La izquierda internacional fue una realización de los socialistas europeos encabezados por Karl Marx que fundaron la Primera Internacional (1864-1872), predominantemente obrera y la II (1889-1916), en la cual convivieron liberales, marxistas, anarquistas, reformistas socialdemócratas y socialcristianos en cuyo seno las demandas obreras y las reivindicaciones sociales se ensamblaron con las luchas políticas.
En aquel ambiente de rechazo al capitalismo salvaje, se asumió que la situación de la clase obrera y los sectores populares se debía, no a elementos circunstanciales, sino a fenómenos estructurales del sistema, lo cual dio origen a la idea de desplazar a la burguesía, tomar el poder político, establecer la “dictadura del proletariado” y construir una “nueva sociedad”, lo cual originó equívocos y polémicas que dividieron a la izquierda en corrientes que perduran hasta hoy.
Aunque disminuidos en su impacto y capacidad de convocatoria, con más fortuna una que el otro, el comunismo y la socialdemocracia sobreviven.
Con el establecimiento del poder soviético en Rusia en 1917, por primera vez la izquierda asumió la conducción de un Gobierno con lo cual asumió un perfil estatal. Con la constitución de la III Internacional o Internacional Comunista en 1919, desde Moscú se emprendió la gigantesca tarea de estructurar una Izquierda Global mediante la creación del llamado Movimiento Comunista y Obrero Internacional, la cual resultó exitosa.
En pocos años aquel esfuerzo realizado en Europa, pero también en América Latina y Asia, agrupó a más de 100 partidos comunistas, sindicatos, organizaciones femeninas y juveniles, que contaban con importantes periódicos y revistas. Entre ellos hubo 14 países de tres continentes en los cuales partidos comunistas ejercieron el poder político. Esos Estados, bajo el liderazgo soviético, constituyeron alianzas tan poderosas como el Tratado de Varsovia de carácter político militar y el Consejo de Ayuda Mutua Económica de naturaleza económica y política.
En la posguerra, la influencia de las ideas socialistas y el respaldo de la Unión Soviética, favoreció que, no menos de 25 países afroasiáticos y de Oriente Medio, fueran gobernados por movimientos y líderes de izquierda. Para denominarlos, los teóricos soviéticos acuñaron el concepto de “Vía no capitalista de desarrollo” que ha perdido vigencia.
Aquel enorme movimiento que llegó a cobijar a casi la mitad de la población mundial e integró el activismo y la acción política de cientos de millones de militantes, simpatizantes, colaboradores y activistas, sucumbió junto con la Unión Soviética cuya ideología y política lo inspiraron políticamente y lo respaldaron económicamente.
La inviabilidad de aquel proyecto socialista original se asoció a malformaciones genéticas y errores teóricos que dieron lugar a defectos estructurales como fueron la tendencia al estatismo, la sacralización de los liderazgos, la exageración del papel del partido, déficits de democracia, libertades ciudadanas y derechos humanos y graves violaciones de sus propios preceptos, como los ocurridos durante el período stalinista.
No obstante, los preceptos del Socialismo Democrático resistieron la prueba y, como parte de un singular proceso, posterior al colapso soviético, en América Latina, reverdecieron laureles y asumieron el poder una docena de gobernantes de izquierda que con los cubanos Fidel y Raúl Castro sumaron una veintena de líderes que formaron una nueva izquierda democrática, vinculada a movimientos sociales y no afi liada a ninguna doctrina.
Aquella hornada, alguno de cuyos representantes, como Maduro, Lula y Ortega siguen vigentes, durante una década, ejerció el poder en una decena de países, dando lugar al surgimiento de estructuras de coordinación política partidistas como el Foro de São Paulo, y estatales como UNASUR, ALBA y CELAC, así como a proyectos económicos como PETROCARIBE, incluso puso en circulación el concepto de “Socialismo del siglo XXI”, que a mi juicio constituyó una innovación política que mereció mejor consideración.
Después de una etapa de reflujo en la cual la derecha neoliberal se impuso, el movimiento progresista renace con enfoques políticamente avanzados y paulatinamente toma el cariz de irreversible. En ese enfoque, a Lula, ahora el patriarca histórico, de perfil socialdemócrata o de centro-izquierda, se suman, entre otros, Andrés Manuel López Obrador, Luis Arce, Gustavo Petro, Alberto Fernandez en Argentina, y Pedro Castillo en Perú quien, a pesar de su destitución, no es un capítulo cerrado.
En Asia, China, Vietnam y Laos, donde se realizan profundas reformas establecen una presencia estable y consecuente. No ocurre así en Corea del Norte.
Aunque con otros perfiles y acentos, sin compromisos doctrinarios ni subordinación a un centro como ocurría cuando Moscú era mecenas y rector, el movimiento progresista latinoamericano regresa al escenario político con un perfil no partidista sino estatal lo cual ofrece posibilidades, pero necesita ser pensado desde nuevas perspectivas.
Una de esas variaciones, es la propuesta del presidente mexicano Andres Manuel López Obrador que propone una especie de reinvención del panamericanismo desde una perspectiva latinoamericana progresista que no debiera ignorarse, pues contiene elementos de racionalidad política.
En cualquier caso, con nuevos perfi les y enfoques, aunque no tan fuerte y voluminosa como antaño, aunque tal vez más madura y sofisticada, la Izquierda Global reaparece en busca de una segunda oportunidad. Tiempo al tiempo.