente, un día tomó la decisión de escapar; y luego de tres días corriendo por el monte sin comer, se refugió en una choza donde lo alcanzó la guerrilla y ahí mismo lo fusilaron.
Según ese informe, “64 mil 84 niños, niñas y adolescentes murieron por el conflicto armado entre el 1985 y el 2018. Las FARC-EP fueron responsables del 74 por ciento del reclutamiento de menores entre el 1990 y el 2007 en casos documentados, pero puede ser del 77 por ciento, en ese periodo, entre 27 mil 101 y 40 mil 828 niñas, niños y adolescentes fueron víctimas de esa violencia”. Al menos 18 mil 677 niños fueron reclutados por esa guerrilla en los años transcurridos entre su fundación y la firma del acuerdo de paz. Una niña de 14 años, sin ninguno de sus padres, que vivía con una tía, fue regalada por esta a la guerrilla: “ella me intercambió por algo o me vendió, nunca he podido saber”.
Hay un capítulo que avergüenza a todas las guerrillas colombianas: los fusilamientos de miembros de sus filas. Si bien en los estatutos de esas organizaciones esa debería ser una solución extrema para delitos extremos, la verdad es que con demasiada frecuencia no fue así.
“A una guerrillera de 16 años, a quien llamaban Nayivi, la fusilaron en el 1989 en el Frente 5 por ‘insubordinación’: quedó embarazada y decidió que tendría su hijo”. Estos casos relacionados con abortos forzados o castigos severos que llegaban hasta la muerte por no aceptarlos, eran conocidos por rumores, pero dicho por la JEP adquiere una certeza incuestionable.
Otra guerrillera del frente Oriental contó a la JEP, según el diario El Tiempo, que la obligaron a abortar a los ocho meses de embarazo porque la alternativa era ser sometida a consejo de guerra del cual generalmente salía una sentencia de muerte. Nunca se ha conocido que los guerrilleros responsables de esos embarazos fueran castigados aunque fuera con menor severidad que a las mujeres.
En la sentencia contra Karina -guerrillera conocida por su crueldad a quien el expresidente Álvaro Uribe nombró consejera de paz, nombramientos a los cuales se opuso cuando él le propuso el Acuerdo de Paz -se menciona el caso de un muchacho de 15 años a quien fusilaron por haberse robado una panela. (miel de caña solidifi cada, básica en la alimentación colombiana).
Según ese mismo informe se menciona que el frente Noroccidental se fusiló masivamente a niños y adolescentes. Entre ellos, Yenny y Rubiela, de 12 y 13 años, acusadas de ser infiltradas de los paramilitares; Liliana, de 15, por haber tenido relaciones con varios guerrilleros; José y Diomer, de 16, por haber intentado fugarse; Eimer, reclutado a los 11 y asesinado a los 16 porque, según su madre, se negó a torturar a una persona. Otro fue fusilado porque por un descuido quemó la culata de su fusil mientras cocinaba.
Los excomandantes de las FARC se han mostrado conmovidos y horrorizados al conocer por esos procesos de la JEP la enormidad de sus delitos porque dicen que esa no era la organización a la cual se incorporaron y dedicaron los mejores años de sus vidas. Han pedido perdón a sus víctimas en reiteradas ocasiones a pesar del escepticismo con que son recibidos por la sociedad y la semana pasada, ante los pronunciamientos del ELN que casi acabaron con el proceso de paz que les ofreció el presidente Gustavo Petro, su comandante Rodrigo Londoño -Timochenko en la guerrilla- se ofreció, mediante carta abierta a actuar como mediador con esa guerrilla para relatarles su experiencia como reinsertado y las posibilidades que les ofrece la paz.
Es la última oportunidad para el ELN. Ojalá recuperen el idealismo de Camilo Torres y se acojan a la paz generosa que el presidente les ofrece.