Apenas triunfante la Revolución Cubana, bajo su influjo, se desató en Colombia una fiebre revolucionaria que llevó a la juventud del momento a lanzarse a la conquista de la justicia social por medio de las armas. Muchos de nuestros mejores jóvenes se fueron a las penurias de la selva porque consideraron que era la única manera de realizar sus ideales y crearon las guerrillas, de las cuales sobrevive el ELN (Ejército de Liberación Nacional). Las demás: EPL (maoísta), Quintín Lame (indigenista) y algunas derivaciones del ELN, se desmovilizaron mediante un Acuerdo de Paz con el Estado colombiano.
El M19, surgido en 1970, con ideales semejantes a las anteriores, pero composición urbana, desarrolló una propuesta nacionalista y socialista que logró gran respaldo popular, se desmovilizó en 1989, copresidió la Asamblea Constituyente que diseñó la Constitución política vigente y logró la tercera votación para delegados.
Campesinos del Partido Liberal que huían de la violencia liberal conservadora y el acoso de la Fuerza Pública, más adelante muy vinculados con el Partido Comunista, conformaron un grupo de autodefensa para salvar sus vidas y las de su familia, que se convertiría en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Luego de varios intentos para lograr acuerdos de paz para su desmovilización, finalmente en el 2016 se firmó ese pacto con el Estado que los exguerrilleros han cumplido a cabalidad y sus excomandantes hacen parte del Congreso de la República como resultado de lo acordado.
Mientras se desarrollaban esas negociaciones, un grupo de guerrilleros decidió apartarse y permanecer armado. Estaban comandados por el conocido como Iván Mordisco, vinculado desde hacía 25 años a las FARC y a quien la ONG Ideas para la Paz califica como dogmático radical, enemigo de la negociación política y le atribuye un proceso de degradación criminal. Ha sido señalado de reclutamiento de menores y narcotráfico. Según la revista Cambio, desde cuando se apartó del proceso de paz se dedicó a coordinar rutas de la cocaína y la minería ilegal y el enlace con los carteles internacionales. En el departamento del Cauca, de mayoría indígena, donde opera, día a día se suceden los asesinatos de firmantes de paz y líderes comunitarios, que se le atribuyen. Igual ocurre en las regiones de la Orinoquia y la amazonia donde ejercen dominio.
A pesar de sus declaraciones anteriores, a mediados del 2022 se reunió con el Alto Comisionado de Paz diciendo querer sumarse a la Paz Total. Firmaron un cese del fuego que incumplió, por lo cual el presidente Gustavo Petro dijo sobre él: “Ahora está asesinando a dirigentes campesinos y habla de revolución. Qué revolución ni qué carajos, lo que es es (sic) un traqueto (mafioso, narcotraficante) vestido de revolucionario”. Su última hazaña fue lanzar la amenaza de impedir la realización de la Cumbre de la Diversidad (COP16) en la ciudad de Cali en octubre.
Mordisco sostiene también enfrentamientos armados con el grupo del excomandante alias Iván Márquez, quien luego de firmar el acuerdo de las FARC con el Gobierno desertó y conformó su propia guerrilla -la Nueva Marquetalia- para hacer más confuso el panorama. El Acuerdo de Paz prohíbe que quien ya firmó pretenda hacer un nuevo proceso de paz, sin embargo, parece que ha tenido encuentros para sumarse a la Paz Total. Estos dos últimos grupos mantienen enfrentamientos armados entre sí.
Todos esos grupos, nacidos con los ideales más altruistas, han sucumbido a la degradación que acarrea una guerra tan prolongada. Las inevitables relaciones con los carteles con quienes empezaron a relacionarse con un supuesto ánimo pragmático, los han llevado a parecerse a ellos cada día más. El ELN, el único al que se le atribuye un carácter político, también es señalado de vínculos non sanctos. Su persistencia en el delito del secuestro con justificaciones que caen en cinismo les ha ganado un gran repudio que no parecen captar.
Deberían mirar la dura experiencia de los excomandantes de las FARC en sus reuniones con sus víctimas, en las que estas les han mostrado las atrocidades que padecieron por su culpa y les han puesto de presente el horror que la vileza de esta guerra les hizo vivir. En una ocasión, después de uno de estos encuentros, Timo chenko, exjefe de las FARC, dijo muy conmovido: Estoy horrorizado, esas no son las FARC a las que yo ingresé (cito de memoria).
La tragedia estriba en que mientras más persistan en su guerra, más hondo será el abismo de la degradación en que se sumen, mayor será el daño a las comunidades que un día se propusieron defender y más lejos estarán de alcanzar alguna redención, apelando a su lejano origen idealista.