La paz en Ucrania parece lejana, aunque se percibe en el horizonte. No es imposible entre otras cosas porque Rusia, Ucrania y Europa, unos con más urgencia que otros, la necesitan, y porque la presión sobre ellos, aunque discreta, es real. Y, aunque todavía no llega con la misma fuerza a Washington, existen señales de que llegará, entre otras cosas, porque en la medida en que en Estados Unidos se aproximen las elecciones presidenciales, su vigencia se acrecentará.
Conseguir la paz, puede aportar a la administración de Joe Biden el crédito político que la guerra le ha restado. Si bien la lucha contra Rusia, no es conceptual e ideológicamente mal vista por la sociedad estadounidense, en términos prácticos los aprestos bélicos no son atractivos para generaciones que procuran el bienestar que acompaña la paz.
La guerra en Ucrania no le ha aportado a la administración de Biden las ganancias políticas que otros conflictos como la II Guerra Mundial, la Guerra de Corea y las libradas contra Irak, tributaron a las administraciones de Roosevelt, Truman y Bush y, por el contrario, puede restarle capital político. Derrotar a Rusia pudiera ser un éxito decisivo, pero esa perspectiva no es realista, al menos no en el corto plazo, ni en el terreno militar.
Las posibilidades de alcanzar la paz se acrecientan porque tiene influyentes promotores y porque todos son, cuando no aliados, interlocutores de Rusia como son los casos de China, Bielorrusia y Turquía, a los cuales, aunque con enfoques propios pueden sumarse España y algunos Estados exsocialistas de Europa Oriental con vínculos económicos y culturales muy fuertes con Rusia como son Hungría, Bulgaria y Rumania.
China no sólo presentó un Plan de Paz que no ha sido rechazado por Rusia ni por Ucrania y que el presidente Xi Jinping fue personalmente a presentar en Moscú al presidente Putin quien parece comprender que, apoyar los esfuerzos de China es una pieza que suma a las alianzas que construye y que son vitales para Rusia. Sin el apoyo chino que no es gratuito, las perspectivas políticas de Rusia se reducirían drásticamente.
Obviamente el Plan de Paz de China, como tampoco el que ha presentado el presidente de Bielorrusia, Lukashenko, no se han lanzado sin antes haber explorado la reacción de Moscú.
El mayor obstáculo para la paz es que ninguna de las propuestas existentes aborda de modo directo y satisfactorio la cuestión territorial, es decir, lo relativo a Crimea y Donbass, la primera actualmente incorporada a Rusia y los segundos, aunque con un autoproclamado estatus semejante, están bajo un control compartido entre Rusia y Ucrania.
La propuesta china que incluye el reconocimiento de la integridad territorial de los Estados, no es aceptable para Rusia que tendría que devolver Crimea y Donbass a Ucrania, cosa que pudiera no ser aceptada por las poblaciones de esos territorios.
En cambio, la sugerencia de Lukashenko parece más viable al promover un alto al fuego en las posiciones ocupadas, lo cual daría a Rusia el control total de Crimea y una autoridad compartida con Ucrania sobre Donbass, creando una situación de “tablas” como la que en los últimos 70 años ha regido en Corea.
Otra idea es la de proponer que Donbass y Ucrania no sean ucranianos ni rusos, sino estados independientes creados al amparo de la Carta de la ONU lo cual, tal vez sea aceptable para Rusia, Ucrania, Europa, incluso Estados Unidos. El tiempo diría si tales pequeños Estados, en uso de sus derechos a la autodeterminación se aproximan a Rusia o lo hacen a Occidente.
Un hecho notable es la invitación del presidente ucraniano Volodomir Zelenski al presidente chino Xi Jinping para que visite su país. Aunque tal viaje es por ahora difícil, no sólo por los problemas de seguridad que comporta, sino porque significaría un gesto difícil de digerir para Rusia, la disposición del líder ucraniano abre un prometedor canal de comunicaciones.
Las acciones concretas y realistas a favor de la paz están en marcha. Rusia y Estados Unidos tienen un papel central al respecto. Ojalá lo asuman como Dios manda y la humanidad necesita. Allá nos vemos.