Victoria Nuland, subsecretaria para Asuntos Políticos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y Maria Zajárova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, dos de las mujeres mejor instaladas en los ambientes diplomáticos y políticos internacionales, quiebran lanzas en un nuevo capítulo del contencioso retórico entre Washington y Moscú, extensión de los combates reales que se libran en Ucrania. Esta vez se trata de Crimea.
A sus 62 años, Victoria Nuland, acumula extenso currículo: funcionaria de la embajada de Estados Unidos en Rusia, del Consejo de Relaciones Exteriores de su país y directora del Centro para la Seguridad de América. Desde el 2005 al 2008 representó a Estados Unidos en la OTAN, fue portavoz del Departamento de Estado con Barack Obama y responsable de la política exterior para Asuntos Euroasiáticos. En el 2021, el presidente Joe Biden la nombró Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, cargo que ocupa actualmente.
La rusa María Zajárova, también una atractiva mujer, es directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Exteriores de Rusia desde el 2015. Catorce años menor que su colega estadounidense, tiene menos recorrido profesional que aquella y aunque en el 2016 la BBC la distinguió como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo, por su condición de rusa, es menos favorecida por los medios occidentales que Nuland.
Debido a la profesión de sus padres, Zajárova pasó su infancia en Beijing. Regresó adolescente a su país donde realizó estudios superiores, En el 1998 concluyó la carrera de Periodismo en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú. Fue Secretaria de Prensa de la Misión Permanente de Rusia ante la ONU. En el 2011 reasumió el cargo de Jefa del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa y portavoz del organismo.
Alcanzó notoriedad por su talento mediático, su capacidad de reacción y por su participación en entrevistas políticas en la televisión rusa y por sus comentarios, con frecuencia irónicos y cargados de ingeniosas metáforas. Desde hace años es de las mujeres diplomáticas más populares y de las más citadas en los medios.
La confrontación entre estas magnificas féminas que podían ser colegas y amigas más que adversarias, procede de la colisión entre sus países y se ha incrementado con la guerra en Ucrania tornándose un asunto personal que se ha vuelto viral por el contencioso en torno a Crimea, convertida en “manzana de la discordia”. La declaración obviamente provocadora de Estados Unidos de que: “... Apoyaría los ataques contra “objetivos legítimos en Crimea”, incrementó las tensiones a las que Nuland echó combustible al afirmar que: “Estados Unidos, apoya la idea de que Kiev lance ataques contra objetivos militares en Crimea...” Al respecto, el secretario de Estado, Antony Blinken, quiso atenuar el efecto al declarar que su país “no alienta a retomar la península, y que tal decisión es solo de Kiev”.
La respuesta de María Zajárova no se hizo esperar: “La declaración de Victoria Nuland sobre el apoyo a los ataques contra la infraestructura militar rusa en Crimea evidencia la implicación de Estados Unidos en el conflicto”. Con su habitual mordacidad añadió: “... Victoria, investiga los globos y los ovnis que están infestando a los Estados Unidos... Su pueblo se ríe de ustedes, mientras que ustedes siguen soñando con la derrota de Rusia, y ahora piden al régimen de Kiev que lance un ataque contra Crimea. Tienes mucho que hacer en casa, Victoria...”.
Es la guerra y su efecto corrosivo. Se trata de dos mujeres intelectualmente dotadas, consagradas por vocación al servicio público y comprometidas con el sistema político vigente en sus países, que pudieran trabajar sin confrontación y sin rencores y colaborar para hacer el mundo un lugar mejor. No ocurre así porque la guerra, como un ácido corrosivo, penetra todos los poros de la vida social, incluyendo las relaciones humanas.
Son damas elegantes y dispuestas, madres de familia que creen en lo que hacen y son fieles a las ideas que defienden. Me apena el hecho de que las dos no puedan tener razón. Una de ellas está en el lado equivocado de la historia. No seré yo quien diga cuál, el tiempo lo hará.