Desde la campaña hasta en el Plan Nacional de Desarrollo, el presidente López Obrador enfatizó sus objetivos en las carencias de los grupos vulnerables del país y en un equilibrio financiero del Gobierno federal, pero no de estímulos empresariales, sobre todo las pymes.
Sin desearlo públicamente, el efecto del equilibrio entre ingresos y gastos y no tomar prestamos en exceso generó una confianza y estabilidad económica prioritaria para la inversión privada e impacto en la economía y en la creación de empresas que avanzan constantemente. Nunca en 50 años se había estabilizado la deuda pública; los subsidios sociales no sólo son un alivio a la desigualdad, generan economía regional y, por último, hay inversión en infraestructura en el Sur-Sureste del país, fundamental y necesaria para atraer capital industrial, concentrado en el Norte del país, hoy carente de agua.
En resumen, los aciertos económicos son los siguientes: finanzas públicas sanas, lo que estimula la inversión privada, pues los déficits provocan aumento de precios de servicios públicos y altas tasa de interés; apoyos directos a grupos vulnerables: los programas sociales distribuyen el ingreso del país y le dan piso al consumo, principal componente del PIB; hay obras públicas para reducir la desigualdad a largo plazo: el Sureste del país es el menos industrializado y el más poblado; se superó el rezago en carreteras, las industrias energéticas promoverán el empleo profesional con la refinería Dos Bocas y el Corredor Transístmico; la reforma eléctrica corrige pagos altos por sobreprecios de ductos de gas y el costo de la energía verde vendida a CFE a precios caros, que contribuye a la independencia energética; mejor ingreso familiar: se subió el salario mínimo un 37 por ciento con impacto mínimo en la inflación.
Todas estas acciones necesarias contribuyen, pero no remedian el principal problema del país: la desigualdad; claro, las finanzas públicas sanas y el apoyo al Sur y Sureste del país, tan olvidado, debe continuar pero cuando se habla de desigualdad significa desarrollo económico, porque la parte social, prioridad de la política actual, tiene que ver directamente con la salud, educación, seguridad y servicios públicos (agua, luz, carreteras, parques, etc.), el problema es que estos servicios sociales urgentes no generan crecimiento económico, proveen calidad de vida y bienestar, no aumentan el ingreso familiar porque existe un sector de la economía que está aislado de las políticas públicas y ancla el desarrollo económico de millones de familias en México.
Hay informalidad, que es el 55 por ciento de la población ocupada: a continuación describo los datos que lo demuestran, son 50 millones de personas que trabajan en el país, 20 en la economía formal y 30 en la informalidad, por cada 100 pesos del PIB las personas formales generaron 76 pesos y los informales 24, o lo que es lo mismo el 45 por ciento de la población formal genera el 76 por ciento del PIB y el informal el 55 por ciento, sólo el 24 por ciento, esto es una desigualdad brutal y existe la creencia errónea de que el índice de empleo o población ocupada es solo la formal cuando incluye también el trabajo informal.
Otro dato interesante es que los empleos informales reciben 60 por ciento menos salario que los empleos formales y no tienen acceso al IMSS, ni al Infonavit; la informalidad en EE.UU. es del 6.3 por ciento, en Canadá de 8.6 por ciento, en España del 16.1 por ciento, en Turquía del 30.2 por ciento. La informalidad mexicana es la más grande de la OCDE, el punto es que hay dos tipos generadores de empleo, las empresas formales, que empujan el bienestar y pagan impuestos, y los informales, que pagan menos a sus empleados y evaden el fisco. Escoger alguna no es una opción para muchos empresarios, es casi obligado ser informal y dependerá de tu ubicación geográfica, giro y tipo de pago de las ventas sea efectivo o electrónico.
La agenda económica es la que va llevar sustentabilidad a la agenda social, los programas sociales alivian la desigualdad provocada por la informalidad, no la soluciona. En el siguiente articulo “La informalidad obligada”, describiremos las herramientas para superar esta situación.