Opinión

Juneteenth... mucho que celebrar

“Respecto a la esclavitud, los norteamericanos no tienen nada que celebrar”, con lo cual discrepé, aunque no pude ser concluyente.

En Estados Unidos, especialmente para los afroamericanos, Juneteenth es más que el 19 de junio. No es el día en que los hicieron libres, sino el momento cuando se enteraron de que lo eran.

En el 1863, el presidente Abraham Lincoln proclamó la Emancipación de los Esclavos, medida no acatada por los esclavistas que protagonizaron la secesión. Dos años después, el 19 de junio del 1865, llegó a Texas un emisario de la Unión que informó del fin de la Guerra Civil y comunicó la vigencia de la Proclama de Emancipación que fue apenas un paso en el largo e inconcluso camino hacia la igualdad de los afroamericanos.

En el 1865 se introdujo la 13ª Enmienda que suprimió la esclavitud en los Estados Unidos, pero no concedió a los exesclavos los derechos inherentes a la condición de ciudadanos, cosa que requirió la 14ª Enmienda, que estableció la protección igualitaria” en los Estados Unidos, la aplicación universal del “debido proceso” y la ciudadanía por nacimiento.

Otra Enmienda la 15ª, adoptada en el 1870, concedió el derecho de los ciudadanos negros al voto. No obstante, aquellos avances no produjeron los resultados deseados. Al finalizar la Guerra de Secesión, los Estados que se habían separado de la Unión y constituido los Estados Unidos Confederados, otro Estado, con otra Constitución, otro Congreso, otro Ejército y otro Gobierno por lo cual, técnicamente, los Estados Unidos de América habían sostenido una guerra con “otro país” al que ocuparon.

Para saldar sin traumas la situación, se emprendió la Era de la Reconstrucción (1865-1877), un rápido proceso mediante el cual, le fueron reintegrados los derechos a los Estados del Sur que se habían separado de la Unión y fueron readmitidos. Aprovechando las bondades de la democracia y la estructura federal del país, los esclavistas sureños se reinstalaron en el poder y dictaron los llamados “Códigos negros” y las “leyes Jim Crow” que establecieron la “segregación racial”, variante estadounidense del apartheid.

La segregación racial practicada durante 100 años contra ciudadanos estadounidenses, la mayoría de ellos nacidos norteamericanos, provocó la constante inconformidad de la población negra que dio lugar a interminables confrontaciones que al madurar se convirtieron en lucha por los derechos civiles, un poderoso movimiento de masas que adquirió entidad nacional.

En esa andadura, hubo momentos trascendentales que incluyeron crímenes, boicot, masacres colectivas, linchamientos y actos de rebeldía como el de Rosa Parks, que en el 1955 se negó a ceder su asiento en un autobús a un blanco, así como asesinatos como los de Lincoln y Martin Luther King.

Fue notable que en el 1957 y el 1962 los presidentes Dwight Eisenhower y John F. Kennedy enviaran tropas del Ejército a sofocar rebeliones racistas en Arkansas y Alabama. Precisamente el 19 de junio del 1963, Kennedy presentó al Congreso el proyecto de Ley de Derechos Civiles y, en agosto de aquel año, tuvo lugar la marcha sobre Washington que reunió a más de 200 mil manifestantes en la cual Luther King pronunció su famoso discurso “Yo tengo un sueño”.

Tras el asesinato de Kennedy, el presidente Lyndon B. Johnson logró la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles que puso fin a la segregación racial. Trataba de explicar a un joven colega la celebración de Juneteenth (Día de la Liberación de los Esclavos), cosa que no comprendió y que saldó diciéndome: “Respecto a la esclavitud, los norteamericanos no tienen nada que celebrar”, con lo cual discrepé, aunque no pude ser concluyente.

Entre los enigmas que provoca Estados Unidos es por qué un país tan avanzado y una sociedad devota de la libertad, después de 200 años y a pesar de ingentes esfuerzos, no ha sido capaz de solucionar el racismo que la corroe y que constituye su más grave problema social y la fuente de sus mayores conflictos. Ellos, los blancos y los negros deberán encontrar la respuesta.