Todos los líderes mesiánicos, excepto el Mesías, confrontan la dificultad de iniciar procesos que no pueden concluir porque su realización supera sus expectativas de vida y quienes vienen después son otros, son distintos y viven en otros tiempos.
Excluyendo la pandemia, ningún evento en el siglo XXI ha tenido impactos tan devastadores para la sociedad global como la guerra en Ucrania que ha desarticulado los mecanismos de seguridad colectiva, las salvaguardas para el mantenimiento de la paz contenidas en la Carta de Naciones Unidas, anulado el Consejo de Seguridad, trastocado el comercio y las finanzas mundiales, disparado la carrera armamentista y puesto el mundo al borde la guerra.
La guerra que los planificadores concibieron como un breve evento local, ha resultado un tsunami de proporciones bíblicas. A falta de contenidos legítimos, sus promotores han improvisado una narrativa ideológica, según la cual los resultados de la civilización occidental, de los cuales forman parte la institucionalidad, el orden político y jurídico planetario, incluidas las de sus propias sociedades, son erróneos y es preciso sustituirlos por elucubraciones voluntaristas y asociaciones ad-hoc.
Los argumentos, según los cuales la guerra en Ucrania es resultado de anomalías sistémicas derivadas del “monopolio del “Occidente global”, relanzan una nueva versión del conflicto de civilizaciones, si bien logran sumar a países cuya confrontación con Europa y los Estados Unidos es de naturaleza política. No obstante, aunque esa ficción no logre establecerse, los daños al progreso global son considerables.
El conflicto, surgido como una eventualidad local, está generando efectos que estarán presentes cuando quienes lo provocaron, desencadenaron y se negaron a resolver, ya no existan para ser testigos o padecer el desastre que originaron. Ninguna acción maligna anterior tuvo tales efectos. Como para muestra, basta con un botón, aquí van algunas.
Rusia anunció el abandono de la Estación Espacial Internacional y el fin de la colaboración espacial con Estados Unidos y Europa. La retirada podría ocurrir después del 2024 o quizás dilatarse hasta el 2030, cuando con toda probabilidad la guerra en Ucrania será historia. Según se ha dicho, el país eslavo, construirá su propia estación espacial, un proyecto que puede tomar diez años y costar alrededor de 150 mil millones de dólares. Tales decisiones, con las cuales Rusia, en lugar de ganar, pierde, representa un desastre para la ciencia espacial mundial.
Recientemente, la exrepública soviética de Kazajistán ha anunciado la confiscación de los bienes de Rusia en el Cosmódromo de Baikonur, lo cual amenaza el debut de la nueva generación de cohetes espaciales rusos. Inaugurado en el 1955, la emblemática instalación, ubicada en la República de Kazajistán y arrendada a Rusia que lo administra como un enclave, es todavía la más importante infraestructura espacial terrestre de Rusia.
Un proyecto asociado a la actual coyuntura y a la idea de contener la proyección internacional de China, precipitado por la guerra en Europa y cuya realización tomará décadas es la alianza militar Aukus (Australia, Reino Unido, Estados Unidos) que prevé la militarización de los vastos espacios navales de los océanos Pacífico e Índico, en conjunto unos 258 millones de kilómetros cuadrados, un tercio del planeta y más de la mitad de su agua.
La base del proyecto es la creación de una poderosa flota de submarinos de propulsión nuclear dotado con misiles portadores de ojivas atómicas y sus respectivas infraestructuras portuarias y de todo tipo, con costos billonarios y que podrá ser operativa dentro de unos 20 años, cuando ninguno de los gobernantes que la auspician este vigente y algunos ni siquiera vivos.
Se trata de algunas pocas evidencias de cómo las tensiones y provocaciones geopolíticas, algunas generadas por conflictos locales pequeños como el de Ucrania, poseen potencialidades para ir desde las estrellas las profundidades marinas y desde hoy hasta muchos años después, destruyendo lo alcanzado y socavando irremediablemente los esfuerzos para la colaboración internacional y la paz mundial. Esa es la verdadera culpa de los promotores de soluciones bélicas.