Apenas iniciada la tregua convenida en Gaza gracias a la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, muchos palestinos que habían tenido que abandonar sus hogares intentaron regresar, aunque fuera a las ruinas donde antes habían estado. Pero Israel se encargó de quitarles esa ilusión: “no vuelvan, porque está prohibido y es peligroso… la guerra no ha terminado”. Las imágenes en redes sociales muestran cómo han disparado contra quienes lo han intentado.
Sin embargo, muchos cargan con lo poco que habían podido rescatar de sus hogares y salen a buscar a sus muertos. Los videos muestran muchos cadáveres antiguos, de desplazados, que trataban de huir de los bombardeos, tirados en la carretera que une el Norte con el Sur de Gaza. Hacen parte de los 14 mil 854 muertos -6 mil 150 menores y 4 mil, mujeres que ha dejado el ataque israelí.
El viernes entraron 200 camiones con ayuda humanitaria, insuficientes a todas luces, si se comparan con los 9 mil 500 que antes entraban cada mes. Los organismos humanitarios internacionales en la Franja alertan sobre el peligro de una epidemia de cólera porque la falta de agua y electricidad no permite el funcionamiento de los aparatos sanitarios.
La tregua se pactó para cuatro días, que pueden ser prorrogables, manteniendo la misma proporción de intercambio de rehenes por presos palestinos: un rehén por tres presos.
Los presos son, casi en su totalidad, niños y adolescentes, muchos de no más de 14 años, encarcelados sin derecho a la defensa por crímenes tales como haber tirado una piedra. Muchos, sin haber sido juzgados. Trinidad Deiros cuenta en un artículo en El País, de España, que un chico fue mantenido en prisión, completamente aislado, a pesar de tener una herida en la cabeza ocasionada por una granada que cayó en la terraza de su casa. “Habían matado de un tiro en el cuello a un niño del pueblo, de dos años, al disparar contra el coche de su familia”. Por eso todos habían subido a la terraza. El Ejército se lo llevó, apenas lo dieron de alta en el hospital. Este es uno de los prisioneros cuya liberación exige Hamas en el canje, que se inició el viernes pasado.
¿Qué piensa el mundo ante esta devastación que ha borrado todas las barreras del sentimiento de humanidad? “No comida, no agua, no combustible, no electricidad. Son animales humanos”, dijo el ministro de Defensa de Israel. Se escuda en que está respondiendo al ataque de Hamas, imperdonable y violatorio del Derecho Internacional Humanitario, pero, como dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU, eso no salió de la nada, viene de muchos años de invasión, despojo y humillaciones al pueblo palestino. Si el apoyo a Ucrania se ha basado en el hecho de que está defendiéndose de un invasor, Rusia, en este caso también Palestina, se defiende de un invasor que la ha sometido a un verdadero apartheid.
Cuando a la muy comedida consideración de Guterres, en su carácter de secretario general de la ONU, Israel le respondió insultante que renunciara y declaró que negaría visa a cualquier funcionario de ese organismo, una especie de desamparo se sintió en el conglomerado universal de las naciones: si ni siquiera el máximo representante de ese ente creado precisamente para arbitrar las confrontaciones entre países les merecía respeto, eso significaba que ese país goza de facto de un estatus superior al de los demás.
El viaje del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a Tel Aviv, apenas iniciado el genocidio, el respaldo de media Europa, aun cuando ya había constancia gráfi ca del bombardeo a escuelas, iglesias, mezquitas, edificios de habitación y hospitales, la imposibilidad de una condena en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas por el veto de Estados Unidos, el portazo al Secretario General de la ONU y la negativa a conceder visa a ningún funcionario de ese organismo, confirmaron esa sensación.
Cómo será de largo el brazo de Israel que a la muy reconocida actriz Susan Sarandon, la agencia que la representaba en Hollywood, decidió no seguir haciéndolo porque manifestó su apoyo a Palestina.
Pero el mundo ve y condena ese horror y mucho me temo que Israel está generando un odio y rencor, como les advirtió el expresidente estadounidense Barack Obama, que abarcará generaciones enteras de víctimas directas e indirectas y a muchas naciones que resentirán el trato discriminatorio de los organismos internacionales, especialmente los encargados de juzgar crímenes de guerra.
Pienso en tantos judíos inocentes que condenan este horror, en los que marchan gritando que no hagan esa matanza en su nombre, en los que han consagrado su vida a luchar por la convivencia en paz con los palestinos, con respeto a sus derechos, en los que nos han acompañado en nuestras luchas por la justicia y la paz en Latinoamérica y temo, con dolor, que ellos también pasen a ser víctimas inocentes del odio que Israel dejará como herencia atroz de este genocidio.