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Opinión

El Fiscal General, nuestro Neymar

Zheger Hay Harb compara las muecas de dolor de Neymar con la alharaca que armó el Fiscal General de Colombia por la información que le pidió Gustavo Petro

Incluso yo, que no sé nada de futbol, me he reído con los numerosos memes que hacen chistes sobre la costumbre de Neymar de tirarse al suelo con muecas de dolor, contorsionarse por el supuesto sufrimiento que le ocasionó otro jugador que apenas lo tocó. Y no pude menos que recordarlo esta semana ante la alharaca que armó el Fiscal General de la Nación porque el presidente colombiano, Gustavo Petro, le pidió información sobre el adelanto en las investigaciones que cursan en la Fiscalía sobre violaciones a los derechos humanos y asesinatos de firmantes del Acuerdo de Paz.

El Fiscal le respondió que él no tenía por qué obedecer órdenes del Presidente, y este, usando el Twitter, que no da lugar a mayor reflexión, le respondió que él como Jefe de Gobierno y de Estado era el jefe del fiscal.

Actuaron mal ambos. En un Estado de derecho, los únicos soberanos son el pueblo y la Constitución; hay separación de poderes y ninguna rama tiene poder sobre otra, aunque existen pesos y contra pesos y organismos de control como la Procuraduría General y la Fiscalía, que no hace parte del Poder Ejecutivo, pero eso no quiere decir que el Presidente no pueda pedirle información sobre el curso de las investigaciones relevantes, especialmente en el tema de derechos humanos. Así que el Presidente de la República no es superior jerárquico del Fiscal, pero este no tiene patente para desestimar solicitudes. El Artículo 271 de la Constitución Política establece que el Presidente es el Jefe del Orden Público, así que en esa función está en todo el derecho de solicitar al Fiscal información sobre el tema.

No sólo el Presidente de la República, en un Estado de derecho los ciudadanos, los periodistas y miembros de organizaciones sociales tienen derecho a pedir información a la Fiscalía.

Ante la afirmación del Presidente, el Fiscal salió de inmediato por los medios de comunicación a decir que el Presidente es un dictador, lo llamó “indecente” y dijo que estaba en peligro su vida y la de su familia, que se sentía amenazado por el Presidente, que iba a solicitar medidas cautelares a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: pataleta a lo Neymar.

La Corte Suprema de Justicia emitió un comunicado en el que establece que el Fiscal General no tiene superior jerárquico; el presidente Petro se reunió con los presidentes de las distintas Cortes, estas emitieron un comunicado en el que reconocen que el Presidente respeta la autonomía de la justicia y, por ahora, esperemos que el asunto no pase a mayores.

No deja de sorprender de todas maneras ese arrebato independentista del Fiscal que se ha distinguido precisamente por lo contrario: en muchas ocasiones ha actuado de manera abiertamente parcializada como en los procesos contra el expresidente Álvaro Uribe, en los cuales sus fiscales han participado en los juicios más como abogados defensores del procesado que como encargados de la acusación, que es el rol de la Fiscalía General. Tampoco tuvo empacho en archivar las investigaciones contra el expresidente Iván Duque por financiación de su campaña política por un narcotraficante, el Ñeñe Hernández, caso conocido como la ñeñe política.

También la Fiscalía archivó la investigación contra la mamá del expresidente Duque por actuaciones indebidas, así como las que se seguían contra el rector de la Universidad Sergio Arboleda, Rodrigo Noguera, porque el periodista Daniel Coronell descubrió que desde su despacho se urdió el traslado de la fiscal que investigaba por corrupción a la poderosa familia Ríos Velilla. De ese claustro de orientación de extrema derecha es egresado el expresidente Duque, quien nombró fiscal a Barbosa por ser su compañero de pupitre. Tal vez no sobre decir que esa universidad perdió el año pasado su certificación.

El Fiscal ha dado muestras de poco pudor en el manejo de las funciones y bienes puestos al servicio de su cargo: en plena pandemia viajó con su esposa, su pequeña hija y una amiguita de ella en el avión de la Fiscalía a la isla turística de San Andrés, donde hizo abrir los centros comerciales obligatoriamente cerrados para satisfacer sus deseos de compras. Cuando se hizo público el abuso y surgieron los reproches, armó un escándalo; dijo que él era ante todo padre de familia, que seguiría poniendo su deber de padre por encima de todo: Neymar en la grama del estadio.

El periodista Yohir Ackerman denunció que las mascotas del Fiscal son paseadas en vehículos de la Fiscalía por agentes de seguridad de la entidad. Y que las empleadas domésticas de la casa del Fiscal son funcionarias de servicios generales de la Fiscalía, por supuesto pagadas con dineros públicos.

Pero nada debe extrañarnos del Fiscal que, sin empacho, una vez elegido por la Corte Suprema de terna enviada por el Presidente de la República, en este caso por el único mérito de ser su amigo cercano, dijo que él era el segundo funcionario más importante de la nación, que era la persona más preparada de su generación porque tenía Maestría y Doctorado, lo cual se ha vuelto chiste común porque en Colombia, afortunadamente, hoy en día hay cientos de académicos e investigadores que actúan en universidades y centros de investigación nacionales y del mundo entero.

Como lección, ojalá aprendida, el Presidente de la República debería meditar sus afirmaciones antes de hacerlas públicas y el Twitter, del que tanto uso hace, se convierte en enemigo porque su inmediatez no propicia la reflexión.

 

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